𝗘𝗣. 51

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—  🍂  ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

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—  🍂 ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

El quinto mes de embarazo trajo consigo un aire de emoción nueva. Con los ultrasonidos cada vez más claros, llegó el momento en que pudieron conocer el sexo de los bebés. Pero, contra todo pronóstico, Kalani y Paul tomaron una decisión impulsiva y un poco rebelde: no querían saberlo. Paul dijo que no le importaba si eran niños, niñas, o uno de cada uno, mientras vinieran con salud y con el carácter de Kalani.

Ella solo se reía y respondía que probablemente saldrían con el carácter de Paul, y que entonces estaban condenados. Así que, entre apuestas, risas y algunas quejas de Emily que quería tejer con colores específicos, mantuvieron el misterio como parte del viaje.

En el sexto mes, Kalani se movía más lento. Ya no corría a la puerta a abrazar a Paul cuando volvía del trabajo o del supermercado, pero aún sonreía con solo verlo entrar. Sus ojos tenían ojeras, y se la pasaba con una mano en la espalda baja, pero su alegría nunca disminuyó. La casa se llenó de sugerencias de nombres.

Quil proponía cosas como "Bruce", "Steve" o "Tony" mientras Leah quería algo fuerte, elegante y que no sonara como un superhéroe. Seth, por su parte, votaba por cualquier nombre que fuera medio decente.

Paul y Kalani anotaban opciones en una libreta sin decidirse por nada. Fue en ese mes cuando el doctor les advirtió que los gemelos no llegarían a término. Nada alarmante aún, pero había que estar preparados para un parto prematuro. Paul se puso más protector. Kalani aprendió a dejarlo, porque sabía que lo necesitaba tanto como ella necesitaba su espacio.

El séptimo mes llegó como un suspiro. Todo se volvió un estado de alerta sereno. Las maletas para el hospital estaban listas. Las cunas estaban armadas. Las manitas ya se sentían claramente a través del vientre, y a veces los gemelos daban patadas sincronizadas que hacían a Kalani reír a carcajadas y llorar de emoción al mismo tiempo. Cada noche, Paul dormía con una mano sobre su vientre, hablando con ellos, prometiéndoles que serían amados hasta el último latido.

Y entonces, una noche sin luna, los bebés decidieron que era momento.

El trabajo de parto fue más rápido de lo esperado. Emily y Paul estaban con ella. Sam y Jared esperaban afuera con los ojos rojos de preocupación. Kalani no gritó tanto como todos pensaron que lo haría, pero sí lloró como nunca. Paul no se movió de su lado ni por un segundo. Le besó la frente, le sostuvo la mano, le repitió que la amaba y que todo iba a estar bien. Y finalmente, después de horas eternas, el llanto de un bebé rompió el silencio.

Primero nació ella.

Pequeña, con la piel sonrosada y el cabello más oscuro que la noche. Lloró con fuerza, con una potencia que hizo a Paul reír entre lágrimas. Kalani la vio y supo, sin dudas, que se llamaría Claire.

Quil, que había llegado corriendo al hospital por poco sin camisa, la vio y se quedó congelado. Nadie dijo nada. Nadie tenía que decirlo. La forma en que sus ojos se suavizaron, cómo su pecho se levantó como si de pronto supiera respirar por primera vez... Todos lo entendieron. Claire no solo había nacido ese día. También él.

Y minutos después, llegó su hermano.

Un niño idéntico a Paul, con las cejas fruncidas desde el primer segundo como si ya estuviera molesto por el mundo. Fue más pequeño, más silencioso, pero en cuanto Kalani lo tuvo en brazos, sus ojitos se entreabrieron apenas y el universo pareció detenerse. Paul se quebró por completo. Lloró sin pudor, con la frente apoyada en los dedos minúsculos de sus hijos, y les prometió en voz baja que los protegería con todo lo que era.

El nombre... aún no estaba decidido. Pero eso no importaba todavía. Lo importante era que estaban ahí. Juntos.

Kalani, exhausta, apenas pudo susurrar:

- Lo logramos.

Y Paul, con Claire en un brazo y el pequeño en el otro, sonrió.

- No hiciste solo un milagro. Hiciste dos.

—  🍂 ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

Las primeras semanas en casa fueron un caos adorable. Claire lloraba con fuerza cuando tenía hambre. Luca era más tranquilo, pero solo dormía en los brazos de Paul o encima del pecho de Kalani. La casa ahora tenía el fondo constante de respiraciones suaves, ruiditos de pañales, canciones de cuna inventadas por Paul y risas cansadas que terminaban en suspiros.

Paul había prohibido a Quil acercarse más de dos metros a Claire. Literalmente. Cuando Quil intentó visitarlos al tercer día, Paul lo esperó en la puerta con los brazos cruzados y una mirada de advertencia que decía ni lo intentes. Quil levantó las manos en señal de paz, y aunque no dijo nada, Paul pudo escucharlo pensar con claridad: No le haría daño nunca. Ella es todo.
Y eso lo volvía loco.

Kalani trataba de mediar. Sabía que la impronta era inevitable, sabía que Quil nunca cruzaría la línea... pero también entendía a Paul. Estaba hecho un lobo de lo más protector con su hija. Dormía con un ojo abierto, cargaba a Claire como si fuera de cristal, y cada vez que la bebé sonreía o hacía un sonido, él se derretía. Incluso cuando solo dormía, Paul la miraba como si fuera arte.

Luca, por su parte, parecía una réplica miniatura de Paul, y Kalani lo adoraba. Misma expresión concentrada, mismos pucheros, mismos ojos oscuros que brillaban de curiosidad. Pero tenía algo de Kalani: una calma interior, una dulzura en su manera de observar el mundo. A veces, cuando lloraba Claire, él solo la miraba, como si ya entendiera que tenía una hermana escandalosa y debía aprender a vivir con ello.

A pesar del cansancio, Kalani y Paul eran buenos padres. Torpes, sí. Habían puesto un pañal al revés, se habían quedado dormidos con los biberones en la mano y una vez casi metieron una mamila en la lavadora. Pero el amor estaba ahí. Se respiraba. Era palpable. Había días difíciles, pero también momentos en que Kalani lo miraba y pensaba no hay nadie más en el mundo con quien querría hacer esto.

Paul, por su parte, había bajado el volumen de su intensidad, pero no su devoción. A veces solo la miraba y le decía:

- Gracias por no rendirte conmigo.

Ella sonreía, medio dormida, medio viva, pero completamente suya.

Unas semanas después, Emily llegó con una propuesta.

- Solo unas horas. Sam y yo los cuidamos. Vayan, dense un baño sin bebés, almuercen algo que no tenga que ser recalentado... descansen.

Paul frunció el ceño, Kalani dudó... pero después de mirar la cuna, luego a Emily con un Claire completamente dormida en brazos, aceptaron. No sin dejar instrucciones detalladas, una lista de "por si acaso" y prometer que volverían en tres horas exactas.

- ¿A dónde quieres ir? - Preguntó Paul cuando subieron a la camioneta.

Kalani lo miró, medio divertida, medio con segundas intenciones.

- No me importa. Siempre y cuando no haya pañales ni llanto.

Terminaron en la playa. Un lugar tranquilo. Se sentaron en la arena con helados derretidos y los pies descalzos. Hablaron de cómo cambió todo. De cómo no dormían. De cómo amaban tanto que dolía.

- ¿Sabes qué es lo peor? - Dijo Kalani mientras se acostaba en el pecho de Paul - Los extraño. Y los dejamos hace veinte minutos.

Paul la abrazó más fuerte.

- Yo también. Pero te tengo a ti. Y eso... eso también me sana.

Y aunque el "descanso" no fue más que una pausa breve en medio del vendaval de la paternidad, les bastó. Volvieron a casa con el corazón renovado.

Y al ver a Claire dormida sobre el pecho de Sam, y a Luca babeando sobre el brazo de Emily, supieron que no estaban solos. Que tenían una familia.

La mejor que podían tener.

𝗣𝗥𝝝𝗧𝗘𝗖𝗧𝗜𝝝𝗡  |  ᴾᴬᵁᴸ  ᴸᴬᴴᴼᵀᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora