Jade Jhonson es impulsiva. Y aunque se ha prometido pensar antes de actuar, pronto se encontrará envuelta en un caos romántico lleno de magia y cupidos, cuando decide acercarse a su crush y amor imposible: Andrew Price.
Andrew estudia veterinaria y...
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Jade Jhonson.
22 de noviembre, 2019.
Reprobé. Estoy segura que reprobé mi examen sin importar que estuve una semana entera estudiando para él. Lo sé porque la profesora no paraba de pasearse por mi asiento, así como no dejaba de hacer muecas raras cada vez que husmeaba por sobre mi hombro el examen.
Es mi primer examen presencial y yo he reprobado. Soy una vergüenza.
Frunzo mi ceño y aparto las ganas de llorar al sentir cómo mi visión comienza a volverse nublada.
No, no soy una vergüenza. Estuve estudiando toda una semana, lo intenté y si no consigo lograrlo, al menos sé que me esforcé.
¿Pero qué haré si repruebo? Evito soltar un chillido de frustración porque estoy en la calle y decido sacar mis audífonos del bolso para distraerme de camino a casa; necesito despejar mi mente. Cuando los saco, una tarjeta cae al suelo. La recojo y muerdo mi labio al ver de qué trata y lo pienso, en serio que lo pienso.
Finalmente recuerdo que él no estará allí y que este podría ser el plan perfecto para despejar mi mente por lo que queda del día, siempre y cuando no llegue tarde. Sin darle tantas vueltas, cambio de rumbo y, veinte minutos más tarde, me encuentro entrando con una sonrisa al taller de cerámica.
—Bienvenida a Eteria, ¿cómo puedo ayudarte? —Una chica en recepción me recibe con una agradable sonrisa.
—Gracias, yo... Mi nombre es Jade y me enteré que hoy darían un taller —hago una pequeña mueca—. Espero no haber llegado tarde.
—¡En lo absoluto! Llegas justo a tiempo, Jade. —Saca una hoja de una cajón y me la tiende junto a un bolígrafo—. Mientras llenas este formulario, iré a avisar que una chica más se unirá. ¿Te parece?
—Está bien, pero... el taller fue un regalo de parte de un amigo —comento al ver la sección de pago.
—Oh, en ese caso solo escribe el código de la tarjeta de regalo en métodos de pago y estaría todo listo.
—Vale, gracias.
Sonríe y la veo alejarse por un pasillo con sus rizos bailando de lado a lado. Mientras espero, lleno la ficha con mis datos. Transcurren, lo que creo, son unos cinco minutos y la chica regresa, justo que cuando ya he terminado de llenar la ficha.
—Todo está listo —dice y le tiendo la hoja. Revisa el formulario, asiente y coloca un sello—. Perfecto, Jade. Acompáñame por aquí.
La sigo por un corto pasillo y luego entramos a una gran sala que es el taller. Hay al menos unas cuatro personas: una señora, dos chicas y un chico. Cada uno está ubicado en lo que será su espacio de trabajo. La recepcionista me guía hasta un lugar vacío, casi al fondo y me tiende un delantal.
—Vale, Jade. Estas serán tus cosas de trabajo y te advierto que, aunque uses el delantal, existe una alta probabilidad de que salgas hecha un desastre —bromea.