capitulo 12: Distancia.

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El jet privado tocó tierra en Japón bajo un cielo nublado, casi tan gris como los ánimos de quienes descendían de él.

La puerta se abrió lentamente, dejando escapar el aire templado del interior y dejando paso a una tensión que se podía cortar con un cuchillo.

Bokuto fue el primero en bajar, sin decir palabra. Su postura erguida, su mandíbula apretada. Le seguía Kageyama, con la mirada clavada al frente, evitando por todos los medios girarse a mirar a Hinata. Kuroo no dijo nada, pero su ceño fruncido hablaba por él.

—Vamos —dijo uno de los guardaespaldas. Ni siquiera lo dijeron ellos.

Los omegas bajaron en silencio. Kenma iba con los brazos cruzados, la mirada hacia el suelo. Hinata intentaba no temblar, pero sus piernas apenas le respondían. Akaashi… parecía intacto por fuera, pero por dentro todo en él era un caos.

El trayecto en la limusina fue igual de silencioso. Cero contacto visual. Cero palabras. Solo suspiros, miradas a través de la ventana… y una angustia que empezaba a hacerse insostenible.

Cuando llegaron a la mansión, los alfas abrieron las puertas sin esperarlos.

—Entren —ordenó Bokuto, sin siquiera girarse.

Caminaban por los pasillos sin decir una palabra, como si todo lo que habían vivido en Grecia no hubiera pasado. Como si fueran extraños. Como si ya no existieran promesas ni sentimientos.

Los dejaron en el ala omega. Sus habitaciones estaban preparadas, el personal sabía que no debían molestarlos.

Y entonces, justo antes de irse, Kageyama habló.

—Están en casa. Tienen lo que necesitan.

Hinata lo miró, esperando una explicación, una razón, algo.
Pero no hubo nada más.

Ni un "lo siento".
Ni un "te extrañé".
Solo un portazo.
Solo pasos alejándose.

Y fue en ese instante que Akaashi se giró hacia los otros, con la voz baja, quebrada:

—¿Y si… tenía razón ella?

—¿Quién? —preguntó Kenma, aunque ya lo sabía.

—La hermanastra… —murmuró Hinata, su voz pequeña—. ¿Y si solo fuimos un capricho? ¿Un juego?

Silencio.

Uno que dolía más que cualquier palabra.

                        ×°×°×°×
 

Día 4 desde su regreso a Japón.

El sol entraba tímido por las ventanas, como si también supiera que nada ahí dentro estaba bien.

Hinata estaba en la terraza, con una manta sobre los hombros. Llevaba horas ahí, mirando el jardín, esperando ver a Kageyama pasar por accidente. Pero no pasaba.

No lo había visto desde que lo dejaron en esa habitación.
Ni una palabra.
Ni un roce.
Ni una mirada.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Kenma, sentándose junto a él.

—Esperando algo que no va a pasar —susurró Hinata, sin despegar la vista del jardín—. ¿Y tú?

—No lo sé —respondió, encogiéndose de hombros—. Creo que… estoy esperando que Kuroo me mire como antes. Pero ni eso.

—¿Y Akaashi?

—Está encerrado en su cuarto. No sale desde ayer.

Kenma y Hinata se miraron, sabiendo lo que el otro sentía: abandono.
Porque ya no se trataba del lujo, del país, del jet privado…
Era esa ausencia brutal de lo que más deseaban: ellos.

Dos mundos, un latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora