38.- Eliminar las sombras

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Valentina

Hay oscuridad.

Pero no es completa.

Es espesa, como si mis párpados fueran de piedra y la respiración doliera más que cualquier golpe. No puedo moverme. No sé dónde estoy.

Pero siento.

Dios, cuánto siento.

Mi cuerpo no se siente mío, es como si estuviese sumergida en una prisión de dolor. Porque duele. Siendo un ardor constante recorrerme las venas, y un latido en mi cabeza que se siente como si fuese a estallar.

Una parte de mí no sabe si está viva, o si es así como se siente cuando mueres.

Es extraño, como si mi mente fuese consciente, pero al mismo tiempo no soy capaz de hacer nada más que estar en una especie de limbo, tratando desesperadamente de encontrar algo de luz.

Entonces... escucho su voz.

—Hola, cara mia —algo en mí que no sé qué es se retuerce con una furia violenta —Ha pasado casi una semana desde que estás aquí, y ha sido un infierno.

Dante, estás aquí.

Su voz evoca recuerdos que se entremezclan los unos con los otros. El dolor desaparece cuando siento su mano tocando la mía, cuando sus dedos se entrelazan con los míos. La desesperación me llena cuando intento aferrarme a él, pero es como si mi cuerpo no quisiera responder.

Y necesito hacerlo. Necesito tocarlo, necesito aferrarme a algo que me saque del estado en el que me encuentro.

—No sé si me estés escuchando, pero... el médico dijo que debemos hablarte —me concentro en su voz, en la calidez de su tono. —Toda la familia está aquí, incluyendo los chicos. Ángela trajo flores, Girasoles para ser más específicos. Mateo está insoportable, he tenido que obligarlo a salir de la habitación, es increíble lo mucho que mis hermanos te adoran, Val.

Escucho que se ríe y algo se retuerce con más intensidad.

—He colocado los girasoles a un costado de la ventana, Carina también envió un ramo, pero...no sé qué clase de flores son. Seguro tu si sabrías.

Su mano hace presión en la mía y la desesperación crece en mí porque quiero decirle que lo estoy escuchando, quiero pedirle que no deje de hablar, que continúe diciéndome cualquier cosa porque escuchar su voz hace que la oscuridad en donde me encuentro se sienta menos aterradora.

—Mis padres están preocupados por ti, mamá dice...

Él sigue hablándome, pero lo que dice... se va desvaneciendo. Ya no soy capaz de retener sus palabras. Se desintegran en el aire.

Y me desespero, me desespero porque quiero seguir escuchándolo. Porque estoy aterrada de que todo vuelva a desaparecer.

¿Me estoy muriendo?

La conciencia se me escapa, todo se va.

Y de nuevo...me quedo en la nada.

(...)

La siguiente vez que recobro la consciencia, hay voces. No una. Varias.

Susurros suaves, dulces. Luego risas. No puedo identificarlas todas, pero claro que identifico la de Dante, la reconozco sobre las otras, y obligo a mi mente a aferrarse a ella, porque es lo único que puede mantenerme cuerda en momentos como este en donde no tengo ni idea de que está pasando.

El dolor sigue constante, me duelen partes del cuerpo que no sabía que podían doler, un ardor extendiéndose cada vez con más fuerza, y mi cabeza, Dios, retumba con latidos que comienzan a desesperarme.

Un desastre llamado amor.(SL#6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora