Esa mañana, los omegas apenas habían terminado el desayuno cuando las puertas del salón principal se abrieron de golpe. Bokuto, Kuroo y Kageyama entraron, impecables con trajes oscuros y la mirada seria.
—Prepárense. Nos vamos —dijo Bokuto.
—¿A dónde? —preguntó Hinata, alzando una ceja.
Kuroo arrojó una bolsa sobre la mesa. Chanel, edición limitada. Luego otra: Dolce & Gabbana. Y la última: Balenciaga.
—A Rusia. Reunión de negocios. No pensamos dejarlos aquí —dijo Kuroo, como si fuera obvio.
Akaashi miró la bolsa frente a él como si quemara.
—¿Rusia?
—Llevan semanas sin hablarnos, sin confiar en nosotros —agregó Kageyama, cruzado de brazos—. Pero eso no significa que los vamos a soltar. Así que pónganse guapos. El jet sale en una hora.
Kenma levantó la vista con lentitud.
—¿Y si no quiero?
—Entonces vas igual —respondió Kuroo, con una sonrisa torcida—. Porque no estoy dispuesto a perderte otra vez, aunque me odies todo el camino.
Los alfas giraron y se fueron sin más.
Los omegas se miraron entre sí, el corazón latiendo más fuerte que nunca… entre enojo, confusión, y ese ardor inevitable que solo ellos sabían provocar.
×°×°×°×
El jet privado cortaba el cielo con elegancia y velocidad. Dentro, la tensión era tan espesa que podía cortarse con una copa de champagne.
Hinata estaba en una de las butacas de cuero blanco, mirando por la ventana con los brazos cruzados, ignorando por completo la mirada intensa de Kageyama que no se despegaba de su nuca.
Akaashi hojeaba una revista sin leerla realmente, mientras Bokuto se mantenía sentado frente a él, piernas abiertas, codos sobre las rodillas, mirándolo fijamente como si intentara leerle el alma.
Kenma tenía los audífonos puestos… pero no había música. Solo quería fingir que Kuroo no lo estaba observando desde el otro extremo, con la mandíbula apretada y los dedos tamborileando contra su rodilla.
—¿Tienen frío? —preguntó Bokuto, rompiendo el silencio.
Ninguno respondió.
—Porque traje mantas, por si… —continuó, pero Akaashi bajó la revista y lo miró con una ceja levantada.
—Estoy bien.
Bokuto sonrió. No era un “gracias”, pero al menos le había hablado.
Minutos después, Hinata se levantó y fue hacia la cocina del jet. Kageyama lo siguió sin decir nada, como un reflejo instintivo.
—¿Qué haces? —preguntó Hinata sin voltearse.
—Nada.
—Entonces, aléjate.
—No.
Hinata bufó. Kageyama dio un paso más.
—¿Estás bien?
El pelirrojo giró lentamente, con los ojos brillando.
—¿En serio preguntas eso?
Silencio.
Kageyama se acercó y, en un movimiento lento pero firme, le acomodó la manga del suéter.
—Me importas, Hinata. Aunque esté enojado… eso no cambia.

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Dos mundos, un latido
RomanceBokuto y Kageyama, hermanos ricos y herederos de un imperio, deciden escapar de las expectativas familiares y vivir como personas normales. En otro lado, Hinata y Akaashi, mejores amigos con pocos recursos, sueñan con un futuro mejor. El destino los...