Capítulo 58

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Sábado.

Jake.

—Estará bien, solo necesita descansar. El suero que se le estaba administrando debe seguir ingiriéndolo. Ya no es tan necesario como antes, por ello no le afectó el haberse quedado sin el varios minutos. Lo que causó el alboroto fue que se haya arrancado las ajujas de golpe, causó que su piel...

—Mierda... —Una dulce voz tira de mi oído haciéndome voltear el rostro de golpe. La alegría me invade de lleno en cuanto sus ojos voltearon a verme. Su dulce y cálida mirada abraza la mía, la cual se encontraba aislada, asustada y áspera.

—Hey —Me acerqué ella a la velocidad de la luz y arropé su cabeza con mis manos inundado por el miedo a que se golpee nuevamente. —No —Le impedí el movimiento y volví a hacer que se recostara. —Vas a lastimarte.

—¿Quién eres tú?

«No, por favor, otra vez no.»

—¿Sam? —El doctor se acerca a ella y atrae su mirada llena de confusión.

—¿Sam? ¿Quién es Sam? —Pregunta entre susurros y mi corazón vuelve a partirse en mil pedazos. «No puede pasar otra vez, por favor, no»

—Soy Alvaro y soy tu médico. Te encuentras en un hospital a causa de un accidente que tuviste hace ya unos días. ¿No recuerdas nada de eso? —Pregunta el médico mientras con una luz chequea sus ojos.

—No sé quién es Sam, ¿yo soy Sam? —Su voz vuelve a debilitarse haciendo que la máquina que chequeaba su pulso se disparara causando un gran alboroto al ver lo rápido que se le aceleraba el corazón. Me mantuve a una distancia prudente. Y desde la esquina de la habitación observaba con disimulo como el médico la miraba con una expresión de tristeza.

—Dentro de un par de horas te diré todo lo que quieras saber, tienes que descansar, ¿si? —Sam asintió con un poco de duda y el médico se volteó a verme. Me miró con tristeza, agachó la cabeza y me invito a salir de la habitación.

—¿Qué le sucede?

—No sé con certeza, tendremos que hacerle nuevos exámenes, pero puede... No, es imposible, esa situación se da en 1 entre 10 casos.

—¿Qué pasa? —Pregunté con miedo al oírlo divagar en voz baja para si mismo.

—No puedo hacer un veredicto justo ahora, necesitamos hacerle más estudios. Pero es preocupante. —El doctor volteó a ver a Sam—. Ella podría tener recuerdos fugaces —susurró—, tal vez podría estar recordando cosas que ya vivió, por algún olor, algo que ella tenía en un momento significativo de su vida. Su situación es algo compleja.

El doctor salió de la habitación y yo me quedé arrimado a la pared que se encontraba al lado de la puerta esperando aunque sea un ápice de reconocimiento en su mirada. Pero nada, ella seguía observando la pared nerviosa.

—¿Vas a seguir mirándome? —Habló tan de repente que me sorprendió, su cabeza volteó de golpe y sus enormes ojos me observaron. Mi pecho vibró, y unas mariposas revolvieron todo mi estómago haciendo que sintiera mi corazón en todas partes menos en donde debía estar. —¿Qué me miras tanto? ¿Te gusto o qué?

—Me encantas. —Las palabras salieron involuntariamente de mi boca y me alivié al ver que sus mejillas se tornaron de un tono rosado. Su boca se secó, y juro que sentí que me miró los labios.

—Te felicito, a mí también me encantas. —Sus ojos se abrieron de golpe al oír lo que dijo—. Me refiero a que yo también me encanto, no que tú me encantes. —sus ojos se llenaron de sorpresa al oír ese otro tropezón. —Cabe recalcar que no me encantas, me refería a mi, no a ti, ¿sabes? Mejor tengo que dejar de hablar, quién sabe si termine invitándote a salir. —Otro tropezón—. Vuelvo y repito, no es que quiera. —Su risa nerviosa salió a relucir y sentí como arropaba mi destrozado corazón. Su bella sonrisa causó un revoloteo en mi interior y me sentí feliz.

Una Ilusión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora