28. Alianzas

814 79 38
                                        



Abril.



Volver a ser yo. O al menos intentarlo.

Esa idea me venía taladrando la cabeza desde que abrí los ojos. Dormí mal, otra vez. Sin Guido a mi lado siempre dormía mal. Me acostumbré demasiado pronto a su presencia, a sentir su perfume en las noches.

Me desperté pensando en todo lo que había dejado atrás cuando todo esto empezó: el teatro, los ensayos, el cine, los proyectos que me entusiasmaban. Todo eso se fue a la mierda cuando me vi obligada a vivir bajo el mismo techo que un par de vampiros egocéntricos y correr de una vampira loca que me quería muerta porque mi novio se la cogió hace noventa años.

Recorrí el pasillo, buscando a Mía. Tenía una idea. Una loca, sí, pero con chances de funcionar. Si ella me ayudaba a modificar un par de recuerdos en la gente del teatro, tal vez podía volver a meterme en ese mundo sin que nadie cuestionara mis ausencias, mis faltas, mi desaparición.

—Mimi —llamé bajito, golpeando la puerta de su cuarto—. ¿Estás?

Nada.

Probé en el living, en la cocina, incluso abrí la puerta del patio por si estaba ahí tomando aire. Pero nada. La casa estaba rara, silenciosa, me recordaba a los tiempos en los que sólo éramos Guido, Julia y yo acá.

Fue en el estudio, ese cuarto con sillones e instrumentos, que huele a madera y polvo, donde lo encontré. Patricio estaba tirado de costado, tocando una guitarra con la concentración de alguien que no quería ser molestado. Ni me miró.

—¿Viste a Mía? —le pregunté desde el marco de la puerta.

—Se fue —respondió sin levantar la vista—. Con Gastón. Van a entrenar sus "poderes". Todo muy vengadores, si me preguntás. Yo creo que sólo era una excusa para irse a coger...lo cual me parece bien, mi hermano necesita un polvo hace décadas.

Me apoyé en el marco y suspiré. Qué timing de mierda el mío.

—¿Para qué la necesitabas? —preguntó al notar que no me movía.

—Tenía que hacer algo. Algo importante. Y necesitaba ayuda vampírica.

Dejó la guitarra a un lado y me miró con una ceja levantada, exagerando la expresión como si actuara en una comedia barata.

—Qué pena que no haya ningún otro vampiro en la casa. Más divertido...y con más experiencia.

Me crucé de brazos, sin poder evitar sonreír.

—Prefería no recurrir a vos. Por...razones obvias.

—¿Como cuál? ¿Mi irresistible encanto o mi tendencia a complicar todo?

—Las dos.

Él se encogió de hombros, divertido.

—Ya te ofrecí mi ayuda. Ahora es tu decisión si la aceptás o no.

—No es una pavada —aclaré, sabiendo que si no le explicaba bien, me iba a boludear durante media hora—. Quiero volver al teatro. A mi trabajo. A lo que hacía antes de todo esto. Pero me echaron por faltar semanas enteras, y no puedo volver así como así.

—¿Querés que les borre la memoria? —preguntó Patricio, entre burlón y curioso.

—Quiero que se olviden que me ausenté tanto tiempo. Que piensen que estuve con una licencia o algo así. No necesito que me inventes un pasado épico, solo que limpies las manchas.

ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora