Capitulo 34

2.2K 293 43
                                        

Ojos de Padre

Desde la mirada de Charlie Swan

Charlie nunca fue el tipo de hombre que expresaba mucho. Su amor lo mostraba en pequeñas acciones: una taza de café caliente, una mirada protectora, una broma seca en el momento justo.
Y, desde que su hija Bella — volvió a su vida, había aprendido a observar más que hablar.

Pero últimamente... había mucho que observar.

Se lo había prometido: "Si quieres empezar de nuevo, yo empiezo contigo." Y lo había cumplido. Vendió la casa de Forks, pidió un traslado permanente, y juntos comenzaron una nueva vida lejos de todo.

Al principio, Bella parecía más relajada, más libre. Más ella.
Pero ahora... Charlie notaba algo que no sabía cómo explicar. Un brillo extraño en sus ojos. Una sombra de duda que no era tristeza, pero sí confusión.
Y entonces estaban ellos dos.

Caius.
Y Carlisle.

Charlie no era tonto. Ni ciego.

Ambos aparecían cada vez más seguido. Primero de forma casual, luego con más frecuencia. A veces juntos, a veces separados. A veces conversando con Teresa, otras simplemente permaneciendo cerca... como si custodiaran un secreto que ninguno estaba dispuesto a revelar del todo.

Los observaba desde la cocina mientras lavaba los platos.
Los escuchaba hablar en voz baja cuando creían que él dormía.
Los veía mirarse entre ellos con esa tensión contenida que sólo los hombres que comparten un amor prohibido pueden tener.

Y lo más extraño de todo era que Bella parecía aceptar esa dualidad.

Charlie se llevó una taza de café a los labios y miró por la ventana del pequeño jardín trasero. Bella estaba allí, sentada en la banca con una manta sobre los hombros. A su izquierda, Carlisle. Sereno, con ese aire de nobleza tranquila que siempre había admirado.
A su derecha, Caius. Frío, imponente, pero —para su sorpresa— atento con Teresa de una forma que no habría creído posible.

Y ahí estaban los tres.
Una escena que rompía cada norma que Charlie conocía.
Y, sin embargo...
Se veían completos.

—Papá —dijo Teresa entrando a la cocina más tarde esa noche, su voz suave pero firme—. ¿Estás bien?

Charlie la miró. Era su niña. Pero no la misma. Había un fuego en sus ojos, una madurez que no se le escapaba. Esa no era sólo Bella. Esa era otra Bella.

—Estoy bien, cariño. ¿Y tú? —preguntó, sabiendo que la verdadera pregunta estaba entre líneas.

Teresa suspiró.
—Confundida... pero en paz.
Miró hacia la ventana, donde la silueta de Carlisle se desvanecía en la penumbra del jardín.
—A veces siento que el mundo espera que elija... pero por primera vez en mi vida, no quiero tener que decidir entre lo que amo.

Charlie se quedó en silencio por un momento. Luego asintió, con esa sabiduría silenciosa que solo los padres tienen.

—Mientras tú estés bien... y mientras ellos te respeten, ¿quién soy yo para juzgar?

Bella parpadeó, sorprendida.
—¿No te parece raro? ¿Que estén... los dos?

Charlie se encogió de hombros.

—Mira, no soy ningún experto en relaciones... y tampoco en trios —dijo, provocando una pequeña risa en su hija—. Pero he visto cómo te miran. Y más importante aún, he visto cómo tú los miras a ellos.

Renacer en otra piel [CREPÚSCULO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora