21. Volví, Pato

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Patricio.


Se encerraron así nomás. Ella le dijo "tenemos que hablar" y lo miró con esos ojitos de enamorada que le pone cada vez que se le acerca. La cara de él fué un poema, parecía que estaba por mandarse una cagada grande, le abrió la puerta del cuarto cómo si ya estuviera esperando desde antes. Como si ya supiera que eso iba a pasar.

La puerta se cerró detrás de ellos y creí escuchar que hasta le pasaron llave. Me recosté nuevamente en el sofá, con el vaso de whisky entre mis manos. Ya ni eso me calmaba últimamente.

Me quedé en el living con Julia. Genial.

—No pongas esa cara. —me dijo, con los brazos cruzados, parada al lado del sillón como si eso le diera autoridad.

—¿Qué cara? —pregunté sin mirarla, con la cabeza apoyada en el respaldo, mirando el techo, incluso la mancha de humedad que tenía era más interesante que esa indignación insoportable que tenía todo el tiempo. Absolutamente todo le molestaba.

Si no fuera porque estoy intentando volver a ganarme a mi hermano, ya hace un buen rato hubiese movido el sofá y hubiese hecho que se le caiga en la cabeza, o le hubiera clavado el diente, justo cómo había planeado ese día en el concierto.

Guido me había prohibido mover cosas con la mente mientras estuviera acá. Aunque sin que lo sepa todavía lo usaba para tender la cama.

Mi amor por melisa me había convertido en un animal, pero mi amor por mi hermano me quería convertir en algo peor...un humano.

—Como si estuvieras esperando que pase algo malo.

Sonreí.

—No lo espero. Lo sé.

Bufó, como hace siempre que no sabe qué decir pero igual quiere discutir. Me encanta verla tan segura de que tiene razón, cuando no entiende ni la mitad de lo que está pasando.

—¿Y? ¿No te molesta? —insistió, me exasperaba que todo el tiempo tuviera algo que decir. Sobre todo porque ese era mí papel en ésta familia. — ¿No te molesta que estén cómo si nada? Hace demasiado rato que están encerrados ahí.

—¿Y qué querés que hagan? ¿Que se queden sentados acá rezando?

—No, pero que se vayan así justo ahora...con todo lo de Melisa, y que encima me dejen sola con vos, que sos un peligro —Señaló la puerta, furiosa—. Me parece que no es el momento.

La miré. Tenía los ojos brillosos, pero no era tristeza. Era frustración. Con Abril, con Guido, conmigo. Con este mundo que no termina de aceptar pero en el que ya está metida hasta el cuello. Me reí internamente al darme cuenta de lo irónico que era que se estuviera quejando de su mejor amiga conmigo. Cómo si yo fuera su puto terapeuta y no la persona que, según ella, la quería muerta.

Los humanos no se extinguen porque no los dejan.

—Deben estar cogiendo —solté, con la voz más suave que pude.

Se dio vuelta como si le hubiera tirado un balde de agua helada en la cara.

—Estás enfermo.

—¿Yo? sí, obvio —me reí por lo bajo, la noté rodar los ojos ante el simple sonido de mi risa, era increíble lo mucho que me odiaba. Pero su corazón latía con más fuerza que de costumbre, me pregunté por qué. Y de pronto ese botón de freno que a veces tenía en la cabeza dejó de funcionar. —. Pero, por lo menos no soy un pelotudo, ¿Querés apostar?

ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora