Capitulo 30

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Verdades y caminos

La mansión Cullen se sentía más vacía de lo habitual.

Aunque todos aún vivían ahí —al menos por ahora—, las paredes parecían haberse impregnado de una melancolía silenciosa desde la partida de Bella... o mejor dicho, Teresa.

Carlisle recorrió lentamente los pasillos, con los brazos detrás de la espalda, la cabeza gacha, y una expresión que rara vez se permitía mostrar: duda.

Desde que Teresa se había ido de Forks junto con Charlie, él no había sido el mismo. Sus pensamientos volaban constantemente hacia ella, su mente analítica no lograba hallar una respuesta lógica a lo que sentía, pero su cuerpo, su corazón inmortal, lo sabía sin necesidad de ninguna explicación científica:
Ella era su compañera. Su alma destinada. Su otra mitad.

Y esa certeza le dolía tanto como lo liberaba.

Porque si bien al fin comprendía lo que esa conexión significaba, también se encontraba atrapado en un torbellino de emociones humanas que siempre había intentado dejar atrás: culpa, miedo, confusión, e incluso algo que jamás pensó sentir por Edward... temor a su juicio.

Por eso, esa mañana había tomado una decisión: antes de ir a buscar a Teresa, tenía que hablar con su hijo. Con el hombre que una vez amó a Bella, que había sufrido por su partida, y que aún no sabía toda la verdad.

Al llegar a la biblioteca, lo encontró sentado en uno de los sillones frente a la chimenea. Edward no leía. Solo tenía un libro abierto entre las manos, como si intentara distraerse de un pensamiento persistente.

—Edward —llamó Carlisle, su voz baja pero firme—. ¿Podemos hablar?

Edward levantó la mirada. Había algo en sus ojos que le dijo, de inmediato, que él ya lo sabía.

—Claro, padre —dijo con calma. Su voz era suave, pero en ella flotaba una tristeza contenida—. Estoy escuchando.

Carlisle entró por completo en la habitación y cerró la puerta detrás de él. Caminó unos pasos, y luego se detuvo, sin saber bien cómo comenzar.

—Sé que... no será fácil escuchar lo que voy a decir —empezó—. Pero quiero ser honesto contigo. Sobre todo contigo.

Edward se mantuvo en silencio, mirándolo con intensidad.

—Desde que Isabella apareció —continuó Carlisle—, desde que empezó a vivir aquí, sentí algo... diferente. Al principio creí que solo era confusión. Ella no era Bella, no exactamente. Y sin embargo... mi corazón empezó a cambiar. Y con el tiempo... entendí.

Carlisle hizo una pausa, respiró profundamente, y luego dijo lo inevitable:

—Ella es mi compañera, Edward.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire como una nota final en una sinfonía dolorosa.

Edward no dijo nada al principio. Solo cerró el libro lentamente y bajó la mirada.

Carlisle se acercó un poco más.

—No lo supe desde el principio. Y cuando lo supe... fue como si todo encajara, como si una pieza perdida se hubiera colocado en su sitio. Pero no puedo evitar sentir que te estoy fallando. Que... le estoy fallando a Esme.

—Padre —dijo Edward, finalmente, con voz grave—, no tienes que explicarte más.

Carlisle lo miró, confundido.

—Lo sé. Desde hace semanas. Quizá desde el día en que ella desapareció, o incluso antes. Sentí ese cambio en ti. En tu forma de hablar de ella, en cómo la mirabas. Y entendí que lo que sentías era algo real. Algo que iba más allá de la lógica, más allá de la historia que alguna vez compartí con Bella.

Renacer en otra piel [CREPÚSCULO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora