Dije que no iba actualizar pero no pude resistir....
Habían pasado ya dos semanas desde aquella noche en el restaurante. Todo en la mansión parecía fluir como siempre, pero algo en el ambiente había cambiado. Pequeños detalles que nadie quería mencionar en voz alta… pero que comenzaban a notarse.
—¿No se supone que hoy él iba a preparar el té? —preguntó Hinata, mirando hacia el pasillo.
Unos minutos después, Keiji apareció con pasos arrastrados, cabello ligeramente desordenado y ojeras suaves debajo de sus ojos.
—Buenos días… —saludó en un murmullo, sentándose con lentitud.
Kenma levantó la vista.
—¿Dormiste bien?
—Mucho. Demasiado, diría yo —contestó con una sonrisa ladeada, frotándose el cuello—. Me costó despertarme.
Hinata le pasó un plato con fruta, pero Akaashi arrugó la nariz y lo apartó.
—¿Qué es eso? ¿Eso tiene canela?
—Un poco… ¿te molesta? —preguntó Hinata.
—Últimamente no soporto ese olor —murmuró, bajando la cabeza.
×°×°×°×El sol entraba por los grandes ventanales de la sala de estar. Era una tarde suave, sin sobresaltos. Los omegas estaban recostados entre almohadas y cobijas, mientras los alfas compartían ese raro momento de calma, todos juntos.
—Kageyama… —llamó Hinata, estirando la mano desde el sillón—. Quiero algo dulce.
—¿Qué quieres?
—No sé… algo que tenga chocolate y fresa.
Kageyama se levantó sin protestar. En la cocina, Bokuto ya estaba hurgando en la nevera.
—Akaashi me pidió panqueques con miel y crema batida… y frambuesas.
—Kenma quiere un biscocho de vainilla —agregó Kuroo, abriendo alacenas.
Durante los siguientes veinte minutos, los alfas iban y venían, preparando pequeñas bandejas, llevando dulces, cortando fruta, hasta que todo quedó servido frente a sus mimados omegas. El ambiente era suave, tranquilo. Todo parecía en orden.
Hasta que Keiji alzó su teléfono y se quedó completamente en silencio.
—¿Qué pasa? —preguntó Hinata, acercándose curioso.
Keiji giró el celular para mostrar la pantalla. Una pequeña publicación de una cafetería artesanal en Aomori mostraba una caja de dulces coloridos, perfectamente decorados.
—Esos… esos son los que quiero ahora.
—Keiji… —suspiró Bokuto—. ¿No acabas de comerte tres panqueques?
—Sí, pero eso no es esto. Mira esa cobertura… no es lo mismo. ¡Es otra cosa!
—¡Ay, se ven hermosos! —dijo Hinata, acercándose aún más—. ¡Yo también quiero eso!
—¿Dónde es eso? —preguntó Kuroo, mirando por encima del hombro de Kenma, quien ya leía los comentarios.
—En Aomori —respondió Kenma con voz neutra—. Al norte. Casi cinco horas por carretera… o una en avión privado.
Hubo un silencio tenso.
—¿Qué? —exclamó Kageyama—. ¡¿Una hora en avión por unos malditos dulces que vieron en internet?!

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Dos mundos, un latido
RomanceBokuto y Kageyama, hermanos ricos y herederos de un imperio, deciden escapar de las expectativas familiares y vivir como personas normales. En otro lado, Hinata y Akaashi, mejores amigos con pocos recursos, sueñan con un futuro mejor. El destino los...