Capítulo 38

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—Papá, voy a ir a ese almacén de allá —le dije, señalando con disimulo uno de los locales—. Solo voy a preguntar algo, regreso en un rato.

Él apenas levantó la vista del papel arrugado que tenía en las manos.

—¿Ah, sí? Bien, pero no tardes, aún nos faltan... —miró el listado con cara de guerra— ¿queso de cabra, shampoo con romero, velas aromáticas de lavanda...? ¿Qué es esto, un supermercado o una búsqueda del tesoro?

—¡Déjame ver! —mi hermano Logan le arrancó la hoja de las manos y se echó a reír mientras caminaba a su lado—. Mamá nos quiere humillar. Nos está probando. Quiere ver si sobrevivimos al apocalipsis de las compras.

Yo no pude evitar soltar una risa al verlos así. Tenían una dinámica divertida, caótica pero encantadora.
Los dejé discutiendo sobre si existía o no una diferencia entre el queso de cabra y el normal, y me dirigí al almacén que realmente había venido a buscar.

No era cualquier tienda. Era una especializada en cámaras fotográficas profesionales, y tenía una idea rondándome la cabeza.
Sabía que desde el accidente, la cámara de Nolan había quedado hecha pedazos. A pesar de que fingía que no le importaba tanto, yo sabía lo mucho que le dolía. Le encantaba capturar momentos, tenía un talento real para ver el mundo desde ángulos que otros ignoraban.

Y yo... bueno, tenía unos ahorros guardados desde hace un tiempo. No eran millones, pero lo suficiente como para hacerle ese regalo especial.

Entré a la tienda, y un aire fresco con olor a tecnología nueva me recibió. Las cámaras estaban en vitrinas iluminadas como si fueran joyas.
Un vendedor se me acercó con una sonrisa amable.

—¿Buscas algo en particular?

—Sí —respondí, respirando hondo—. Quiero saber el precio de una cámara profesional. Para alguien que ama la fotografía.

El vendedor me hizo unas preguntas: qué tipo de fotos le gustaban, si ya había usado cámaras réflex antes (le respondí que sí, aunque no era yo la experta), y luego me mostró algunas opciones.
Sus dedos señalaban modelos, marcas, lentes intercambiables, estabilizadores, pantallas abatibles. Yo intentaba prestar atención, hacer cálculos mentales, comparar modelos sin que se me notara el susto.

Porque sí, estaba nerviosa. No por el gasto, sino por la ilusión.
Quería que Nolan volviera a tener eso que lo hacía feliz. Que cuando se la diera, pudiera ver en sus ojos la misma chispa que aparecía cada vez que hablaba de una buena toma.

Tomé nota mental de los modelos que podía costear. Había una en particular, una Canon sencilla pero preciosa, con buena calidad y lentes intercambiables. Me la imaginaba en sus manos, colgada de su cuello mientras me decía: "Mira, quédate ahí, la luz te da justo en el ángulo perfecto".

Salí de la tienda con el corazón contento y la cabeza llena de ideas.

Ya sabía qué quería.
Y no iba a descansar hasta dárselo.

Estaba caminando de regreso a la tienda donde había dejado a mi papá y a Logan —seguramente aún discutiendo sobre qué tipo de velas necesitaba mamá—, cuando ví una cara conocida.

Estaba parado frente a una estantería de sudaderas, con las manos en los bolsillos y la cabeza baja, como si el mundo pasara a su alrededor y él no lo notara. Tenía la capucha puesta, pero aun así lo reconocí.

—Ryan —llamé en voz baja.

Él levantó la mirada y giró hacia mí. Sonrió. O al menos lo intentó.
Fue entonces cuando ví un moretón en su pómulo izquierdo. No tan oscuro, pero reciente.

Eres para mí ♡ [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora