Mi amiga sirena

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Addison sacó la cabeza a la superficie con algo de miedo, esperando ver la reacción de sus amigos. Jane y Ben solo la observaban en silencio, mientras que Carlos sonreía al verla. Los demás seguían algo confundidos.

—Wow —fue lo único que logró decir Jay.

—Addy, te ves tan hermosa —dijo Evie, arrodillándose en la orilla.

Mal solo la miraba con una sonrisa suave.

Addison se acercó poco a poco y posó las manos sobre el cemento, justo al lado de Evie.

—¿No creen que soy un monstruo?

—¡Claro que no! —respondió Mal, algo molesta por cómo pensaba Addison de sí misma—. Humana o pez, sigues siendo nuestra amiga. Y no eres un monstruo, solo eres diferente, y eso no te convierte en algo malo. El que diga lo contrario... lo golpearé.

Los chicos la miraron con algo de miedo ante lo último, mientras Addison se sentía feliz al escuchar esas palabras.

—Estoy de acuerdo con Mal. Además, ser una sirena debe ser genial —dijo Evie emocionada.

—No lo sé... ¿sabes hacer trucos? —preguntó Jay en tono burlón.

—Nado tan rápido como los delfines —respondió Addison con una sonrisa.

Jay dejó de reír.

—Ok... cuéntame más de eso.

Addison se sentía más tranquila. Todos sus amigos la querían y la defendían. No podía pedir nada más... aunque sabía que aún le faltaba algo: un amor verdadero. Pero no era el momento de pensar en eso.

—Bueno, soy rápida nadando, pero corriendo soy bastante lenta —admitió, divertida.

—¿Y cómo funciona eso de la transformación? —preguntó Mal, curiosa.

Pero antes de que Addison pudiera responder, Carlos se adelantó:

—Es genial. Solo se transforma cuando algún líquido externo cae sobre su piel, como cuando se lanzó al lago. Pero si es sudor o cualquier otro líquido biológico, no pasa nada. Solo sucede con líquidos externos no biológicos.

Los chicos lo miraron, algo impresionados.

—¿Y tú cómo sabes eso? —preguntó Jay.

—Oh, bueno... descubrí su secreto hace unos cuatro días, y ella me explicó todo sobre las sirenas.

—¿Acaso te sometiste a sus clases? —bromeó Ben, riendo junto con Jane.

Aún recordaban cuando Addison les explicó todo sobre las sirenas. Tardó al menos un mes, porque siempre aparecía algo nuevo que contar.

—¿Y tú naciste ya con eso? —preguntó Evie.

—En realidad, no. Yo nací como una niña humana, pero cuando cumplí ocho años pasó algo qie yo siempre digo que fue mágico. Fue luna llena. Se supone que tengo genes de sirena y humana. Mi mamá dijo que, al ser híbrida, se tarda unos años en desarrollarse. A veces resulta en una cola, otras veces no... pero me gusta pensar que la luna llena me dio un lindo regalo de cumpleaños.

—¿Y tu hermana? —preguntó Mal.

—¿Cómo es que todos saben de mi hermana?

Todos miraron a Ben.

—¿En serio?

—Es que... la extraño, Addy —dijo Ben, bajando la mirada.

—Lo sé, yo también —respondió ella con dulzura—. Mi hermana nació con más genes de sirena que yo, por eso puede hacer cosas más avanzadas. Y cuando crezca, si lo desea, será la próxima reina de Atlántica.

—¿Eso existe? —preguntó Evie, sorprendida.

—Claro que sí. Ahí vive mi abuelo. A veces viene de visita, pero prefiere hacerlo cuando no hay muchos humanos cerca. No es que no le gusten, pero todavía no se siente cómodo con ellos.

—¿Y tú qué harás? —preguntó Jay.

—Yo soy la heredera de Coralia. Después de la coronación de Ben, será la mía.

—¿Y no tienes que casarte tú también? —preguntó Carlos.

—Mis padres son más flexibles con eso. Dicen que para ser feliz gobernando, como ellos, debo encontrar al amor de mi vida. Pero si no existe, no les molesta que gobierne sola.

—Se oyen como buenas personas —dijo Evie.

—Lo son. Y de hecho, quiero que los conozcan.

—No sé si sea buena idea, Addy. Somos hijos de villanos. Tal vez no les caigamos bien —dijo Mal, jugando con sus manos.

—Nada de eso, dragonsito. Créeme, los van a adorar.

—Si tú lo dices...

—Eres muy pesimista.

—¿Llamaste “dragonsito” a mi novia? —preguntó Ben, fingiendo ofenderse.

—Sí, ¿y qué?

—Addy, sé que eres lesbiana, pero por favor contrólate. ¡No puedes robarme a todas mis novias!

—Es tu culpa por conseguir novias tan lindas —dijo Addison con una sonrisa divertida.

Ya comenzaba a tomar su situación con humor.

—Además, aquí les tengo apodos a todos —añadió—. Jane es mi hadita, Evie es mi princesa, Carlos es mi cachorro, Mal mi dragonsito, Lonnie es mi guerrera, Doug es mi pequeño Tontín, Jay es mi ladronsito, y tú, Ben… tienes varios, depende del día.

—¿Cuáles? —preguntó Ben con curiosidad.

—Bestia, bestia llorona... de vez en cuando bestia idiota también.

—¡Creí que solo eran dos!

—Ay, perdón... no sé contar bien.

Los demás rieron. Les parecía lindo que Addison tuviera apodos para todos, y que los dijera con un “mi” delante.

—Oye, Addy, tus escamas son tan lindas. Son brillantes, y esos colores son simplemente… wow —comentó Evie, fascinada.

—¿Te gustan? ¿Sabes? Cada tanto se me caen algunas escamas. La diferencia entre las escamas de peces normales y las de las sirenas es que las nuestras son como cristales. Puedo darte algunas si quieres.

—No creo que pueda aceptarlas…

—No me molesta. En mi especie, dar escamas a alguien tiene un significado especial.

—¿Cuál?

—Significa: “te doy una parte de mí para acompañarte en cada momento, incluso cuando esté lejos”. También le di una a Ben y a Jane cuando cumplí once.

Ambos sacaron un collar de sus cuellos.

—Como a Addison no la dejaban salir del castillo, decidimos llevar algo suyo siempre con nosotros, para sentirla cerca —explicó Jane.

Evie suspiró conmovida.

—Bueno… supongo que sería un lindo accesorio.

—¿Sabes? Estuve pensando. Eres muy creativa y quería preguntarte si te gustaría hacer mi vestido para la coronación.

Evie se quedó sin aire.

—Addy, eso es muy lindo de tu parte… ¡y estaré encantada de hacerlo!

—Me alegra oír eso. Sé que harás un gran trabajo.

—Gracias por darme la oportunidad.

—No hay problema. Desde ahora, serás mi linda diseñadora.

—Cuenta con ello —dijo Evie, con una gran sonrisa.

Addison se sintió tan relajada. Había contado su gran secreto y sus amigos la habían aceptado. No había visto a Audrey en todo el día, y por alguna razón, eso la hacía sentir aún mejor. Todo era perfecto para ella.

Entre La Corona Y El Mar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora