-¿Quién es mi Omega? -gruñó Harry, su voz grave, ronca, con un filo de amenaza en cada palabra.
Draco no respondió de inmediato, su orgullo luchando contra su cuerpo.
Entonces un dedo lo rozó justo ahí, provocándole un espasmo que lo dejó sin aire...
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La Sala Común de Slytherin estaba inusualmente silenciosa.
Harry estaba echado en el sofá, con Draco prácticamente enredado sobre él como un gato mimado.
El alfa pasaba distraídamente los dedos por el cabello platino, sin dejar de olfatear el cuello de su omega como si aún necesitara confirmar que todo estaba bien.
Hasta que la puerta se abrió.
Theo Nott entró, más delgado que de costumbre, con la cabeza gacha y ese maldito collar de descargas brillando levemente bajo su bufanda.
Dio un paso, otro y se detuvo frente a ellos.
No olía a amenaza.
Olía a culpa.
-Vengo a disculparme-murmuró Theo, sin mirar directamente a Draco-Fui un imbécil, no hay excusas, no espero que me perdones, pero necesitaba decirlo.
Harry se tensó.
Se levantó un poco, instintivamente interponiéndose entre Theo y Draco, el ceño fruncido.
Sus ojos verdes brillaban como brasas.
-¿Y el collar?-preguntó con frialdad.
-Condición del Ministerio, descargas leves para evitar impulsos durante mi condena-Theo tragó saliva-Solo vengo a hacer lo correcto-
Draco, con esa elegancia suya, se puso de pie con calma y se acercó a Theo. Lo miró largo rato.
Luego, en voz muy baja, dijo:
-Te perdono, no por ti, sino por mí, no quiero cargar con tu error, pero más te vale que no vuelvas a cruzarte mal con ningún omega nunca más, Nott-
Theo asintió, los ojos llenos de una mezcla de alivio y vergüenza.
Dio media vuelta y se fue.
Harry aún lo miraba con sospecha.
Hasta que Draco volvió a su lado y le tomó la barbilla, mirándolo con esos ojos grises cargados de travesura.
-¿Estás molesto, alfa mío?-
-No confío en él-gruñó Harry.
Draco sonrió, y le susurró al oído, con voz aterciopelada:
-Si lo dejas pasar, prometo darte muchos cachorros-
Harry parpadeó.
El gruñido que tenía en la garganta se deshizo con un leve quejido.
Draco sabía exactamente qué botones presionar.
Sus mejillas se pusieron rojas, y el instinto posesivo se le disolvió en un segundo bajo la idea de su omega con un vientre lleno.
-Eres un bribón-murmuró Harry, ya abrazándolo de nuevo con una sonrisa boba.
-Lo sé-respondió Draco, ya ronroneando contra su pecho.
El cielo apenas comenzaba a teñirse de tonos lavanda y dorados cuando Draco se removió entre las sábanas.
Su respiración era más agitada de lo normal.
Su cuerpo temblaba ligeramente, caliente, casi febril.
La luz del sol que entraba por los ventanales iluminaba su piel como porcelana.
Harry despertó al instante. El aroma era diferente. Más espeso. Dulce, embriagador. Su cuerpo reaccionó sin permiso, sus instintos se activaron como un rugido silencioso en su pecho.
-Draco... -murmuró, acercándose a él.
Draco lo miró con los ojos brillantes, húmedos. Su voz era apenas un susurro tembloroso.
-Harry creo que está empezando mi celo...
El alfa contuvo el aliento. Se sentó a su lado, apoyando una mano firme en la cadera del rubio.
-¿Te duele?-
-Arde...-respondió Draco, con una mezcla de desesperación y deseo- Pero no me lastima, me... necesito que me toques, Harry-
Harry bajó la mirada, viendo cómo la piel de Draco se erizaba.
No podía contenerlo más. Su cuerpo entero lo empujaba a marcar, a proteger, a poseer. Pero se obligó a tener cuidado, a ir despacio.
-Entonces te tocaré-dijo con voz ronca, acariciando su cintura con devoción.
Lo besó en la frente, luego en la mejilla, y finalmente en los labios.
Lento, cálido, profundamente.
-¿Estás seguro?-preguntó entre besos.
-Sí... quiero que me hagas tuyo, alfa Quiero que este celo sea contigo no con nadie más-susurró Draco contra su boca.
Harry gimió, quebrado, lleno de emoción y deseo.
Se inclinó sobre él, atrapándolo con su cuerpo, rodeándolo con sus brazos.
-Te voy a cuidar, te voy a llenar y no vas a salir de aquí hasta que esté seguro de que eres completamente mío-
Draco asintió, su espalda arqueándose ligeramente al sentir la primera caricia más profunda, más íntima.
Y con el sol apenas despuntando comenzó el verdadero inicio de su unión.