Valentina
—No, tienes que asegurarte de hacerlo con delicadeza —Tadeo parece a punto de perder la paciencia —delicado, Val, delicado.
Sonrío.
—Lo siento —me río un poco mientras imito sus movimientos al revolver la mezcla —¿estás seguro de que va a gustarle?
Tadeo resopla.
—¿Sabes quién ha hecho sus pasteles de cumpleaños desde que tiene cinco años? —inquiere —Yo. Así que no hay nadie más en esta casa que conozca mejor los pasteles favoritos de Dante.
Decido creerle y me concentro en revolver la mezcla de forma correcta para no ocasionarle una embolia por coraje a Tadeo.
Había decidido sorprender a Dante con una cena. No es una fecha especial ni mucho menos, pero he considerado hacer algo especial por todo lo que ha hecho por mi durante las últimas semanas.
Ha pasado un mes desde que llegamos a la casa de Daphne y Ángelo. Un mes en donde me he desafiado a mí misma en más cosas de las que siquiera pude imaginar.
Un mes en donde he aprendido que el tiempo no cura todo, pero sí enseña a vivir con algunas cosas.
A veces me sorprendo al mirarme en el espejo y ver que ya no soy la misma. No por las cicatrices, aunque ahí están, silenciosas y permanentes. Sino por la forma en que sostengo la mirada, como si ya no me diera vergüenza existir.
No fue de un día para otro. Al principio apenas podía levantarme de la cama. Me costaba comer, me costaba confiar, me costaba incluso querer quedarme en esta casa donde todos me trataban con más amor del que sentía merecer. Pero luego, pasito a pasito, algo cambió.
Daphne y yo pasábamos mucho tiempo en el jardín. Ángelo solía beber café conmigo siempre al anochecer, justo antes de que Dante llegase y se nos uniera. Los hermanos Lombardi fueron dándome cada uno de ellos pequeñas cosas de si mismos que me hicieron revivir.
Y un día, sin darme cuenta, dejé de mirar mi reflejo como una extraña. Me reconocí. No por quien fui. Por quien estoy intentando ser.
—¿Siempre quisiste dedicarte a la gastronomía? —inquiero.
Tadeo me pasa el frasco de chispas de chocolate, claramente conteniéndose las ganas de arrebatarme la espátula y hacerlo él mismo.
—Sí. Desde siempre. Mis primeros recuerdos de la infancia son cocinando con mamá —responde con una sonrisa amplia—. Nunca la dejaba sola en la cocina. Me sentaba en la encimera con el mandil tres tallas más grande, lleno de harina, creyendo que era un chef cinco estrellas.
—Oh, entonces aprendiste de la mejor —le sonrío.
—Lo hice —confirma con una sonrisa orgullosa. —¿Qué hay de ti? ¿Siempre quisiste enfermería?
Mi sonrisa titubea un poco.
—Algo así. No tuve oportunidad de terminar el bachillerato, así que lo hice en línea. No tenía planes de ir a la universidad, mi plan era buscarme un trabajo con lo cual mantenerme y listo. Pero un día, decidí que quería hacer algo importante. Ayudar. Quería...no lo sé...supongo que demostrarme a mi misma que todo lo que había vivido, no fue en vano. Así fue como terminé mirando curso tras curso de cada carrera...hasta que la encontré. Fue amor a primera vista.
Tadeo sonríe.
—Y eres buena, por lo que sé.
—Si —asiento levemente —aunque...ahora no sé si vaya a trabajar en eso pronto.
Mis pensamientos divagan, porque con todo lo que ha pasado, con mi recuperación y demás...no sé si estoy lista para sumirme en el caos del trabajo otra vez. No sé si eso sucederá pronto, o no.

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Un desastre llamado amor.(SL#6)
Teen FictionDante Lombardi lo tenía todo: una prometedora carrera, un futuro estable y la mujer con la que planeaba casarse... hasta que la encontró en la cama con su mejor amigo. Atrapado entre el orgullo y la rabia, tiene la certeza de que el amor no es más q...