Recuerdos de lo que fuimos (Kiribaku)

Capitulo 10

POV: Bakugou Katsuki

La ciudad de noche no era silenciosa, pero al menos no gritaba.
Eso era suficiente.

Había caminado tanto sin rumbo que mis piernas estaban al borde de rendirse. No sabía bien en qué momento había pasado el atardecer, ni cuándo ese café que compré se había enfriado por completo entre mis dedos. El vaso de cartón seguía ahí, medio lleno, como mi cabeza. Como mi pecho.

Había pasado horas solo.
Y ni siquiera me sentía acompañado por mí mismo.

—Tch... maldita sea —murmuré, pateando una piedrita por la acera.

Tenía el celular nuevo en la mano. Lo había usado solo para orientarme, no tenía muchas apps ni contactos guardados. Apenas el número de Deku, Kirishima... y creo que ya.

Kirishima.

Mi mandíbula se tensó.

No sabía qué me jodía más.
Si no entender qué me pasaba...
O sentir que sí lo entendía, pero no querer aceptarlo.

Porque si me dejaba llevar por el corazón...
todo apuntaba a él.

A sus ojos carmesí. A su sonrisa cansada. A sus abrazos cálidos y ese estúpido gesto de dormirse pegado a mí como si fuese lo más normal del mundo.
Todo en él gritaba "hogar".

Pero si seguía los recuerdos...
los malditos flashes que habían vuelto cuando él no estaba,
todo...
absolutamente todo...

era de Tetsutetsu.

Los dientes.
La voz.
Las risas.
Las palabras dulces.
Ese chico que me decía que todo iba a estar bien cuando el mundo se desmoronaba a mi alrededor.
Ese chico tenía el rostro de Tetsutetsu. Su maldita sonrisa.

Y ahora, cada vez que lo tenía cerca, algo dentro de mí se desmoronaba.
No porque me incomodara.
Sino porque me hacía sentir... protegido. Seguro. ¿Querido?

¿Cómo mierda se supone que debo reaccionar ante eso?

Pasé junto a un parque. Vi una banca vacía, pero seguí de largo.
No podía parar.

Cada paso me acercaba al departamento, pero mi cabeza sentía que me alejaba más de la respuesta.

—¿Por qué ahora? —me pregunté en voz baja—. ¿Por qué todo tenía que mezclarse justo cuando empezaba a sentir que podía respirar de nuevo?

Recordar debería sentirse como encajar una pieza perdida.
Pero ahora se sentía como empujar dos piezas que no terminaban de hacer click.
Kirishima...
Tetsutetsu...

Joder, ¿¡por qué no puedo distinguirlos!?

Uno me hacía latir el pecho a mil por hora.
El otro me aparecía en cada maldito sueño.

Llegué al edificio. Las luces del pasillo se encendieron con sensor. El ascensor estaba dañado, así que subí por las escaleras.

Cada escalón era un latido incómodo.
Cada piso, una duda más clavada en el pecho.

Cuando por fin llegué al departamento, me detuve frente a la puerta. Saqué la llave, pero no la giré. Apoyé la frente contra la madera y cerré los ojos.

—Si tan solo pudiera recordar todo de golpe —susurré—. Si tan solo supiera a quién realmente... necesito.

Giré la llave y entré.

Todo estaba silencioso. Las luces apagadas. Solo el resplandor de la calle entrando por las ventanas del salón.

Dejé el abrigo en el perchero. Caminé directo a la cocina, abrí la nevera, tomé una botella de agua y la bebí como si llevara días sin hacerlo.