🍷𝔡𝔦𝔢𝔠𝔦𝔰𝔦𝔢𝔱𝔢

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La habitación estaba envuelta en una penumbra elegante, sólo rota por el suave resplandor dorado que se filtraba desde la lámpara de cristal colgando del techo

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La habitación estaba envuelta en una penumbra elegante, sólo rota por el suave resplandor dorado que se filtraba desde la lámpara de cristal colgando del techo. Jungkook, frente al espejo de cuerpo entero, ajustaba los puños de su camisa negra, cuyos detalles plateados brillaban como colmillos a la luz. El reflejo que le devolvía el espejo era el de un príncipe perfecto: rostro sereno, mirada intensa, el cuerpo tallado por los años de entrenamiento... pero sus ojos, profundos y oscuros, estaban vacíos.

Mientras se abrochaba el último botón de su chaqueta de terciopelo, la puerta se abrió suavemente. Su madre, la Reina, apareció en el umbral con una sonrisa amplia, casi nostálgica. Vestía un vestido burdeos que la hacía parecer salida de una pintura antigua, con el cabello recogido en un moño alto adornado por un broche de rubíes.

—Ahh, Jungkook —dijo con un suspiro cargado de emoción—. Estás tan apuesto esta noche. Te pareces tanto a tu padre cuando era joven...

Jungkook la miró a través del espejo y le ofreció una sonrisa cortés, aunque ausente.

—Gracias, madre. Pero te noto muy emocionada esta noche. ¿Hay algo más que el banquete?

Ella se acercó, rodeándolo por detrás y acomodando un pliegue invisible en su hombro. Se notaba nerviosa, pero su tono era ligero.

—Oh, bueno... ¿cómo no iba a estarlo? Esta noche es... especial. Para ti.

—¿Para mí? —frunció el ceño y se giró a verla directamente—. ¿Por qué?

La reina soltó una risita suave, casi infantil, y evitó su mirada por un segundo.

—Vamos, hijo, no arruines la sorpresa. Sólo... Sé tú mismo. Todos te están esperando abajo.

Sin esperar respuesta, le tomó del brazo con elegancia vampírica y lo condujo fuera de la habitación. Bajaron por las escaleras principales del castillo, donde los candelabros flotantes y las antorchas mágicas lanzaban destellos cálidos sobre los muros de piedra oscura.

El salón de recepción ya estaba lleno. Los miembros del consejo vampírico, embajadores de clanes, nobles de linaje antiguo y varios hombres lobo aliados, bebiendo copas de sangre añeja y riendo con aires teatrales.

—Príncipe Jungkook —saludó a uno de los miembros del consejo, un anciano de piel pálida y sonrisa rasgada—. Qué honor tenerte entre nosotros esta noche.

Jungkook inclinó la cabeza ligeramente. Era cortés, pero sus sentidos estaban agudos. Algo no encajaba.

Entonces las puertas se abrieron con un sonido teatral.

Todos giraron sus cabezas al ver llegar a la familia de los Von Auster -la familia de Katherine-. Caminaban como si ya fueran dueños del castillo. Vestidos con telas caras y joyas antiguas, reían entre ellos con aire de victoria.

Sabrina, la prima de Jungkook tenía un mal presentimiento. Esto no le gusta nada. Le mando un mensaje a Taehyung contándole lo que está pasando y este me dijo que iba para allá.

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