Gastón.
No hay forma tranquila de esperar a que alguien vuelva de la muerte.
La piba estaba tirada en ese colchón medio improvisado que había tirado en éste viejo departamento que había alquilado para encerrarme y pintar, sobre todo cuándo la compañía de mis hermanos se tornaba insoportable. Tenía la piel tan pálida que costaba no pensar que la había cagado, que capaz no lo había hecho bien, que no iba a despertar nunca.
Y la verdad...no hubiese sido la primera vez que vivía eso.
Pero entonces se movió, un leve espasmo en su mano, y luego, una contracción mínima en la comisura del labio. Suspiré aliviado por un instante, pero luego llegó el miedo, sabía que lo que venía a continuación era totalmente nuevo, y no sabía si estaba preparado.
—Tranquila —murmuré, más para mí que para ella.
Los ojos se le abrieron de golpe, completamente negros, sin una pizca de humanidad.
Por un segundo no me reconoció, me miró como si fuese un depredador. Como si fuese su enemigo. Y estaba bien. Tenía razón.
—¿Donde estoy? —su voz salió rasposa, gastada, como si hubiese fumado diez cajas de cigarros de golpe —¿Qué me hiciste?
Tomé aire, aunque no lo necesitara, a veces todavía lo hacía por costumbre. Por hacerme creer que algo seguía siendo humano en mí.
—Te salvé, o algo así —dije, sentándome al borde del colchón. —. Te ibas...te ibas posta. Si no te transformaba, hoy estarías en una bolsa negra, Mía.
Frunció el ceño. Se tocó el cuello, después las muñecas. Buscaba heridas, marcas. Algo que la conectara con lo que había sido antes. Pero ya no quedaba nada de eso.
—No entiendo... —susurró, y vi cómo los ojos se le llenaban de lágrimas. Su expresión era de confusión y miedo, seguramente pensaba que estaba totalmente loco.
—Sos una vampira, Mía. Como yo.
Esa palabra, cuando se dice por primera vez, cae como una bomba. A mí me la tiraron sin anestesia, a ella también. No hay otra manera.
—Mentira.
—Es la verdad.
—Estás loco.
La vi levantarse de un salto, tambalearse, tropezando con sus propios pies. El cuerpo todavía no le respondía bien. No estaba acostumbrado al peso nuevo, a la sensibilidad en la piel, al ruido amplificado de todo.
La sostuve antes de que se desparramara contra el piso. Estaba helada. Temblando.
—Tranquila...todo va a estar bien.
—¿Bien? No te conozco, no sé cómo llegué acá, y no parás de decir incoherencias.
Me quedé callado. Porque sí, tenía razón, técnicamente sí.
—Sé que no me conocés, pero te di lo único que te podía dar—le dije—. Lo hice para salvarte.
—¿Salvarme de qué?
—De la muerte, y de ella.
Y no dije el nombre de Melisa, sabía que no era el momento.
—Pará, te conozco... —me soltó de golpe, como si recién ahora comenzaran a llegar a ella los recuerdos de la vida pasada, en la que me había visto muchas veces a pesar de jamás habernos conocido. —O sea...sos, sos el de Airbag. ¿Qué mierda está pasando?

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ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAG
VampireElla siempre había deseado que finalmente aquellos ojos que tanto admiraba un día se fijaran en su dirección. Observaba embelesada como sus manos recorrían aquella guitarra, con su cabello rubio descansando sobre sus hombros y su semblante enigmátic...