Daemon está feliz con la oportunidad que los Dioses le habían otorgado, no le importaba nacer como mujer en esta nueva vida.
El simplemente no esperaba renacer en la época de la conquista.
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Había muchos rumores sobre la reina Daena Targaryen, pero pocos tan persistentes y escandalosos como aquel que la vinculaba sentimentalmente con el príncipe Nymor Martell. El rumor, nacido en los pasillos más oscuros de la corte, no solo se alimentaba de la cercanía evidente entre la reina y el príncipe, sino también de los misteriosos y furtivos encuentros que ambos parecían compartir. Según las habladurías, mucho antes de ceñirse la corona, cuando aún era solo una princesa de la Casa Targaryen, había dado a luz en secreto a un hijo ilegítimo. Ese hijo, decían las lenguas más atrevidas, había sido criado en Dorne, bajo el cuidado y la protección del príncipe Nymor, quien lo había reconocido como su heredero legítimo.
Se decía que el niño, cuya existencia nunca fue confirmada por fuentes oficiales, poseía una apariencia inconfundible. Sus cabellos platinados, semejantes a la brillante melena de su madre, contrastaban con sus ojos color miel y una piel de tono acaramelado que no encajaba con los rasgos típicos de la familia Targaryen. La mezcla de sangre valyria y dorniense había dado lugar a una criatura de belleza singular, un ser que parecía ser el perfecto reflejo de la alianza entre las dos casas, un símbolo de su unión que, aunque no había sido reconocido públicamente, continuaba siendo objeto de susurros.
La corte, siempre ávida de chismes, pronto comenzó a especular sobre la posible verdad de estos rumores. Se decía que la reina, en sus visitas a Dorne, nunca mostraba signos de estar distanciada de Nymor. Cada encuentro entre ellos parecía estar cargado de un aire de familiaridad y cercanía que iba más allá de lo político. La corte de Roca Dragón, al principio escéptica, comenzó a ver en esos pequeños gestos algo que no podían ignorar. Se hablaba de miradas cómplices, de la forma en que se sonreían en silencio, de la tensión palpable en el aire cada vez que estaban juntos. Nadie podía evitar notar cómo el príncipe dorniense, conocido por su astucia y su carisma, mostraba un trato excepcional hacia Daena, una cortesía que no se extendía a otras personas de la corte.
Para complicar aún más las cosas, se decía que el niño, cuya identidad seguía siendo un misterio, había sido visto en los jardines de Dorne en varias ocasiones. Las personas que afirmaban haberlo visto hablaban de su curiosa belleza y su extraño comportamiento, como si estuviera destinado a algo mucho mayor de lo que su edad sugería. Nadie podía entender por qué una criatura tan especial se mantenía en secreto, pero las especulaciones sobre su origen nunca cesaron. Algunos incluso aseguraban que su presencia en Dorne no era accidental, sino que formaba parte de una planificación mucho más profunda, que tenía que ver con el futuro del príncipe Nymor y el destino de Dorne.
Los rumores sobre el hijo ilegítimo de Daena Targaryen fueron, sin embargo, rápidamente sofocados tras su matrimonio con un príncipe de sangre pura. La tradición requería que la virginidad de la princesa fuera confirmada en su noche de bodas, y cuando, como era de esperarse, las pruebas que se buscaban fueron encontradas, la corte de inmediato se vio obligada a aceptar la versión oficial. Se declaró que Daena Targaryen había llegado virgen a su matrimonio, y con ello, las habladurías sobre un hijo secreto fueron desmentidas. Sin embargo, aunque los rumores oficiales fueron aplastados, la sombra de la duda continuó flotando sobre la reina.
Las visitas de Daena a Dorne, lejos de calmar las aguas, solo las avivaron. En los días que pasaban en los Jardines del Agua, un lugar tan hermoso como misterioso, la reina parecía disfrutar de una atención especial por parte de Nymor. Nadie en la corte podía comprender cómo un simple gesto de cortesía podía ser tan extravagante, tan cargado de significados no expresados. Se rumoreaba que el príncipe había ordenado construir aquellos jardines en honor a Daena, un hecho que solo aumentaba las especulaciones sobre su relación. A cada paso que daba Daena en tierras dornienses, parecía estar más conectada con el príncipe, como si cada rincón de Dorne estuviera diseñado para hacerla sentirse bienvenida y apreciada.
Los murmullos entre los cortesanos se intensificaron cuando, durante esas visitas, algunos aseguraron haber sido testigos de largas conversaciones entre ambos, aislados en el jardín, bajo la sombra de los árboles frutales y las fuentes de agua cristalina. Se decía que Daena y Nymor compartían pensamientos que nunca revelaban a nadie más, que sus palabras estaban impregnadas de una complicidad profunda que no podía ser ignorada. Algunos hablaban incluso de sus miradas, de la forma en que sus ojos se encontraban con una intensidad casi dolorosa, como si estuvieran tratando de decirse algo que el mundo no debía escuchar.
Los más atrevidos en la corte afirmaban que, a pesar de estar casada con otro hombre, Daena no había dejado de amar a Nymor. Esta relación, según ellos, trascendía lo político, y era más bien una cuestión del corazón. Aún cuando la reina parecía estar comprometida con su marido, no se podía negar que su relación con el príncipe dorniense había sido, y seguía siendo, un tema de gran importancia en su vida. Para muchos, su amor por Nymor era el secreto mejor guardado de la corte, uno que solo los más cercanos a ella podían ver reflejado en los pequeños gestos y en las largas miradas entre ambos.
Algunos incluso sugerían que Daena había considerado la posibilidad de renunciar a su matrimonio y a su posición como reina, en un intento de vivir su vida al lado de Nymor, lejos de las restricciones de la corte. Si bien esto nunca se dijo abiertamente, los rumores persistían, alimentados por la cercanía y el trato especial que la reina y el príncipe compartían en sus encuentros privados.
Pero, como siempre ocurre en la corte, la verdad se mantenía oculta tras un velo de misterio. Mientras la corte seguía dividida entre quienes apoyaban la versión oficial de los hechos y quienes alimentaban las especulaciones, el vínculo entre Daena y Nymor Martell seguía siendo un secreto bien guardado, conocido solo por aquellos que habían sido testigos de sus momentos juntos. Y mientras tanto, los murmullos en Roca Dragón y en los pasillos del castillo continuaban, esperando que algún día la verdad saliera a la luz.
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