Abril.
La casa estaba ahí, inmensa, quieta, escondida sutilmente entre el follaje. El auto de Guido seguía con las luces encendidas, estacionado frente a la entrada. No había señales de movimiento, pero yo sabía que estaban adentro. Lo sentía.
Julia y yo llevábamos varios minutos en silencio. El ambiente estaba tan tenso que se podía cortar con un cuchillo. Afuera, la noche se extendía en una oscuridad que parecía tragarse todo.
Yo no podía quedarme más tiempo ahí, el pecho me pesaba, pero no era ansiedad. Era la certeza de que algo me estaba esperando adentro. Y sabía perfectamente que no me iba a gustar nada lo que iba a encontrar.
—Api...—dijo Julia, sin mirarme. Yo me quedé en silencio, con la mirada fija en la casa. Sabía perfectamente lo que iba a decirme. — capaz deberíamos esperar un poco más.
No quería discutir con ella, pero tampoco podía quedarme quieta. No confiaba en Patricio y menos confiaba en Guido con lo inestable que se encontraba en éstos momentos.
Me costaba procesar que Guido me había dejado horas atrás, con la excusa de que lo nuestro era peligroso. Pero sus ojos, su forma de irse...no eran de alguien que quería alejarse. Eran de alguien derrotado.
Y yo estaba ahí, siguiéndolo. En contra de todo lo que había prometido hacer.
—No me parece buena idea, Abril —insistió Julia, ahora girando el cuerpo hacia mí—. Capaz...capaz están resolviendo algo. ¿No sería mejor esperar a que salgan?
—No, no es mejor —le dije, apenas un susurro. —. Necesito saber que Guido está bien.
Abrí la puerta despacio. Julia me agarró del brazo.
—Por favor...no sabemos qué hay ahí adentro.
—Lo sé.
—Entonces, ¿por qué exponernos así?
La miré a los ojos. Ella también tenía miedo.
—Porque si fuera al revés él ya estaría ahí adentro conmigo. —respondí.
Me solté con suavidad y bajé del auto.
El aire afuera era más frío de lo que esperaba. Cerré la puerta con cuidado, intentando no hacer ruido. Cada paso hacia la casa era un acto de desobediencia contra mí misma.
Pero algo en el fondo me decía que ya no había vuelta atrás.
La puerta chirrió cuando la empujé, como si la casa se quejara de mi presencia.
El aire se sentía viejo. Un olor a humedad, y a algo podrido se me metió en la nariz apenas crucé el umbral. Cada paso que daba crujía bajo mis zapatillas. El piso estaba cubierto de escombros, maderas rotas, hojas secas. Algunas paredes tenían manchas negras a las que no me permití buscarles explicación.
La linterna del celular apenas alcanzaba para mostrarme lo justo: un pasillo angosto, puertas abiertas que daban a habitaciones vacías, y una sensación constante de que alguien me estaba observando.
No había señales de Patricio y mucho menos de Guido, pero sin embargo no estaba sola.
Avancé sin saber bien hacia dónde, hasta que una vibración en el pecho me obligó a frenar.
Era como si mi cuerpo reconociera algo antes que mi mente. En el fondo del pasillo, parado en el marco de una puerta.
Guido.
Estaba quieto, de espaldas. La cabeza levemente inclinada hacia un lado, como si estuviera escuchando algo que yo no podía oír.
—Guido —dije en voz baja.

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ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAG
VampireElla siempre había deseado que finalmente aquellos ojos que tanto admiraba un día se fijaran en su dirección. Observaba embelesada como sus manos recorrían aquella guitarra, con su cabello rubio descansando sobre sus hombros y su semblante enigmátic...