Gi-hun no supo qué responder. El silencio entre ellos no era incómodo, pero sí estaba lleno de cosas que ninguno decía. Se quedó observando a los gemelos, cómo saltaban, cómo caían al césped, cómo se empujaban con esa torpeza tierna que solo los niños de seis años poseen.
Pero no todos en el parque jugaban.
A lo lejos, dos mujeres se detuvieron junto a una banca. Una de ellas sostenía un teléfono, la otra susurraba algo al oído, y ambas miraban hacia la manta donde Gi-hun y sus hijos estaban instalados. El omega lo notó. Lo había notado desde que bajaron del auto.
— Ese es él.
— ¿El del periódico?
— Sí, el omega que robó a los hijos de un alfa muerto.
— ¿El que sedujo a ambos Hwang?
— Dicen que quemó la casa él mismo. Para quedarse con la fortuna…
Gi-hun no escuchaba las palabras, pero las reconocía igual. Las había leído en los titulares. Las había visto en los foros. En los comentarios debajo de sus fotos filtradas. En las expresiones cuando lo señalaban con la mirada. Ya no necesitaba oírlas para saber que existían.
— No los mires —murmuró Ji-hoon, sin levantar la voz.
Gi-hun lo miró, sorprendido por la firmeza de sus palabras.
— Ellos solo ven lo que quieren ver —continuó el niño, sin rastro de emoción en la voz—. Tú ya perdiste demasiado como para perder tiempo justificándote.
El omega bajó la mirada. No sabía si le dolía más la madurez de Ji-hoon… o lo parecida que sonaba a la voz de In-ho cuando se hartaba del juicio ajeno.
Los gemelos volvieron corriendo, cubiertos de pasto, con las mejillas coloradas y la boca manchada de jugo.
— ¡Gi-hunnsi! ¡Mira, hicimos una torre con piedras!
— ¡Y Min-su encontró un bicho! ¡Un bicho de verdad!
Gi-hun abrió los brazos y los recibió con una risa débil, forzada por el instinto más que por la alegría. Les limpió la cara, les alisó el cabello, los abrazó hasta que sintió que el nudo en su pecho se aflojaba apenas.
El resto de la tarde pasó entre juegos sencillos, pan compartido y momentos que parecían robados al tiempo. Pero cada tanto, al mirar alrededor, Gi-hun sabía que la libertad era apenas una ilusión. Aún desde la sombra de un árbol, podía sentir los ojos sobre su espalda. La sospecha. La duda. El prejuicio.
Y sin embargo, por unas horas, los niños rieron. Corrieron. Jugaron. Y eso, aunque fugaz, fue suficiente.
Cuando el sol empezó a caer, recogieron sus cosas con calma. Ji-hoon ayudó a empacar, sin que se lo pidieran. Los gemelos se durmieron en el auto antes de llegar a casa, abrazados uno al otro como si el mundo no pudiera tocarlos así.
Gi-hun, con la vista fija en el camino, pensó que no sabía si podría darles un mañana mejor… pero al menos, por un momento, les había regalado un presente sin miedo.
Y eso, quizás, era un acto de amor tan válido como cualquier otro.
La noche cayó con esa oscuridad que no promete descanso. En la casa, el silencio era denso, casi pegajoso. Los gemelos dormían profundamente, aún con la ropa del picnic, abrazados como si sus cuerpos supieran que la tranquilidad era prestada. Ji-hoon también se había encerrado en su cuarto, la luz bajo su puerta mostraba que seguía despierto, leyendo o tal vez simplemente pensando.
Gi-hun se permitió una ducha larga, con el agua caliente cayendo sobre su espalda como si pudiera borrar algo. Pero no lo hacía. No borraba nada. Ni el murmullo de la gente en el parque. Ni la sensación de que el mundo lo estaba observando como un animal extraño. Ni, mucho menos, el peso de ese cuerpo que ya no estaba en la cama.
YOU ARE READING
឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵឵឵឵឵឵឵឵឵឵ ឵ ឵឵឵឵឵ ⩇⩇ . ┊ PAUSADA - 𝐔𝐍𝐇𝐎𝐋𝐘 𝐓𝟐
Fanfiction𝖣𝗂𝖼𝖾𝗇 𝗊𝗎𝖾 𝗌𝗂𝗇 𝖺𝖼𝗍𝖺 𝗆𝖺𝗍𝗋𝗂𝗆𝗈𝗇𝗂𝖺𝗅, 𝗌𝗂𝗇 𝗉𝗋𝗈𝗉𝗂𝖾𝖽𝖺𝖽, 𝗌𝗂𝗇 𝖺𝗉𝖾𝗅𝗅𝗂𝖽𝗈, 𝗇𝗈 𝗉𝗎𝖾𝖽𝖾 𝗋𝖾𝖼𝗅𝖺𝗆𝖺𝗋 𝗇𝖺𝖽𝖺. 𝖰𝗎𝖾 𝗌𝗎𝗌 𝖽𝖾𝗋𝖾𝖼𝗁𝗈𝗌 𝗍𝖾𝗋𝗆𝗂𝗇𝖺𝗇 𝖽𝗈𝗇𝖽𝖾 𝖼𝗈𝗆𝗂𝖾𝗇𝗓𝖺 𝗅𝖺 𝗁𝖾𝗋𝖾𝗇𝖼�...
