43.- Un hogar futuro

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Valentina.

Seis meses después.

Es curioso como la vida puede cambiar cuando dejas de esconderte.

Durante tanto tiempo, viví con el miedo de que todo se derrumbara si la verdad salía a la luz. Y sí, por un momento, lo hizo. Todo se vino abajo. Pero también es cierto que después aprendí que a veces hay que perderlo todo para entender qué es lo que realmente importa.

El tiempo pasa diferente cuando ya no cargas con secretos.

Todo este tiempo estuve sosteniendo una versión de mí que no era real. Fingía que estaba bien, que lo había superado, que podía dejar el pasado atrás sin mirarlo. Pero no funciona así. El pasado no desaparece solo porque cierras los ojos. Sigue ahí, esperando. Hasta que un día te toca enfrentarlo.

Y yo ya lo enfrenté.

¿Cómo puedo resumir los meses siguientes?

Caóticos. Creo que esa es la palabra exacta que puede explicar como funcionó mi vida desde que desperté en el hospital.

Sienna y Flavio fueron detenidos unas pocas semanas después de que iniciara el juicio en su contra. Enfrentaron los cargos por intento de extorsión, asociación delictiva, e intento de robo empresarial. No fue un proceso corto ni fácil. Tuvimos que hablar, declarar, revivir todo lo que pasó. Pero lo hicimos juntos.

Ambos obtuvieron sus condenas y ahora, pasarán un largo tiempo en prisión.

Supongo que el karma tarda, pero llega.

Por mi parte, la vida comienza a pintarse de colores. Colores alegres, llenos de vida. Conocer a Diana y a Alma le ha dado otro significado a mis días que se resumen en una sola palabra: felicidad.

¿Y Dante? Bueno, probablemente no hay ni una sola palabra que pueda definir lo bien que me hace sentir. Lo feliz que me hace. No hay nada que pueda describir cuan amada me siento a su lado, lo comprendida y apoyada que me hace sentir cada día.

Él ha estado a mi lado, sin importar qué, se ha quedado.

Dante está ahí. Siempre está ahí.

Y con él, la versión de mí que estoy empezando a reconocer como real.

Tal vez por eso me atreví a hacer lo que llevaba meses postergando.

Me repito que he enfrentado cosas peores, mientras avanzo por el pasillo, siento mi corazón latir con una fuerza que amenaza con hacerlo colapsar. El frío me cala los huesos aún cuando sé que la temperatura no es suficiente para ocasionarme esa sensación.

El pasillo que me conduce hasta la sala en donde podré verlo se me hace eterno. No sé muy bien que es lo que Mateo ha tenido que hacer, pero nos ha conseguido una sala de visitas en vez de ver a mi hermano con un cristal separándonos.

Cuando llego a la sala, me detengo. Miro la puerta de metal experimentando un nerviosismo que pocas veces en mi vida eh sentido.

Repito en mi mente todas las palabras que he ensayado para decirle, pero en el segundo en el que el guardia abre la puerta y me permite el acceso, todo lo que pudiera haber preparado...se esfuma.

La sala es pequeña, con paredes grises y una mesa en el centro. Enzo ya está ahí, sentado, con las manos sobre la mesa. El guardia detrás de mí cierra la puerta y el silencio nos envuelve.

Por un segundo, ninguno dice nada.

Luego...como si algo se activara en nosotros...corremos el uno al otro.

Lo abrazo. Fuerte. Sus brazos me rodean y cierro los ojos mientras reconozco la familiaridad de su abrazo, mientras siento de nuevo la calidez.

Porque ya no hay rencor en nosotros.

Un desastre llamado amor.(SL#6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora