El sol caía lentamente, tiñendo el cielo de naranja y dorado, cuando las campanas del pueblo comenzaron a sonar. No eran toques solemnes, sino un estallido jubiloso que retumbaba desde la torre más alta hasta las casas más humildes. En el gran castillo, el murmullo de cientos de voces se transformaba en un canto unificado de esperanza y celebración.
Las calles, alfombradas con pétalos de flores y cintas de colores, conducían a la gran entrada del castillo, donde la multitud aguardaba. La música comenzó: tambores, violines y flautas se entrelazaban en una melodía ancestral. Entonces, el silencio cayó como un hechizo.
A lo lejos, se abrió paso una figura montada sobre un corcel blanco, cubierto con un manto de terciopelo carmesí. Era ella. La futura reina. Vestía una auténtica obra de arte, digna de una reina de cuento o de una ceremonia celestial.
Se trataba de un vestido de gala en tonos morados y azules profundos, que evocaba el cielo nocturno estrellado. El diseño era voluminoso y etéreo, con múltiples capas de tul vaporoso que caían en cascadas, formando una silueta de princesa. Cada capa estaba delineada con finos bordes dorados que realzaban las curvas del vestido, como si fueran constelaciones trazadas sobre el firmamento.
El corsé, ajustado y elegante, estaba adornado con detalles brillantes que imitaban estrellas, constelaciones y haces de luz. Los hombros descubiertos y las mangas de gasa translúcida caían suavemente, aportando un aire de nobleza etérea y delicadeza.
Pequeños cristales y destellos dorados estaban esparcidos por toda la tela, dando la ilusión de un cielo iluminado por miles de astros. El punto focal del vestido era una delicada estrella bordada en el centro de la cintura, como si el universo mismo la hubiera elegido como su soberana.
Su cabello, suelto y con ondas, estaba adornado con pequeñas gemas que brillaban como si las estrellas mismas la hubieran tocado.
A cada paso del caballo, la gente gritaba su nombre. Algunos lloraban. Otros arrojaban flores a su paso. Allí estaban las personas más cercanas a ella: sus tíos, sus amigos, su familia. Su abuelo, quien había buscado la ayuda del Hada Madrina para recibir un hechizo que lo hiciera humano y así poder estar presente en ese momento de su vida. Pero no solo ellos estaban allí. También se veían rostros de agricultores, artesanos, niños descalzos y ancianas de manos curtidas. Y entre ellos, gente bien vestida y cuidada. Esa era su gente, y ella estaba feliz de verlos allí.
Al llegar al altar, descendió con la ayuda de dos ancianos del pueblo. Caminó sobre una alfombra tejida a mano por las mujeres del valle, hasta llegar frente al trono que guardaba las historias de generaciones pasadas.
Su hermana, Melody era quien traía la corona. El diseño presentaba una estructura de plata brillante, trabajada con intrincados detalles filigranados que se entrelazaban como ramas de un árbol antiguo o los nervios delicados de una hoja. Sobre la base se engastaban múltiples esmeraldas de corte marquesa y redondo, que brillaban con un verde profundo y misterioso, como si contuvieran la esencia de un bosque encantado.
El punto central era una gran esmeralda en forma de lágrima vertical, rodeada por un halo de pequeños diamantes que amplificaban su resplandor. A ambos lados, las gemas decrecían en tamaño, pero no en impacto, creando un equilibrio armonioso que guiaba la vista de un extremo al otro con naturalidad y fluidez.
Cada piedra parecía cuidadosamente colocada para reflejar la luz con intensidad, creando destellos que podrían confundirse con luciérnagas atrapadas en un jardín de plata.
El Hada Madrina, quien era la maestra de ceremonias, alzó las manos y pronunció con solemnidad:
—Pueblo de Coralia, hoy no solo somos testigos de un cambio, sino de un destino cumplido.
Ante los ojos del cielo, de la tierra y de los corazones que habitan estas tierras, yo declaro que ella ha demostrado sabiduría, valentía y compasión.
Con la fuerza de sus raíces, la luz de sus actos y la voluntad del pueblo...
¡La nombro Reina!Reina de la esperanza.
Reina de las estrellas.
Reina de los antiguos y los nuevos.Que su reinado sea justo.
Que su voz sea guía.
Y que su luz jamás se apague.¡Larga vida a la Reina Addison Rose Maris Montclair!
La multitud contuvo el aliento mientras el hada colocaba la corona sobre su cabeza. Y con voz clara, mirando a los ojos de su gente, la protagonista dijo:
—No seré reina por linaje, sino por amor. No gobernaré desde un trono, sino desde el alma de este pueblo. Soy suya, como ustedes son míos.
Entonces, el estallido de los tambores marcó el inicio de la fiesta. Una lluvia de pétalos cayó desde los techos, y los cielos se iluminaron con fuegos de colores. Entre danzas, risas y abrazos, el pueblo supo que, por fin, tenía a su reina.
Todos estaban orgullosos de Addison. Esta era una nueva vida para ella como gobernante. Haría lo mejor por su pueblo.
Este era el nuevo reinado de Addison.

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Entre La Corona Y El Mar
FantasyAddison Rose Maris Montclair, hija de Ariel y Eric, creció protegida tras ser secuestrada por Úrsula. Sus únicos amigos eran Ben, el futuro rey de Auradon, y Jane, hija del Hada Madrina. Pero cuando sus padres deciden enviarla a Auradon para hacer n...