Noche de chicas

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—¿Qué es esto? —preguntó Melody, sorprendida al ver lo que estaban preparando.

—Supuse que no tendrías sueño, así que pensé que sería lindo hacer una pijamada de bienvenida —dijo Addison, feliz.

—Pero Addison, si no duermes bien, te sentirás mal.

—Pensé en eso y tranquila, tengo un plan. Además, solo será esta noche —respondió ella, segura de su decisión.

—Bueno, ¿qué tal si empezamos con esta noche de chicas? —preguntó Jane.

Y Melody, sin más, gritó de emoción. Todas se acomodaron en el suelo y empezaron con la actividad favorita de Melody: los peinados. Todas se iban turnando para que Melody hiciera su magia. La primera fue Evie, quien moría por tener uno de esos lindos peinados. Mientras Melody peinaba, las demás comían y reían.

—Sigo sin poder creer que en serio se besaron —soltó Mal, riendo.

—No es mi culpa, es que Addison tiene una carita irresistible —respondió Jane con una sonrisa juguetona.

—Tienes razón, yo tampoco le negaría un beso —soltó Evie, riendo.

—Bueno, si quieres besarme puedes hacerlo cuando quieras —le dijo Addison con una mirada coqueta, haciendo que Evie se pusiera algo nerviosa.

—Ya terminé —dijo Melody mientras le pasaba un espejo a Evie.

Evie se miró en el espejo y quedó impresionada. Melody le había hecho dos trenzas francesas, una a cada lado, que comenzaban desde la parte superior de la cabeza y terminaban a media altura. Cada trenza se recogía en una coleta baja, adornada con moños decorativos.

Evie quedó encantada con aquel peinado.

—¡Oh, por Dios, Mel! Me encanta. Sí que sabes lo que haces —dijo Evie, feliz con el resultado.

Melody se sonrojó ante aquel cumplido. Nunca antes había peinado a nadie además de su madre, hermana y Leah, su niñera. Estaba feliz de poder compartir su talento.

—¡Me toca! —dijo Jane, contenta.

Y Melody se dirigió para posicionarse frente a ella.

—Oye, Mel, tu hermana nos contó que tú también eres una sirena. ¿Es lindo? —preguntó Evie, curiosa.

—Oh, sí. Es divertido también.

—¿Puedo preguntar sobre el color de tu aleta? Ya vimos que el de tu hermana es un lindo tono lila.

—El mío no es tan lindo...

—Por favor, no te juzgaremos.

—Bueno... la mía es más como un color naranja. No es un color que a todo el mundo le guste.

—Tonterías —dijo Evie—. Todo color que esté bien combinado o que tenga buenos accesorios puede ser lindo.

Melody rió ante ello. Nunca se había sentido cómoda con su forma de sirena, debido a que el color naranja nunca era el favorito de nadie. Pero escuchar las palabras de Evie hizo que se sintiera feliz.

—Bueno, supongo que tienes razón.

Melody peinó un poco más y ya había acabado con Jane. El cabello de Jane había vuelto a ser corto como al principio, debido a que Mal deshizo el hechizo luego de un comentario de parte de Lonnie para los VKs. Le alcanzó el espejo y Jane sonrió al ver el resultado. Su cabello estaba dividido en dos secciones, cada una con una trenza suelta de raíz, que comenzaba desde la parte superior de la cabeza y bajaba hacia los lados. Al llegar a la nuca, cada trenza se recogía en una coleta enrollada hacia adentro, formando pequeños moñitos.

—¡Me encantó! —exclamó Jane, contenta.

Y Melody rió.

—Bueno, ahora es mi turno. Sorpréndeme, pequeña estilista —dijo Mal.

Y Melody se acercó lo más rápido que pudo y empezó a hacer magia. Mal sentía que le estaban dando un masaje en la cabeza y se sentía tan bien para ella.

—¿Cómo aprendiste a peinar tan bien? —preguntó Evie, curiosa por aquel talento.

—Pues, nuestros padres nunca nos dejaron salir de casa luego de nuestros casi secuestros...

—¿Casi secuestros? —preguntó Mal.

Melody miró a su hermana, y Addison se dio cuenta de que nunca les había contado acerca de lo que les había pasado.

—Cuando era pequeña, antes de que cerraran la barrera, digamos que Úrsula me secuestró. No duró ni una hora hasta que mis padres me recuperaron con la ayuda del Hada Madrina y su magia. Pero al cerrar la barrera, se olvidaron de alguien: Morgana, la hermana menor de Úrsula. Ella trató de llevarse a Melody cuando también era una bebé, pero por suerte pudieron impedirlo con la ayuda de mi abuelo.

—Pero Morgana no se encuentra en la isla —dijo Mal.

—Eso es porque murió. Peleó contra mi abuelo y, pues, no aguantó mucho. Luego de aquellos accidentes, mis padres nos encerraron en el castillo a su manera. Solo salíamos para eventos sociales, pero estudiábamos en casa. Y fue este año que me dejaron venir a Auradon, y la verdad estoy feliz de que me hayan dejado.

—Y yo ingresaré el próximo año —decía Melody con una sonrisa—. Ah, y bueno, al estar encerrada tanto tiempo necesitaba mantenerme ocupada. Nadar tanto ya aburre.

—¿Y es verdad que serás reina de Atlántica?

Melody se puso un poco triste.

—Sí...

—¿Y por qué esa cara? ¿Acaso no te gusta ser reina? —preguntó Evie.

—No es que no me guste, es solo que... no lo sé. ¿Qué pasa si conozco a un humano y me enamoro? No me gustaría dejarlo solo por tener que reinar el mar. Además, hay personas más capacitadas para reinar.

—¿Como quién?

—Mi hermana o algún primo, no lo sé...

—Ya hablamos de esto, Mel. Yo reinaré Coralia.

—Lo sé —dijo con un suspiro. Pero luego se puso feliz al ver que ya había terminado de peinar a Mal.

—Listo, toma —le alcanzó el espejo.

Mal se miró al espejo. Su peinado eran dos trenzas gruesas que se cruzaban y se recogían alrededor de la cabeza, formando una corona trenzada. El cabello estaba bien sujeto, dejando el cuello completamente despejado, lo que resaltaba para poder usar collares o accesorios.

—Wow, Mel, sí que eres talentosa.

—Gracias.

—¿Sabes? Estaba pensando... Mis magníficos vestidos para la coronación quedarían genial con tus peinados. ¿Qué dices? —ofreció Evie con una sonrisa.

Melody sintió que había dejado de respirar por un momento.

—¿Y... yo? No lo sé. Es una coronación, deberían traer a alguien que sí sepa lo que hace.

—Oh, vamos, Mel. Lo haces genial —dijo Jane.

—Es verdad. Además, me gustaría mucho que tú te ocuparas de mi cabello ese día. Confío en ti —dijo Mal.

Melody lo pensó bastante, pero respiró y respondió:

—Está bien. Haré mi mayor esfuerzo, lo prometo.

—Sé que lo harás —dijo Addison.

Entre La Corona Y El Mar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora