26. Estamos rotos.

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Guido.



Pasó una semana. Siete días en los que fingimos ser desconocidos que comparten casa.

Intenté todo por acercarme, le dejé incluso una nota escrita de mi puño y letra que Julia me arrancó de las manos sin leer. Todo al pedo, no responde. No contesta.

Y no la culpo, me mandé la peor cagada de mi vida.

—Dale, loco, movete un poco. No podés seguir así —dice Patricio mientras se baja otro trago. Lo miro desde la cama, tirado. Reventado. Ni la música me hace efecto.

Y eso que antes era lo único que me salvaba del ruido.

—No tengo ganas, Pato.

—No te pregunté si tenías ganas. Te dije que te muevas —Se ríe—. Vamos al bar, ¿Te acordás lo que era eso? Ser vos.

Ser yo. ¿Y qué carajo sería eso ahora?

Siento que cualquier versión de mí se fue con ella. Y encima sigue durmiendo bajo mi techo. La escucho caminar por el pasillo, hablar bajito con Julia, reírse con Mía. Y conmigo...nada. Ni un cruce de ojos, ni un "buen día". Hace como si no existiera.

—¿Y si me quiere lejos? —murmuro, más para mí que para él.

—¿Y si no se trata de lo que ella quiera, sino de que vos te des una puta vez lo que necesitás? —responde él, directo.

Levanto la mirada. Patricio está serio, de verdad. Y eso me jode más que cuando se hace el boludo.

—Estoy hecho mierda, Pato.

—Y yo estoy joya, ¿no? Pero no me voy a quedar a revolcarme en mi sufrimiento—Se acerca, me tira la campera a la cara—. Dale, vampiro emo. Si vamos a sentir culpa por algo, al menos que valga la pena.

La campera me cae encima y no tengo fuerza ni para insultarlo. Pero me paro, porque ya no quiero estar más acá. No quiero cruzarme con su perfume, ni escuchar constantemente sus pasos. Ni ese vacío que dejó al no mirarme más.

—¿Y si me la cruzo en la puerta? —le pregunto mientras bajamos las escaleras.

—La saludás como corresponde, como un tipo grande de más de cien años. O te la bancás y seguís de largo. Pero no te me vas a esconder como un ratón, Guido.

Justo doblamos el pasillo que da al living, y ahí están las tres. Sentadas en el sillón, hablando bajito. Ella ni me mira, Julia frunce los labios. Mía me clava esos ojos raros que tiene, como si pudiera oler mi dolor. Y seguramente pueda, la hija de puta tiene más poderes ocultos que nosotros tres juntos.

—Buenas noches —dice Patricio, irónico, haciendo una mini reverencia.

Yo solo asiento y me pongo la capucha. No quiero que me vean así.

—¿Van a salir? —salta Julia, parada de golpe, con ese tono de reproche constante.

—¿Y qué querés? ¿Que nos quedemos a tener una noche de chicas? —responde Patricio, sin mirarla. Julia lo mira con indignación. Pero no dice nada. Yo tampoco. Pato se le acerca, muy cerca. Yo suelto un suspiro, si éstos dos no cogen de una vez se van a terminar sacando los ojos. —Cuidá el fuerte, sargenta. Que yo cuido a este boludo. —le dice en voz baja, irónico. Pero la voz le tiembla un poco, el sarcasmo es un disfraz que no le sirve más.

ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora