Un bostezo profundo se escapó de mis labios en cuánto mis ojos se abrieron lentamente. Me tomó unos segundos recordar dónde estaba. La habitación no era la mía, los muebles antiguos, el silencio sepulcral, el olor a madera vieja y a él, Guido.
Su brazo me rodeaba con firmeza, como si incluso dormido intentara no soltarme. Estaba tan cerca que podía sentir su respiración, profunda y tranquila, golpeándome la piel con suavidad. Tenía el ceño relajado, sus ondas caían por su rostro, y sus labios se encontraban entreabiertos de forma sutil. Dormido parecía más humano, más joven.
Más vulnerable.
Me quedé ahí unos segundos, en silencio, observándolo. Todavía me costaba entender cómo había terminado en ese lugar, después de todo lo que sabía. Pero al verlo ahí, tan frágil, tan hermosamente relajado, todo cobraba sentido en cuestión de segundos. Y sabía que podría dar mi vida con tal de tener esta imágen al despertar para siempre.
Con cuidado, deslicé mi cuerpo fuera de su abrazo. Él se removió levemente, pero no se despertó. Me puse de pie, descalza, y salí de la habitación.
La casa estaba en silencio. El aire tenía una quietud particular, como si el tiempo se hubiera detenido. Caminé por el pasillo con pasos suaves, observando cada uno de los detalles de la misma, hasta que el sonido de un vaso sobre mármol me guió a la cocina.
Ahí estaba Gastón, de espaldas, bebiendo tranquilamente de una copa con un contenido rojo, espeso. Ya no me sorprendía en lo más mínimo concluir que aquello era sangre. Al verme, alzó el vaso en una especie de saludo silencioso.
—¿Dormiste bien, cazadora de vampiros? —Soltó en un intento de broma, esbozando una sonrisa forzada que sólo logró ponerme incómoda. Fruncí el ceño.
—No es un apodo que me encante —murmuré, pasándome una mano por los ojos—. ¿Y Julia?
—Sigue dormida —Bebió un sorbo, tranquilo—. Cuando tu novio despierte, tenemos que decidir qué vamos a hacer con ella.
Lo miré un momento, tratando de leerlo. ¿Mi novio?
—¿Qué es lo que conviene hacer?
Gastón giró levemente el vaso entre los dedos. La sangre giraba como un vino espeso y oscuro. Tardó unos segundos en contestar.
—Ya te voy a explicar todo cuando Guido despierte. Si fuera por mí...estaría a salvo, lejos de esto. Pero no es tan fácil.
Había algo en su tono que me desconcertaba. No era frío, ni distante. Sonaba...cansado.
—Guido me dijo que vos no cazás. Que solo tomás sangre embotellada —Me crucé de brazos—. Y que les hiciste prometer que no iban a matar a nadie, ¿Por qué?
Vi cómo se tensaba de forma inmediata. La copa se detuvo. Se quedó mirando hacia un punto aleatorio de la habitación, como si hubiera olvidado que yo estaba ahí.
—Porque una vez amé a alguien —dijo. La voz le salió áspera, como si cada palabra raspara por dentro—. Y la maté.
No dije nada. No podía.
—Se llamaba Lucía —continuó—. Era humana, sabía lo que yo era. Y decidió quedarse igualmente. Me ofrecía su sangre voluntariamente, decía que si me amaba, eso también era parte de mí. Y yo...me dejé llevar.
Apoyó su espalda contra la mesada, mientras yo uní mis manos por delante de mi cuerpo, jugueteando con mis dedos con nerviosismo, no me esperaba ésto. Su gesto parecía agotado, cómo el de un anciano que ya está harto de vivir.

ESTÁS LEYENDO
ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAG
VampireElla siempre había deseado que finalmente aquellos ojos que tanto admiraba un día se fijaran en su dirección. Observaba embelesada como sus manos recorrían aquella guitarra, con su cabello rubio descansando sobre sus hombros y su semblante enigmátic...