¿Cómo...? Dios, ni siquiera sabía cómo se respiraba en ese momento, lo único que podía sentir, era una gran cantidad de sensaciones, de sentimientos que no había experimentado antes.
Su corazón latía tan rápido, que su respiración se había acelerado junto a su pulso, sintiendo el cuerpo quemar.
Sus labios, sus besos eran una mezcla entre rudeza, un deseo casi incontrolable, y ternura. ¿Cómo podía ser posible que sus labios fueran tan suaves al momento de probar su piel?
Era la primera vez que un hombre la veía de ese modo, desnuda, completamente vulnerable a él... Y la primera vez que un hombre la besaba y la tocaba también.
Un suave gemido salió de sus labios entreabiertos, apretando sus uñas en la espalda de él, y lo sintió ronronear contra su pelvis, provocando que la rubia se estremeciera al momento de continuar descendiendo.
—N-No —jadeó, llevándose una mano al rostro, para cubrirlo por la pena que aquello le estaba causando.
El oficial se detuvo y miró hacia arriba, sonriendo suavemente al verla de ese modo.
De acuerdo, si ella no quería probar aquello, no lo haría.
Tariel era dulce en todo sentido.
***
Gala observó la selva desde su balcón, cubierta con una manta, sentada en el suelo. Miró la luna y luego cerró los ojos, apoyando su cabeza contra una de las paredes.
No volvería jamás a su hogar, eso era un hecho, pero... Ahora se sentía más sola que al comienzo. Ivanska se había llevado a Tariel, alegando que la joven rubia estaría a salvo en su comunidad, alejada de la disputa real.
Era su única amiga, y ya no la vería tampoco.
Mofak había salido en busca de Ezlang, para intentar convencerlo de regresar a la casa real y poner orden. Pero hasta el príncipe dudaba que fuera a escucharlo.
Quizás, ni siquiera regresaría por su hijo.
Las humanas estaban en un estado muy delicado, luego del ataque de las aberraciones de Mofak, es por eso que tampoco podía tener contacto con ellas, e intentar hablar.
Y aunque los siervos y guardias de Mofak eran amables con ella, eran muy reservados. Con las únicas dos personas que hablaba, se habían ido el mismo día.
Necesitaba comenzar a socializar, de hacerse amigos, o terminaría por volverse loca.
***
Le había llevado un día y medio poder llegar hasta la cabaña donde Ivanska le había dicho que se encontraba Ezlang. Y por el humo que salía de la chimenea de la misma, sabía que él estaba allí.
—Quédense aquí, vigilen la zona, y ante cualquier sospecha, vayan a buscarme ¿De acuerdo? —le dijo a los soldados que lo habían acompañado, antes de dirigirse solo a la cabaña.
Y antes de que pudiera tocar la puerta, Ezlang la abrió, mirando con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres aquí, Mofak?
—Hablar contigo.
—¿Quieres hablar conmigo trayendo a tus oficiales de respaldo? ¿Qué tipo de charla quieres tener realmente?
