Dante.
Algo no cuadra.
Desde que salí de la estación, tengo una maldita corazonada clavada en el pecho. Un presentimiento jodido que me ha tenido apretando el volante como si pudiera arrancarle una respuesta al cuero.
Valentina no contesta. No responde mensajes. No hay señales de que esté bien. Ni una puta palabra.
Una parte de mí quiere creer que está tomando su distancia, que quiere su espacio para lidiar con la aparición de sus padres, y con el tema de Enzo, pero sé que hay algo más.
Lo sé porque ni siquiera hay confirmaciones de lectura, porque incluso cuando discutimos...ella leyó los mensajes.
—Lo que Enzo contó tiene sentido —dice Mateo mientras subimos las escaleras hacia la entrada de mi casa—. Pero si vamos a presentar una denuncia formal contra Flavio y Sienna, tenemos que actuar con cautela. Ellos tienen recursos, abogados, y si cometemos un error...
—No vamos a cometer ninguno —respondo, con los dientes apretados.
Tengo la cabeza en mil lugares. Enzo. Su hija. La confesión. La mierda de red en la que todos están atrapados. Pero hay una cosa que me ancla, una sola, y es Valentina. Quiero verla. Necesito verla. Saber que está bien. A salvo.
Necesito decirle que he estado equivocado, y suplicarle que me perdone por haber sido un completo imbécil con ella.
Mateo continúa hablando, pero dejo de escucharlo en el momento exacto en que levanto la vista y veo mi puerta principal... abierta.
—¿Dejaste la puerta así? —pregunta mi hermano.
—No —mi respuesta es inmediata, siento un escalofrío bajándome por la espalda mientras considero todas las posibles opciones que pudieron suceder.
Tal vez ella la dejó abierta, tal vez está en casa y no ha ocurrido nada...
Doy un par de pasos hacia el interior, empujo la puerta con suavidad y la oscuridad me recibe. Tanteo la pared hasta que encuentro el interruptor de luz y cuando la sala se ilumina... me aterro ante la imagen que aparece delante de mí.
Val está en el suelo, con su cabello extendido sobre el mármol de la sala. No se mueve, por un segundo me paralizo, me congelo intentando procesar, me cuesta reaccionar, me tengo que obligar a mi mismo a moverme, pero no lo consigo, me quedo petrificado observando a la mujer que amo estar tan...herida.
—No... —mi voz brota con un sonido de terror.
Hay sangre... sangre por todas partes. En la alfombra, sobre las losas, en ella.
Reacciono corriendo hacia donde se encuentra, con el corazón latiendo con fuerza contra mi pecho.
—No... no, no, no... —la tomo entre mis brazos, apenas respiro. —Val, por favor. Reacciona. Mírame, cielo. Estoy aquí.
No lo hace.
—Abre los ojos cariño —suplico acunándole el rostro.
Mi piel se encuentra con el líquido caliente, mi corazón se retuerce al caer en cuenta de que es su sangre. La sostengo con firmeza, pero aterrado de lastimarla más si eso es posible.
Mi cuerpo parece entrar en una especie de Shock, porque no entiendo como esto ha pasado. No entiendo como hace menos de dos horas la he tenido de frente, y ahora está aquí...ensangrentada, apenas respirando.
Sus labios están entreabiertos. Sus ojos hinchados. El costado de su rostro está amoratado, la piel reventada en más de un sitio. Sus costillas se elevan apenas. Como si su cuerpo estuviera decidiendo si vale la pena seguir.

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Un desastre llamado amor.(SL#6)
Teen FictionDante Lombardi lo tenía todo: una prometedora carrera, un futuro estable y la mujer con la que planeaba casarse... hasta que la encontró en la cama con su mejor amigo. Atrapado entre el orgullo y la rabia, tiene la certeza de que el amor no es más q...