Capítulo 64

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La rana rené.

Jake.

—¿Entonces por eso casi acabas con mi vida por el traje? —exclamó fristrado el chico que anteriormente se encontraba en el traje de la rana, mientras se limpiaba la nariz con una servilleta.

—Es que necesito verla —susurré devuelta mientras me pasaba el traje por el cuerpo.

—Déjame decirte, amigo, todo eso es una puta mierda.

—Ya lo sé —reí y terminé de pasar el traje por mis hombros.

—Yo también lo hago por una chica.

—¿Qué?

—Ya sabes, es por eso que sucede a veces, se llaman... ¿celos? —soltó una risa nerviosa mientras pasaba una de sus manos por su nuca.

—¿¡Celos!? —solté una carcajada, entre incrédulo y divertido—. ¿Qué tiene que ver un traje de rana con los celos?

—Ella está en una cita. Con un tipo. En la cafetería de enfrente —murmuró, señalando con un leve movimiento de cabeza hacia el local.

—¿Una cita? ¿Y tú...?

—Se suponía que debía cuidarla. Le pedí que no fuera, pero no me escuchó —suspiró, visiblemente frustrado—. Aunque siendo honesto... creo que no quería que viniera. No a verlo a él.

—Ajá... —asentí, empezando a atar los hilos.

—¡Es que el tipo es un imbécil! —estalló, y sin pensarlo, le dio una patada al tacho de basura que teníamos al lado. El ruido metálico retumbó en la vereda—. ¡Míralo! —espetó, señalando con el dedo a través del vidrio—. Parece la encarnación de Estados Unidos: blanco, rubio, y con un ego del tamaño de Texas.

Reí al ver su cara llena de fastidio.

—Lo que uno hace por las chicas —dije y terminé de ponerme la máscara en el rostro —, no tienes ni idea de lo que llegas a hacer por amor.

—Ni que lo digas —soltó una carcajada.

—Me quedaría más tiempo si pudiera, pero necesito verla —dije mientras comenzaba a salir de la farmacia. —¡Te debo una, y te deseo mucha suerte con ella! ¡Arrasa con él! —Con mucha dificultad intenté subirme al auto pero con el traje era absolutamente imposible. —¿Me ayudas?

—¿En qué me metí?

Escuché como el chico exclamó.

—Te agradezco desde el alma —dije con dificultad, en cuanto logramos que entrara en el auto, ya que estaba torcido. Estaba torcido, pero dentro del auto.

—De nada, supongo.

—Estarás invitado a mi boda... —tartamudeé mientras intentaba dar con su nombre —¿Te llamas...?

—Zac.

—Jake —dije a modo de respuesta. Vi su asentimiento de cabeza y supe que ya era hora de marcharme. —Te lo debo —exclamé antes de arrancar y dejar atrás la farmacia.

Una Ilusión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora