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Katherine Mora amaba escribir sobre el amor y aprovechaba su talento cobrando por cartas y poemas en su escuela. Todo iba bien hasta que Addison le pidió ayuda para conquistar a Owen Cooper, su mejor amigo. Katherine aceptó, incluso ofrec...
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Al día siguiente, la mañana estuvo un poco más cálida de lo que me hubiera gustado.
Era uno de esos días en los que no quería salir de la cama, pero, como siempre, la rutina me empujó fuera de la comodidad de las sábanas. Aún sentía el nudo en el estómago, esa incomodidad que surgió después de todo lo que había pasado con Owen la noche anterior. Pero, como siempre, traté de dejar todo atrás al salir por la puerta.
Miguel y yo llegamos a la escuela despues de unas de sus tantas platicas raras.
Cuando llegamos al pasillo de siempre, me encontré con lo último que esperaba: Owen, en su chaqueta de siempre, con su mochila colgada y esa sonrisa que sólo me había hecho sentir como si estuviera viendo todo desde otro ángulo. Cuando me vio, su expresión cambió, y sin pensarlo mucho, se acercó.
—¡Kath! —dijo, con esa sonrisa tonta, abriendo los brazos para un abrazo.
Sin pensarlo, me lancé hacia él. El abrazo fue rápido, quizás demasiado rápido para lo que otros esperaban. Pero eso fue todo lo que hicimos. No hubo palabras, ni miradas profundas. Fue solo un "hola" en forma de abrazo, tan natural como si no hubiera pasado nada.
Lo que no esperaba era la reacción del resto. Al principio, nadie parecía haber notado nada. Pero después, las miradas comenzaron a llegar, en especial las de las chicas. Algunos cuchicheos empezaron a invadir el aire, y pude sentir las ondas de incomodidad recorriendo el pasillo.
—¿Eso es... normal? —me susurró Malachi mirando a Owen y luego a mí.
Me encogí de hombros, fingiendo que no me importaba. —Lo que sea que pienses, no hagas caso.
Pero a lo largo del día, la incomodidad se hacía más palpable. No por el abrazo en sí, sino por las miradas furtivas y las pequeñas sonrisas que otros trataban de esconder. Nadie dijo nada, pero sabían algo. Sabían que había algo distinto.
La campana sonó, y el día siguió como cualquier otro, pero mi mente no dejó de dar vueltas. Cuando llegó el descanso, me encontré caminando sola hacia el lugar donde siempre nos reuníamos con Addison, como si mi cuerpo supiera lo que tenía que hacer. No quería pensar más en eso, no quería que nadie me preguntara.
No quería seguir actuando como si nada hubiera cambiado.
Encontré a Addison en su lugar habitual, sentada en las escaleras del patio, con la mirada perdida en su teléfono. Al verme, levantó la vista y sonrió, pero su sonrisa desapareció al instante cuando vio mi cara.
—Kath, ¿qué pasa? —preguntó, dejando el teléfono a un lado y levantándose.
—Necesito hablar contigo.—La mire impaciente y ella asintió.La tome de la muñeca y sin esperar más caminé por las escaleras rumbo a buscar un salón vacío.