42.- Ya lo veremos.

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Dante.

La semana siguiente fue una subida y bajada de emociones. Valentina pasó más tiempo del que pude imaginar con Diana y Alma, y verla interactuar con su sobrina solo me hizo enamorarme de ella un poco más, como si eso fuera posible.

Despertó en mi deseos que me había obligado a enterrar, reavivó todas aquellas ilusiones que me había permitido perder por mi desastroso pasado. Pero que ahora nacen de nuevo con más fuerza que antes.

Val estuvo a su lado antes de que Alma entrara a operación, y fueron horas que parecieron eternas en las que esperamos por obtener una respuesta positiva de parte del equipo médico. Me aseguré de que quienes la trataran fueran los médicos más capacitados, Diana insistía en que encontraría una forma de pagarme, pero me rehusé.

Porque la familia de Val... también es mi familia.

Ahora la pequeña y adorable Alma se recupera en el hospital, los médicos dijeron que, si su corazón comienza a reaccionar bien, entonces podrá irse a casa en un par de semanas más con un pronóstico más que favorable.

Sin embargo, pese a que en ese aspecto de mi vida todo va bien, hay otros que no avanzan tan favorablemente como me gustaría.

Porque hay cosas que siguen atascadas, quietas, como si la justicia tuviera el ritmo lento de quien no ha sufrido lo suficiente como para tener prisa.

Estoy en la oficina. Mateo se encuentra frente a mí, rodeado de papeles, carpetas y su laptop abierta con todos los archivos que Enzo nos entregó.

Videos. Capturas. Audios. Mensajes.

Toda la porquería que Sienna y Flavio escondieron durante meses.

Y aun así...

—Fueron astutos —dice Mateo con una mueca cansada mientras frota su mandíbula. —Es la palabra de Enzo contra la suya, y ¿a quién tenemos en los videos? A Enzo.

Suelto una maldición por lo bajo y me levanto de golpe de la silla.

—No puede ser —espeto, comenzando a caminar por la oficina, inquieto —Con el material se demuestra que ellos fueron los responsables, con todo y la golpiza que sufrió, ¿Cómo es que ellos siguen libres?

Mateo cierra los ojos por un instante y suspira.

—Dante, incluso con la agresión que Enzo sufrió, no tenemos forma de demostrarlo con claridad. Las lesiones que tenía ya no pueden ser vinculadas médicamente a esa noche. No fue a un hospital. No hay parte oficial. El material que nos entregó puede ser desestimado si no nos movemos con cuidado.

—Pero tenemos los audios —replico —tenemos las capturas de los mensajes, instrucciones directas.

—Sí, pero no son suficientes si la defensa argumenta manipulación de pruebas o si los abogados de ellos logran desviar la atención al hecho de que Enzo, en efecto, fue quien intentó forzar la entrada a tus oficinas.

—Ha pasado un mes, Mateo. ¿Cuánto más tenemos que esperar para que esos dos paguen por lo que hicieron?

—Escucha —dice con calma—. Tenemos que ser pacientes. Lo sé, suena a una maldita burla, pero si nos apresuramos sin tener una línea de ataque sólida, ellos podrían salir ilesos. Incluso peor, podrían demandarte por difamación. No es que no haya pruebas... es que no son pruebas irrefutables.

—Entonces, ¿qué hacemos?

Mateo se recarga contra el escritorio.

—Seguimos presionando por la vía civil. Buscamos conexiones económicas, transferencias, cuentas que los vinculen a todo esto. Yo estoy en contacto con una fiscal especializada en delitos corporativos. Pero necesitamos tiempo. Y más evidencia que los involucre directamente sin depender tanto del testimonio de Enzo.

Un desastre llamado amor.(SL#6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora