──★ 🪐 ̟!!
Katherine Mora amaba escribir sobre el amor y aprovechaba su talento cobrando por cartas y poemas en su escuela. Todo iba bien hasta que Addison le pidió ayuda para conquistar a Owen Cooper, su mejor amigo. Katherine aceptó, incluso ofrec...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Diez de la mañana, y nadie se había levantado aún...Aunque ni ganas daban,el clima estaba raro,nublado y hacia frío.
Un día antes juraba que me moría por que hacía demasiado calor.
La mamá de Malia había llegado a casa a las seis, después de su turno nocturno.
Por eso habíamos hecho la pijamada, para no dejar sola a Malia. Pero su mamá solo entró, comió algo rápido y, media hora después, ya se había ido de nuevo.
Casa sola. Ruido cero. O casi.
—¡Ya levántense! —dije mientras empujaba suavemente a los dos que tenía al lado: Owen y Miguel.
—Cállate, Katherine… déjame dormir —murmuró Miguel, con la cara enterrada en la almohada.
—No le hables así —respondió Owen desde el otro lado, medio dormido, pero claramente despierto para pelear.
—Es mi hermana, yo sabré —replicó Miguel, sin abrir los ojos.
—Y es mi amiga, así que no, no puedes —le respondió Owen con calma, como si fuera una regla universal.
—Yo la conozco mejor.
—Eso dices.
—Okey, okey, ¡basta! —los interrumpí, sentándome entre ellos con los brazos cruzados— ¿Pueden dejar de discutir por cinco minutos?
—¡La defiende su novio! —gritó Malachi desde el otro lado de la sala, con voz traviesa.
—¡La defiende su novio! —repitió Mason, ya completamente despierto, con tono burlón.
—¡La defiende su novio! —canturrearon las chicas, riendo mientras se sentaban con el cabello hecho un desastre.
Y yo... yo solo podía hundirme en la cobija del oso gigante, roja como tomate y deseando que el piso me tragara.
—¡La defiende su novio! —seguían cantando, como si no tuvieran otra cosa mejor que hacer.
—¡Ya cállense! —me quejé, enterrando la cara en la cobija—No es mi novio.
—Aún —susurró Owen, apenas audible, tan bajo que no supe si lo había dicho él… o si lo había imaginado yo.
Mi corazón explotó. Otra vez. ¿¡Cómo se supone que una sobrevive a eso!?
Pero antes de que pudiera procesarlo, Miguel se sentó y lo fulminó con la mirada.
—¿Qué dijiste?
—Nada —dijo Owen, encogiéndose de hombros, como si no acabara de lanzarme una bomba emocional en plena sala de estar.
—¿Vas a empezar con eso también tú? —preguntó Miguel, alzando una ceja.