University of Melbourne.
Han pasado dos semanas desde que llegué… y todavía se siente irreal.
Todo es tal como lo imaginé alguna vez, cuando me perdía entre mapas, blogs de viajes y fotos en internet, soñando con la posibilidad de estudiar aquí.
Las calles, los edificios antiguos, los parques llenos de gente que parece tener el rumbo claro… todo es exactamente como lo soñé.Solo que en mis sueños, yo no venía con el corazón hecho pedazos.
En mis sueños, llegaba con ilusión, no con cicatrices.Caminar por estos pasillos me da una extraña sensación de logro y vacío al mismo tiempo. Estoy aquí, donde tanto anhelé estar… pero no soy la misma chica que solía imaginar este lugar. A veces me cuesta aceptarlo. Estoy aquí, lo logré, sí… pero ¿a qué costo?
Mi habitación en la residencia universitaria es pequeña, pero suficiente. Una cama individual junto a una ventana que da a un jardín silencioso, un escritorio donde intento concentrarme y un armario que apenas logra contener un puñado de prendas... y los restos de una vida que tuve que dejar atrás.
El silencio es mi compañero más constante.
A veces, me abraza.
Otras, me aplasta.
Hay momentos en los que siento que el eco de mi propia mente llena cada rincón, sin dejar espacio para respirar.Los primeros días fueron… difíciles. Me sentía como una extraña entre tantos rostros desconocidos. Caminaba por los pasillos con miedo, como si todos supieran exactamente hacia dónde iban y yo… yo apenas estaba aprendiendo a moverme sin tropezar con mi propia sombra.
Pero poco a poco, empecé a caminar sin temblar tanto.
A responder cuando me hablaban.
A sonreír, aunque sea solo por educación.El sonido del celular me saca de mis pensamientos. Vibra sobre el escritorio, interrumpiendo el silencio de la habitación.
Una videollamada de papá.
Sonrío.
Contesto de inmediato, y al segundo aparece su rostro en la pantalla.
—Mi niña… ¿cómo estás? —dice con esa voz suave que siempre me hace sentir como si nada malo pudiera alcanzarme.
Aunque sonríe, puedo notar que me extraña tanto como yo a él.
—Hola, papá —respondo, con una sonrisa que se me dibuja sola—. Estoy bien… todavía me estoy acostumbrando.
Mientras hablamos, noto que en Nueva York ya es de mañana. Aquí, en cambio, la noche ha caído por completo. Las diferencias horarias han sido un caos: cuando yo estoy por dormirme, allá apenas están desayunando. A veces siento que vivimos en mundos distintos… pero sus llamadas me recuerdan que aún somos parte del mismo.
Recuerdo el día que subí al avión. Recuerdo la despedida, los abrazos largos, los ojos rojos de mamá y los sollozos de mis hermanos pequeños.
Recuerdo cómo papá no soltaba mi mano. Cómo sus labios murmuraban "todo va a estar bien", pero sus ojos gritaban que no quería dejarme ir.Dudé en subir. Lo confieso.
Estuve a punto de dar media vuelta y quedarme con todo lo que conocía.
Pero respiré hondo, cerré los ojos… y me obligué a dejar atrás todo.—¡Ay, mi niña! —aparece mamá en la pantalla, con el cabello recogido y la voz preocupada—. ¿Estás comiendo bien? ¿Estás durmiendo lo suficiente? ¿No te hace falta nada? ¿Tienes amigos?
—Mamá… —me río un poco—. Estoy bien, de verdad.
Ella no me cree del todo, lo sé. Las madres siempre notan lo que uno intenta ocultar.
Charlamos un buen rato. Papá me cuenta que mis hermanos están bien, que extrañan mi desorden en la mesa y las películas de los viernes. Me dice que Chispitas sigue durmiendo en la alfombra frente a la puerta, como si esperara que en cualquier momento yo entre corriendo como antes.

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Eres para mí ♡ [Completa]
Teen FictionOlivia Hall siempre ha soñado con un amor como el de sus padres: intenso, verdadero y capaz de superar cualquier obstáculo. Por eso, cuando Ryan, el chico más popular del instituto, empieza a demostrar interés en ella, Olivia cree que por fin ha enc...