-¿Quién es mi Omega? -gruñó Harry, su voz grave, ronca, con un filo de amenaza en cada palabra.
Draco no respondió de inmediato, su orgullo luchando contra su cuerpo.
Entonces un dedo lo rozó justo ahí, provocándole un espasmo que lo dejó sin aire...
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Pansy deslizó sus dedos con descaro por el escote de Hermione, empujando apenas el suéter del uniforme hacia abajo hasta que la tela dejó al descubierto la parte superior de su pecho.
-Aquí estará perfecta-murmuró con voz rasposa, sus colmillos rozando la piel sensible justo arriba del busto izquierdo.
-Parkinson-Hermione jadeó, entre el deseo y la confusión-¿Qué estás...?
-Shhh, Osita-ronroneó Parkinson, antes de inclinarse y morder.
Fue una mordida controlada, sensual, pero con la fuerza justa para dejar una marca visible.
No sangró, pero ardió un segundo.
Hermione sintió cómo la magia de Alfa envolvía su piel, dejando un tatuaje sutil que brilló por un instante con un tono rojizo.
Era una marca temporal, pero poderosa, como un encantamiento antiguo que decía "Esta Omega está reclamada".
-Ahora sí, ya nadie se te va a acercar en este celo, Granger-susurró Pansy con una sonrisa arrogante, pasando la lengua por la marca-Y si lo hacen, van a olerme en ti.
Hermione estaba entre temblorosa y completamente derretida.
Su corazón latía como loco, y su cuerpo pedía más.
Pero su mente, por muy nublada que estuviera, no podía evitar murmurar:
-Estás loca...
-Por ti, tal vez-rió Pansy, lamiendo ahora el borde de su oreja- ¿Quieres que la próxima vez sea permanente?
Hermione no respondió con palabras.
Solo dejó escapar un suave gemido, mordiendo su propio labio.
Parkinson no la soltó en ningún momento.
La tomó de la mano y caminó con paso firme por los pasillos hasta llegar a su habitación en la sala común de Slytherin.
Apenas cerró la puerta, la empujó suavemente contra la cama, contemplando su obra con los ojos brillando de deseo.
Hermione estaba roja, los rizos revueltos, la blusa medio abierta, y esa marca encima del busto que latía como si tuviera pulso propio.
Pansy se agachó sobre ella, apoyando sus rodillas en el colchón.
-Déjame ver cómo quedó...-murmuró ronca, antes de bajar su cabeza y lamer la marca con lentitud.
Su saliva era cálida, espesa, mágica.
Hermione sintió un cosquilleo delicioso que se expandió por todo su pecho hasta los dedos de los pies. Cerró los ojos, y sus labios temblaron al dejar escapar un jadeo suave.
-Eso ayudará a que no duela-susurró Parkinson-Pero también te va a poner más sensible... más mía.
Hermione abrió los ojos justo cuando Pansy bajó un poco más, lamiendo el borde inferior del busto, bajando a través del abdomen con una calma exasperante.
-Parkinson...-susurró.
-Dime Pansy-dijo la Alfa sin levantar la vista-Y no digas nada más, esta noche soy tu celo, Granger.
Las manos de Parkinson se deslizaron por los muslos de Hermione, subiendo lentamente mientras su boca seguía el mismo camino, dejando besos, lamidas y suspiros.
Hermione ya no podía pensar, solo sentía cómo se derretía bajo el calor Alfa que la reclamaba poco a poco, tan dulcemente feroz que le hacía olvidar hasta su propio nombre.
Pansy no solo lamía la herida, la adoraba.
Sus labios recorrían la piel de Hermione como si cada centímetro fuera sagrado.
Después de todo, estaba marcando su territorio, pero también reconociendo a la mujer que siempre le había obsesionado en silencio.
Hermione tenía las mejillas encendidas, los labios entreabiertos y los ojos humedecidos por todo lo que sentía.
Era más que físico.
Era la forma en que el cuerpo de Pansy parecía envolverla por completo, protegerla, pero también reclamarla.
-Parkinson, esto no es solo por el celo, ¿cierto?-murmuró, con la voz temblorosa.
Pansy se detuvo justo a la altura de su vientre, la miró desde abajo, con los ojos más suaves de lo que Hermione hubiera imaginado jamás en una Alfa como ella.
-No, Granger-dijo con una media sonrisa-A ti te quiero incluso cuando llevas esas ridículas pantaletas de ositos.
Hermione se rió suavemente, casi con vergüenza, y Pansy aprovechó ese momento para volver a subir por su cuerpo, apoyándose en sus codos para mirarla de frente.
-Voy a cuidarte, no solo esta noche, ¿sí?-le susurró contra la oreja.
Y entonces la besó.
Un beso que no fue solo lujuria, sino promesa.
Una unión tan profunda como cualquier vínculo mágico.
Hermione respondió, entrelazando sus dedos con los de Pansy, dejando que todo lo que sentía la atravesara sin miedo.
Cuando el deseo volvió a encenderse, no fue solo por el celo.
Fue porque, por primera vez, ambas estaban dispuestas a caer... juntas.
Pansy seguía con la lengua acariciando la entrada ardiente de Hermione, hasta que sintió que la tensión se acumulaba con más intensidad.
Su instinto Alfa la empujaba a hacer más, pero su corazón la guiaba con paciencia.
No quería hacerle daño, quería que Hermione la deseara en cada fibra de su ser.
Entonces, con una mano firme y cálida, llevó sus dedos hacia ella.
Los pasó muy despacio, acariciándola apenas, como si leyera un libro antiguo y sagrado.
Hermione se estremeció, su cuerpo tembló ante el primer contacto.
-Solo un poquito...-susurró Pansy contra su piel-Quiero prepararte bien, amor.
Y cumplió su palabra.
El primer dedo entró despacio, con cuidado, como si no quisiera romper nada.
Hermione soltó un gemido suave, ahogado contra la almohada.
No dolía, solo era intenso.
Un calor que se expandía con cada movimiento lento y profundo.
Pansy le murmuraba palabras dulces, entre caricias y besos.
El segundo dedo vino después, con igual paciencia, girando suave, abriéndola sin apuro.
La Alfa no quería prisa, quería que Hermione lo sintiera todo: su cuidado, su deseo, su entrega.
El núcleo ya no ardía de dolor.
Ardía de placer.
-Estás perfecta...-murmuró Pansy, sin dejar de acariciarla por dentro-Tan cálida, tan mía.
Hermione apenas podía hablar, sus piernas temblaban y sus mejillas estaban encendidas.
Pero su voz se abrió paso entre suspiros y deseo.
-No pares...
Y Pansy no lo haría.
No hasta que Hermione se rindiera por completo, y su vínculo se sellara con un amor tan feroz como tierno.