—Hasta aquí es lo máximo que puedo alejarme, rey Ezlang, lamento no ser de más ayuda.
—No lo hagas, has sido de mucha ayuda, gracias y regresa con cuidado.
—Buena vida, señor.
Ezlang asintió con la cabeza y abrió la puerta de la carroza para bajar junto a su hijo y Gala, que ya había dejado de llorar.
—Tendremos que caminar un poco más, para poder adentrarnos a la selva. No es seguro quedarnos en el camino, a la vista de todos.
—De acuerdo —pronunció con molestia Tarek, comenzando a caminar hacia la dirección que su padre estaba mirando.
Gala los siguió por detrás, sintiendo un dolor horrible en el pecho, tanta angustia y tristeza, se había convertido ya en un dolor físico.
—A este paso terminarán por encontrarnos, gracias a esa estúpida humana —gruñó el muchacho.
—Tarek —pronunció en advertencia su padre.
Gala se detuvo, dejando que el joven príncipe se adelantara y que Ezlang se detuviera también, caminando hacia ella.
—¿Qué tienes? ¿Qué te ocurre? ¿Estás cansada?
—Sí, demasiado —susurró en un tono quebrado.
—Está bien, puedo llevarte en mi espalda, sube —le dijo girándose para darle la espalda a ella y agacharse un poco.
Pero Gala negó con la cabeza, comenzando a sollozar, antes de cubrirse el rostro con ambas manos y sentarse en el suelo, desconcertándolo.
—Gala.
—Estoy cansada de estar aquí, de sentir que soy una carga para todos, un problema, cuando yo ni siquiera pedí que me salvaran. Estoy harta de que me juzguen por mi manera de ser, de sentir y... Qué me desprecien, estoy muy cansada, Ezlang, muy cansada de vivir.
Se sentó junto a ella, mirando hacia adelante.
—Cuando Mofak me pidió que te salvara de los clivents, lo hice por obligación, no porque tú me importas, sino porque le debía el favor... Pero desde el momento en que te tuve en mis brazos por primera vez, tan frágil, tan herida, sentí que debía protegerte, cuidarte.
—T-Tendrías que haber dejado que esas bestias acabaran conmigo, y no estuvieron muy lejos de conseguirlo —sollozó con angustia.
—¿Y perder la mujer más hermosa que haya visto?
Levantó la cabeza y lo miró, sin poder dejar de llorar.
—Tú me atraes de un modo que nadie más lo ha hecho, y eso es innegable luego del celo que he experimentado al sentir que tú... Estabas ovulando —pronunció lo último desviando la mirada—. Lamento mi comportamiento tan primitivo, animal, habrá sido muy confuso para ti de entender, pero esto es lo que somos después de todo.
—¿P-Podrías abrazarme? —le pidió en un susurro.
Ezlang lo hizo, la abrazó contra su pecho, envolviendo entre sus brazos su delgado y frágil cuerpo, sintiéndola nuevamente, llenándolo de tranquilidad. El rey cerró los ojos y la estrecho más contra sí mismo, respirando profundo, llenándose de su aroma.
Gala era nuevamente sólo suya.
***
—Los humanos son un problema, hermanito, tú más que nadie debería saberlo, eres el producto de una —sonrió Izlang—. Ahora tienes la mierda hasta el cuello gracias a esa estúpida obsesión tuya por querer tener un heredero, patético.
Mofak observó al actual rey de Tamak'Atak y apretó los dientes, con rabia.
—Que te hayas llevado a las tres humanas que iban a ejecutar, no me interesa en lo más mínimo, pero, tienes dos cuestiones que sí me competen, y esas son Ezlang y Tariel. No sólo permitiste y ayudaste a que Ezlang entrara a mí palacio y se llevara al niño, sino que también eres el responsable de la desaparición de Tariel. ¿Cómo planeas resolver esto? Te escucho.
Izlang caminó hasta un sillón y se sentó allí, observándolo expectante. Aquel sillón había sido de su padre, podría considerarse una especie de trono después de todo.
—De lo único que soy responsable, es de ayudar a Ezlang con su hijo. Lo que haya pasado con Tariel, no fue culpa mía, ella debía regresar a su comunidad y se fue de mi casa en compañía de un oficial especializado en pelea y defensa personal, no se la llevó cualquier guerrero, fue escoltada por un guardia de la familia real.
—Ajá, sí, ya escuché esa historia, ahora lo que yo quiero saber, es cómo harás para solucionar esto.
—Ya di la orden para que envíen un grupo de rastreadores a buscar a Tariel.
—Mm ¿Y con respecto a Ezlang?
—Ezlang no es un problema para ti, ni él, ni el niño. Él sólo vino aquí para llevarse a su hijo, sus intenciones no son recuperar el reino o pelear contigo.
—Sí, pero el problema es que yo ya no confío en tí, tú palabra en estos momentos no vale para mí —sonrió—. O me demuestras lealtad, trayendo a Ezlang aquí junto a Tarek, o te exilio.
—¿Para qué lo quieres?
—Eso a ti no te importa. Así que ya sabes, o lo traes, o te obligo a irte, tú decides.
***
—No dormiré ahí dentro con esa humana —pronunció con molestia Tarek.
En la carroza, habían llevado la tienda que anteriormente utilizaron los guardias de Mofak en la espera de Ezlang. Y además, les habían dado las provisiones y algunos materiales y artefactos que les serían de ayuda en su nueva vida alejados de todo.
—La noche en la selva es muy fría, entra con Gala ahí, y deja de ser tan orgulloso —le dijo su padre, mientras se aseguraba que la fogata permaneciera encendida.
—¿No te das cuenta aún que la detesto? Tuvimos que huir por culpa de ella, todo lo que ocurrió en nuestras vidas ¡Fue por su culpa! —le gruñó—. Renunciaste a tu reino, nos arrastraste hasta aquí ¡Todo por ella!
Ezlang respiró profundo, y luego soltó el aire lentamente.
—No, no fue culpa de Gala, Tarek, si hay un culpable aquí, soy yo. Fui obligado a ocupar un puesto que jamás quise, y por el cual no estaba preparado tampoco.
—Esa charla la conozco desde que tengo memoria, ahorratela —masculló dándole la espalda, para irse.
—¿A donde irás?
—A dar una vuelta por ahí, no tengo sueño, ni estoy cansado, y cuando más lejos de esa humana esté, mejor.
Ezlang negó con la cabeza y continuó observando el fuego... No sería fácil la convivencia para ninguno de los tres.
...
