—¿Q-Qué demonios está ocurriendo? ¿Qué son esos gritos? —preguntó desconcertado Mofak, cuando bajó de su carroza junto a su general.
Majier abrió los ojos aturdido, antes de gruñir y salir corriendo en dirección de donde provenían.
—¡Oye! ¿A dónde vas? ¡Espera! —le gritó el castaño siguiéndolo por detrás, y que sus guardias también los hicieran.
Llegaron hasta la zona de los sótanos de la casa y Majier rugió de rabia, alertando los oficiales allí presentes, que pertenecían a la familia real.
—¿Qué creen que hacen aquí? ¡Largo! ¡Nadie tiene permitido-!
El general de Mofak le dio un puñetazo tan fuerte en la mandíbula, que el oficial cayó inconsciente al suelo, provocando que los demás guardias se acercarán rápidamente a él.
—¡Ni un paso más! —les gruñó en advertencia Mofak, rodeado de sus propios guerreros.
Majier los ignoró a todos y fue hasta el muchacho que tenían atado de muñecas y pies contra una pared.
—I-Ivanska, h-hijo —pronunció en un hilo de voz, al ver el estado en el que estaba el muchacho.
De su boca brotaba sangre espesa, su rostro estaba muy hinchado, y no podía abrir los ojos por la inflamación de sus párpados. Tenía los dedos de un color morado, llenos de sangre seca que escurría hacia sus muñecas y antebrazos, y estaba difícilmente respirando.
A juzgar por el color de la piel y las heridas, tenía varias costillas quebradas... Al igual que sus piernas.
El general respiró con rabia, gruñendo e intentando no rugir en ese momento, mientras buscaba la forma de liberarlo.
—Ayuden al general ahora, y si alguno intenta interferir, le corta el cuello —gruñó Mofak.
Ivanska era el único hijo de Majier que quedaba con vida, antes de él, había tenido dos muchachos, ambos fallecidos por una de las tantas guerras que libraron contra el reino de Izlang y los del sur.
La rabia e impotencia que sentía en ese momento Majier era tan grande, que había comenzado a temblar.
—Vete ahora mismo a mí casa, hay médicos allí por las humanas, pero que traigan cuanto antes a los cirujanos —le dijo Mofak en un tono bajo.
—Señor, tiene tantos huesos rotos, que no puede mantenerse de pie por si sólo, e intentar tomarlo en este estado, podría ser mortal —explicó un joven oficial—... No sabemos en qué posición se encuentran sus costillas rotas, podrían perforar los pulmones u otros órganos.
—M-Mi hijo llega a morir aquí, y nadie saldrá vivo —masculló en un gruñido inhumano el general—. No importa quien sea ni cuantos años tenga, los asesinaré a todos por igual.
***
La tormenta había pasado, y luego de que lloviera toda la noche, la mañana había llegado con el cielo despejado, libre de toda nube, sin vestigio alguno de los que había ocurrido el día anterior.
Claro, eso sí no se contaban las ramas y árboles caídos...
Gala fue la primera en despertar, había pasado la noche en los brazos de Ezlang, y allí permanecía aún, ya que el rey la estaba abrazando protectoramente a su cuerpo grande y fornido.
Lo observó en silencio varios segundos, y una sonrisa se formó en sus labios. Aún dormido, tenía esa expresión seria en sus facciones, pero que atractivo era.
Insegura, levantó una de sus manos, que anteriormente estaba descansando en el pecho de él, y le acarició suavemente la barba, sintiendo lo suave que era. Ella había creído que sería un vello grueso y duro, pero no, era muy suavecita.
—Gala —murmuró antes de fruncir el ceño y que ella quitara mano, abriendo los ojos para mirarla.
La castaña observó sus hermosos ojos verdes dorados, tan intensos, tan vivos, y sintió como su pulso se aceleraba, algo que siempre le ocurría cuando él la miraba de ese modo.
—¿Estás bien? —le inquirió en un tono ronco, algo grave.
Se notaba que el rey recién se despertaba, su voz se oía más rasposa, y su expresión adormilada lo delataba.
—Sí, muy bien —sonrió asintiendo con la cabeza.
—De acuerdo, es momento de comer algo y luego continuar con el camino —le dijo soltándola, para que ella se sentara y así también él podría hacerlo.
Gala lo miró por última vez y luego se alejó de él, suspirando... No lo tendría que haber despertado tan rápido.
—Encenderé algo de fuego y luego iré a buscar algo para comer —le dijo poniéndose de pie—. Este es un buen momento para que hagas tus necesidades si lo requieres.
—Okay —murmuró poniéndose de pie, mirando a su alrededor.
A ver qué arbolito se veía más bonito para ir a orinar...
***
—¿Pero en qué estabas pensando? ¿Cómo se te ocurre hacerle eso al muchacho? ¿Te volviste loco?
—No, simplemente eso es lo que pasa con los insubordinados —pronunció con simpleza Izlang.
—Izlang ¡Ivanska es el único hijo vivo de Majier! ¡Su raza es sagrada para nosotros! Son generaciones de guerreros criados y entrenados únicamente para el servicio de la familia real ¡Y tú permitiste que lo hirieran hasta casi matarlo! Jamás hubo ni habrá raza tan noble y fiel a la casa real como ellos.
—Pues se hubiera evitado la tortura si hubiese hablado cuando se lo pedí de forma amable, ese simplemente es el resultado de sus actos.
—Pondrás al reino en tu contra con este tipo de decisiones.
—¿Sí? ¿Y quién se va a enfrentar a mí? ¿Los guerreros Jagears? ¿Tú? No seas ridículo —rio—. Aún si toda esa bola de gatos luchadores quisiera levantarse contra mí, yo cuento con mis propios guerreros, mucho más-
—Aunque tus malditos Pardos lo intentaran, jamás le ganarían a nuestra raza guerrera. Son mucho más grandes, musculosos y fuertes.
—Pero menor en números, no lo olvides —sonrió.
—¿Para qué mierda quieres a Tariel? ¿Por qué torturaste a Ivanska?
—Porque quiero y puedo hacerlo, porque todo aquel que vaya en contra de mis órdenes, será eliminado, simplemente por eso, hermanito bastardo —pronunció con una sonrisa falsa—. Ahora largo tú también de aquí, antes de que me arrepienta y ordene que el próximo que termine en el sótano, seas tú.
—Majier está furioso, y sabes muy bien la influencia que él tiene. Ya asesinaron a Geliank... Te aseguro que la muerte de otro Jagears, no será bien tomada en la comunidad, Izlang.
...
