capitulo 22: una promesa bajo el cielo

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La boda de Akaashi.

El jardín estaba adornado con flores blancas y tonos azul claro. Luces colgaban de los árboles, bailando con la brisa suave del atardecer. Todo parecía salido de un sueño.

Akaashi caminaba lento por el pasillo decorado con pétalos, vestido con un traje blanco de lino, su vientre de ocho meses perfectamente visible, acariciado por sus manos. Cada paso que daba, los ojos de Bokuto brillaban más. No había duda en su mirada: estaba perdidamente enamorado.

—Estás hermoso —susurró Bokuto apenas lo tuvo frente a él, sin poder resistirse a besar su frente.

La ceremonia fue íntima, rodeados solo por sus seres más cercanos. Hinata y Kenma lloraron más de lo esperado, mientras los alfas trataban de mantenerse firmes, aunque Kuroo terminó limpiándose los ojos disimuladamente.

—Prometo cuidarte a ti, a nuestros hijos, y a este amor que construimos —juró Bokuto, con la voz temblando.

—Y yo a ti. Siempre —respondió Akaashi, con una sonrisa suave y lágrimas brillando en sus mejillas.

Se besaron con dulzura, sellando un capítulo… y comenzando otro.

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Un mes después…

Las estaciones empezaban a cambiar, y con ellas, las vidas de todos.

Akaashi, con ocho meses de embarazo, descansaba más que antes, aunque no podía evitar dar órdenes suaves desde el sofá mientras organizaban la habitación de los gemelos. Bokuto no se separaba de él ni un segundo. Dormía a su lado, hablaba con los bebés cada noche, y preparaba desayunos aunque Akaashi solo comiera dos mordidas entre antojos cambiantes.

Kenma, ahora con seis meses, vivía días tranquilos y amorosos. Su boda con Kuroo fue pequeña pero mágica, celebrada en un invernadero rodeado de libros, velas y música suave. Él no necesitaba grandes fiestas, solo quería a su alfa, a su lado, y lo consiguió. Kuroo se desvivía en detalles, asegurándose de que Kenma se sintiera amado, mimado y protegido en todo momento.

Hinata y Kageyama, por su parte, celebraron su boda en la playa, justo al atardecer. Hinata, con su vientre de siete meses, corrió descalzo por la arena hasta los brazos de Tobio. Fue una ceremonia alegre, llena de risas y besos robados. Kageyama lo miraba como si no existiera nada más en el mundo. Y cuando bailaron, con la panza de Hinata entre ellos, el resto del mundo simplemente desapareció.

Aquel mes fue más que bodas. Fue crecimiento. Unión. Amor desbordado.

Una mañana cualquiera… o eso creían

—¿Esto huele raro para ustedes también o soy solo yo? —murmuró Hinata, frunciendo la nariz frente a la olla que estaba en la estufa.

—No eres tú. Creo que quemaste el arroz —Kenma dijo desde la mesa, con una sonrisa suave y una mano sobre su vientre.

—¡No fue mi culpa! ¡El bebé me hizo estornudar justo cuando…! —Hinata se detuvo cuando notó el silencio repentino detrás de él—. ¿Akaashi?

Akaashi estaba junto a la encimera, con las manos apoyadas y una expresión rara. Su rostro se había puesto pálido, y sus labios entreabiertos temblaban un poco.

—Keiji… —Kenma se incorporó lentamente, ya preocupado—. ¿Qué pasa?

Akaashi bajó la vista. Había un charco creciente bajo sus pies. Respiró hondo, pero su voz salió quebrada:

—Rompí fuente…

Hinata se quedó congelado por un segundo antes de soltar un grito ahogado.

—¡Bokuto! —gritó, sacando el celular mientras Kenma ya se acercaba para sostener a Akaashi—. ¡Los bebés vienen!

Dos mundos, un latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora