Un corazón sin latido
Desde la perspectiva de Carlisle Cullen
El tiempo, para nosotros, no pasa como para los humanos. No se siente igual. No se ve en las arrugas o en el temblor de las manos. Lo nuestro es más cruel, porque el tiempo se mide en vacíos. En ausencias.
En lo que no regresa.
Yo, que he vivido más siglos de los que merezco, me creía inmune a la pérdida. He visto guerras. Epidemias. Familias desmoronarse bajo la injusticia de la muerte. Y sin embargo... nunca supe que perderla a ella sería peor que cualquier batalla.
Bella.
Bella, la llamaban antes. Bella, como la belleza con la que iluminaba hasta el rincón más oscuro de este mundo que fingimos comprender. Pero para mí fue Isabella... mi compañera inesperada, mi segunda oportunidad. Mi redención.
Y ahora, ya no está.
No hubo despedida, no hubo gritos. Solo su silencio. Solo la certeza de que, a pesar de todo lo que había pasado, había elegido alejarse. Como si el amor que poco a poco había nacido, hubiera sido una flor de invierno, bella pero condenada a marchitarse.
Desde que se fue, la casa Cullen ha cambiado.
No porque los muebles estén cubiertos de polvo —jamás permitimos eso—, sino porque el aire está hueco. Silencioso. Incluso mis hijos lo notan. Alice ya no baila al caminar. Emmett hace menos bromas. Y Esme... ella me mira con tristeza, como si supiera que estoy presente solo por costumbre, por inercia.
Porque parte de mí murió con ella.
No físicamente. No del todo. Pero cada día, me apago un poco más. Una vela que se consume sin llama.
A veces me encuentro mirando el retrato que Rosalie pintó de Bella cuando aún creía que el futuro era posible. Sus ojos en la pintura no tienen vida. No como los reales. Pero me aferro a ellos igual. Me siento frente a ese lienzo por horas, deseando que algo, cualquier cosa, me devuelva una chispa de lo que una vez fui.
Aún escucho su risa en los pasillos. Su voz burlona cuando discutíamos sobre literatura. Su cuerpo tan cálido cuando mis manos posaban sobre ella, como si el universo nos hubiese moldeado para encontrarnos, incluso en medio de la eternidad.
Pero ella eligió irse. Tal vez para protegernos. Tal vez para encontrarse a sí misma. O tal vez... para olvidarme.
Y esa es la herida que más arde. No saber si me recuerda.
Hay noches en las que me acerco al piano, donde ella solía sentarse a escucharme. Mis dedos tocan las teclas con torpeza. No por falta de práctica, sino por falta de propósito. La música que solía fluir con pasión ahora suena vacía, como mi pecho.
Edward me ha preguntado si quiero viajar. Cambiar de aires. Intentar algo nuevo. Pero ¿cómo le explicas a un hijo que no puedes huir de un fantasma cuando ese fantasma vive en ti?
La eternidad es larga. Y, sin ella, más aún.
Y, sin embargo, me aferro a una cosa.
A la esperanza.
La esperanza absurda de que un día, en algún rincón del mundo, la veré. Que tal vez estará de pie bajo la lluvia, como la primera vez que la vi. Que tal vez, con solo mirarnos, sabremos que aún hay algo ahí. Algo que no murió. Algo que puede renacer.
Hasta entonces, seguiré aquí.
No viviendo, no realmente.
Solo existiendo.
Esperando a mi Bella.
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Cuando se ama de verdad, se deja ir
Desde la perspectiva de Esme Cullen
Podía soportar muchas cosas. El paso del tiempo. Las pérdidas. Incluso el dolor.
Pero no podía soportar ver a Carlisle morir en vida.Él no lo decía. Nunca lo haría. No con palabras.
Pero yo lo conocía.
Lo veía en su andar apagado, en sus ojos sin luz, en las partituras intactas del piano, en el modo en que se quedaba parado frente al ventanal como si esperara que el viento trajera algo... o a alguien.Bella.
Bella.
La que robó su aliento, su luz, su eternidad.No fui ciega a su conexión.
Desde el principio lo noté, pero me mentí a mí misma. Me dije que era pasajero, que lo que teníamos él y yo era demasiado sólido para quebrarse.
Qué ironía.
A veces el amor más silencioso es el que más hiere cuando se va.Carlisle siempre fue mi refugio. Mi centro. El que me salvó del abismo. Le debo tanto... y por eso, hoy, sé lo que tengo que hacer.
Lo encontré en el despacho, una vez más, frente al retrato.
No me miró.
No me oyó entrar.
Solo murmuró su nombre, con una devoción que dolía más que cualquier mordida de vampiro.Me quedé allí, sin interrumpirlo, recordando todas las veces que me había tomado de la mano, todas las veces que me dijo que estaría a mi lado... y cómo, sin querer, su corazón había comenzado a alejarse de mí.
—Carlisle —susurré.
Él parpadeó, como si despertara de un sueño.
—Esme... no te escuché llegar.
—Lo sé. No me escuchas desde hace meses.
Guardó silencio. No por desprecio. Por vergüenza.
—No tienes que explicarme nada —continué con voz firme, aunque mi corazón se partía—. Sé que la amas. Y no voy a pedirte que me elijas solo por costumbre... porque lo que tú y yo tuvimos, fue amor. Fue verdadero. Pero ya no lo es. No como antes.
Carlisle bajó la mirada. Y en ese gesto vi al hombre roto que se obligaba a seguir por lealtad... pero no por amor.
—No quiero hacerte daño, Esme. Nunca quise...
—Y no lo estás haciendo —lo interrumpí con una pequeña sonrisa—. Lo que nos unió fue bello. Fue fuerte. Pero a veces... el amor no basta para sostener lo que ya no tiene raíz.
Respiré hondo. No necesitaba hacerlo, pero lo hice igual. Para darme valor.
—Ve por ella.
Sus ojos se abrieron con asombro.
—¿Qué...?
—Ve —repetí—. Encuentra a Isabella. O a Bella. O como sea que decida llamarse. Encuéntrala. Dile lo que no pudiste. Y si hay una sola chispa entre ustedes... no la dejes ir otra vez.
Se acercó, con ojos húmedos por emociones reprimidas por demasiado tiempo.
—Esme, tú no mereces esto. No mereces que yo...
—Merezco la verdad —dije suavemente—. Y tú mereces ser feliz. Aunque no sea conmigo.
Me abrazó. Y por primera vez en años, el abrazo no me quemó.
Fue cálido. Fue sincero. Fue una despedida... sin rencor.—Gracias —murmuró contra mi cabello—. Te amé, Esme. Te amo. Pero de otra manera.
—Lo sé —respondí—. Y yo también. Siempre serás mi primer refugio. Pero ahora... es hora de que ambos busquemos el último.
Y así, en ese instante, lo dejé ir.
Porque a veces amar de verdad es saber cuándo soltar.
Y si Teresa era su luz... entonces yo no iba a ser su sombra.--------
Amar también es dejar ir.------------
Oigan quieren un one-sht de Mia y Bella (teresa) o no? 😔
One-sht de Mia y Bella como pareja pues.

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Renacer en otra piel [CREPÚSCULO]
Fantasy-En proceso de reescritura- Cuando Teresa Chávez muere a manos de Fernando, su historia debería haber terminado. Pero en ese mismo instante, en un lugar muy lejano, Bella Swan también fallece, consumida por la depresión tras el abandono de Edward Cu...