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Katherine Mora amaba escribir sobre el amor y aprovechaba su talento cobrando por cartas y poemas en su escuela. Todo iba bien hasta que Addison le pidió ayuda para conquistar a Owen Cooper, su mejor amigo. Katherine aceptó, incluso ofrec...
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—¡Vamos, Katherine! —gritó Mason desde el coche de mi mamá, sacando medio cuerpo por la ventana—Si tardas más, empezamos sin ti la maqueta y la pizza.
—Cállate, idiota —le lancé mi toalla en broma antes de meterme al asiento trasero.
Íbamos apretados, con cartulinas, cajas, materiales reciclados y hasta el pegamento en spray que, según Miguel, “es mágico pero huele a patas”. El camino a mi casa fue más risas que otra cosa. Se sentía bien. Normal. Como si por unos minutos, todo fuera como antes.
Al llegar a mi casa, bajamos del auto y mamá se fue directo a su cuarto con una taza de té, diciendo que no hiciéramos ruido... aunque sabía perfectamente que eso no iba a pasar.
Nos instalamos en la sala, empujamos la mesa del comedor y extendimos todos los materiales como si fuéramos a construir una maqueta de la NASA.
Yo me senté en el suelo, pegando las primeras piezas. Owen se sentó frente a mí, tan cerca que nuestras rodillas casi se tocaban. Y no me miraba como a una compañera más. No después de eso.
—¿Ya te sientes mejor? —me preguntó, como si fuera una excusa para hablar, pero su voz tenía otra intención escondida.
Levanté la vista, vi su pequeña sonrisa.
Esa que usa cuando quiere saber más de lo que está preguntando.—Un poco. —respondí bajito.
—¿Segura?
—Sí.El empujar a mis compañeras sirvió para sacar mi enojo.—Reímos.
Owen asintió, como si entendiera más de lo que decía. Y no necesitábamos más palabras.
Durante un rato trabajamos tranquilos.
Miguel y Malachi discutían sobre qué cartulina se veía más “cool”, Mason había hecho una pequeña torre con los tubos de cartón,que no tenía nada que ver con el proyecto y Owen y yo seguíamos concentrados...
De vez en cuando, nuestras manos se rozaban sin querer. O al menos eso fingíamos.
Él sonreía. Yo también.
Y no se sentía incómodo. Se sentía como... por fin.
—¡Oye, Kath! —gritó Miguel desde la cocina— ¿Dónde dejaste el cúter? ¿O lo tiene Owen?
—No lo traía malachi.
—Les tengo una mala noticia,su cúter salio corriente.—Lo mostró partido a la mitad.
—¿Cómo paso?—
—Eso es lo que pasa cuando le aplicas mucho calor.
—No es verdad.Malachi.—Lo miré mal.—Me debes uno nuevo.
