-¿Quién es mi Omega? -gruñó Harry, su voz grave, ronca, con un filo de amenaza en cada palabra.
Draco no respondió de inmediato, su orgullo luchando contra su cuerpo.
Entonces un dedo lo rozó justo ahí, provocándole un espasmo que lo dejó sin aire...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El problema con Blaise Zabini era simple: nunca sabía si quería besarte o matarte.
En el caso de Ronald Weasley, la línea entre ambos se volvía cada vez más difusa.
Y es que ese día, mientras Ron entraba a la biblioteca con su aroma cálido de té de jazmín, pan de higos y galletas recién horneadas, Zabini sintió que perdía el control.
Ese maldito olor.
Hogar. Deseo.
Territorio que no es tuyo, pero que quieres marcar igual.
Theo, que ya lo conocía, alzó una ceja desde la mesa de estudio.
-No te le tires encima, está ocupado buscando libros de criaturas mágicas, no maridos-
Zabini ni lo escuchó.
O no quiso.
Fue directo, como un lobo siguiendo el olor que lo volvía loco.
Y entonces lo vio: Ron, inclinado sobre la mesa, hojeando un libro grueso, mordiéndose el labio mientras leía, con su cabello pelirrojo cayendo por un costado.
El aire a su alrededor se impregnaba de ese aroma suave y dulce, y Blaise sintió que la sangre le hervía.
Se le puso dura, claro que sí.
No por lujuria. Bueno, sí.
Pero también por algo más primitivo. Quería ese Beta para él.
Ron lo sintió antes de verlo. Alfas tenían un aura pesada cuando estaban así.
-Zabini, no me jodas, Estoy estudiando-
-No puedo... con ese olor-gruñó Blaise, acercándose por detrás-Hueles como maldita Navidad, Weasley y quiero abrir el regalo-
Ron cerró el libro de golpe y se giró.
En su rostro no había miedo, ni nervios. Solo desafío.
-Te voy a partir la cara, ¿otra vez?-
-Prometes y no cumples-
Y pum, se embolillaron otra vez.
Ron empujó a Zabini contra la estantería, el libro cayó al suelo, Theo suspiró como abuelo cansado.
Blaise jadeaba, entre el placer de la presión del cuerpo de Ron y la irritación de no poder dominarlo.
-¿Por qué diablos hueles tan bien?-gimió Zabini contra su cuello.
-¿Por qué diablos te excita que te dé una paliza, Alfa idiota?-respondió Ron, con su voz grave y firme.
-Porque eres jodidamente perfecto-
-Estoy a esto-dijo Ron separando los dedos-de ponerte un bozal.
-Hazlo...-susurró Zabini, casi ronroneando-Pero después de eso, ¿puedo lamerte el cuello?-