Viendo a la nada.

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¿Qué era todo eso? En la inocente mente de Eros, era la única pregunta que se encontraba flotando ¿Qué había sido todo eso?, debía estarse preguntando ¿Qué pasaría ahora? ¿Cómo acabaría todo eso? ¿Saldrían de ahí? Pero su mente no razonaba mas, en su corazón, en su mente todo estaba bien, el no podía imaginarse la gran pérdida que iba a sufrir, con la gran pérdida que iba a tener que vivir para siempre.

-Levántate Eros, esto solo es la mitad del bosque.

Eros se levanto pero una lagrima corrió por su mejilla, una punzada de dolor había recorrido su cuerpo hasta llegar a su estomago, y ahí se había intensificado más, tanto que lo había derrumbado al suelo.

Un solo grito, pudo demostrar tanto, terror, dolor, coraje y sobre todo perdida.

Regina se hallaba sobre el cuerpo de su amigo.

-Eros ,háblame.

-¿Qué..?- Fue lo único que pudo salir de la garganta moribunda de Eros.

Su cuerpo estaba atravesado por una rama, se enterraba en su espalda y sobresalía por en medio de las costillas, sangre en todo su cuerpo, Regina no soportaba mas ¿Cómo iba a hacerlo? Todo eso era culpa suya, su amigo moriría ahí por su ingenuidad, su amigo moriría ahí por su ignorancia y su egoísmo, eso simplemente no podría perdonárselo, no podía permitir que nada le sucediera, pero que tonta, ya todo le había sucedido, y todo era por su culpa.

Una gran guerra se había desatado alrededor de ellos, toda clase de monstruosos y seres fantásticos que alguna vez soñamos con ver, ellos los tenían ahí, a su alrededor, pero para el solo estaba ella, y para ella solo estaba el.

La cruda imagen de una pequeña quinceañera sosteniendo la cabeza de su amigo captaba la mirada de algunos guerreros, haciendo de estos vulnerables, porque el amor ¿No es eso lo que hace? El amor era lo que había matado a Eros al final de cuentas, el amor que le tenía a ella.

La desesperación nacía de Regina y moría en su llanto, en sus gritos de desesperación, no había nada que pudiera hacer para que Eros se levantara y se echara a correr con ella, no había nada que ella pudiera hacer y lo sabía, sabía que lo quería y que el la quería, sabía que era su amigo, su único amigo, que era la única persona que le había creído, que era la única persona que se había quedado con ella a pesar de su secreto, sabía que todo era su culpa, ¿Pero cómo pudo hacerle eso a Eros?, Su angustia le presionaba el corazón y la estrujaba por la garganta, sus lagrimas no le aliviaban el dolor, sus gritos eran inútiles y en vano.

Todo había acabado, estaba perdida, perdida sin él, perdida en medio de una guerra sin saber el porque, el porque a ella.

Sin saber el propósito del evento en el que se encontraba.

Ella ya no quería salir de ahí , ella se habría quedado ahí, tirada, con su amigo en brazos, con el campo con flores y con todas esas haditas revolviéndole los cabellos, ella se habría quedado admirando la escena hasta su muerte, con la sensación de que Eros no se había desvanecido, con sensación de aun tenerlo para ella.

Ella habría querido eso, pero no más que lo otro. . . .

-Levántate, te tengo que sacar de aquí. -Regina levanto la vista y se topo con un hombre con piel café y ojos bondadosos, su altura era como la de cualquier hombre, y sus brazos como las ramas de los troncos, como pies raíces, y como cabellos ramas secas. Nada le impresionaba ya, su amigo estaba entre sus brazos dejando ir su último aliento, ella bajo la cabeza ignorándolo, despreciando la ayuda que él le ofrecía y volvió a concentrar la mirada en el rostro de su amigo, el que ahora se encontraba mirando a la nada. Había muerto.

Ya no habían lágrimas, ya no habían gritos, todo en ella se había secado. Estaba mirando al otro lado del bosque, pensando nada, solo viendo, viendo a la nada.

-Levántate Ademia, tu madre quiere verte.

-¿Por qué me has llamado Ademia? ¿Qué madre?- Susurro Regina aun mirando a la nada.

-Es tu nombre real,tu madre, la madre de todos nosotros. La madre de los bosques, de las floras, de las faunas, nuestra madre. Ademia levántate..

-Vete al dia....-A Regina se le iluminaron los ojos, y levanto la mirada hacia el ser, una mirada de esperanza, de ansiedad. -¿Puedes curarlo si voy?

-¿Vendrás conmigo?.

-Llévalo contigo, llévatelo, cúralo y me iré contigo para siempre.

-No lo se Ademia.

-De otra forma me quedare aquí junto a él hasta que muera.

Regina sabía que diciendo eso el ser aceptaría, y así fue, lo levanto entre sus ramas y lo llevo al otro extremo del bosque, tardo unos minutos pero Regina no pudo ver nada, cinco protectores del bosque se habían colocada alrededor de ella, nada podía entrar, y nada podía salir.

Eros yacía del otro lado, sin una gota de sangre, intentando abrir los ojos.

-Te he cumplido Ademia, prometiste venir conmigo si lo curaba y ya lo he hecho.

-Lo sé-Suspiró Regina

Eros se encontraba mirando hacia Regina, una débil sonrisa le arranco un par de lagrimas a Regina, el estaba bien se dijo.

Regina se tomo de la mano con el ser y atravesaron el campo con calma.

Eros no entendía nada, ¿A dónde iba?

Regina se preguntaba lo mismo.

Ella y el, desaparecieron al otro lado del bosque, ya no podía ver el cabello castaño de Regina, ya no podía ver nada de ella, como si hubiera desaparecido. Es que lo había hecho.

Eros se incorporo débil pero con coraje y corrió hacia el otro lado con la esperanza de jalar la manga de su suéter y detenerla. Pero no paso. No la alcanzo. Jamás.

Y así fue, simplemente acabo.

BB)*

Aquí los árboles no cantan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora