Cuenta regresiva.
Sam.
Era un duelo a muerte entre dos miradas llenas de confusión y un sentimiento que no supe expresar. Al ver al chico de ayer de frente para en la entrada de la habitación mi pecho vibró. El corazón me comenzó a latir como caballo en pleno galope.
—Hola. —Un susurro proveniente de su voz se adueñó la garganta y me sacudió el estómago. ¿Qué rayos me pasaba?
—Hola —. Le susurré de vuelta. Parecía una niña, tenía el cabello hecho un desastre, tenía las mejillas sonrojadas y estaba nerviosa. ¿Por qué yo estaba nerviosa?
—Te traje esto. —Sus pasos resonaron en la habitación, conforme se acercaba mi pulso se iba disparando aún más—. Sé lo mucho que te gustan, y por eso las he traído para ti. —Un ramo de tulipanes se acercó hasta mi tapándo su rostro. Mi pecho se me removió de alegría.
—No tuviste que molestarte. —Le susurré y las tomé. Su cara quedó expuesta y pude notar sus mejillas ardiendo. Miré el ramo. Sonreí, aunque no me gustasen los tulipanes apreciaba el gesto.
—¿Cómo te sientes? —Ignoré el hecho de que ante mí, él era un completo extraño y respondí con educación porque al parecer, él sí me conocía.
—He estado peor. —Respondí entre risas delicadas y sus mejillas se levantaron dejándome apreciar una bella sonrisa. Sus ojos brillaron de una manera inexplicable junto a su sonrisa.
Me quedé tan embobada mirándolo que él me atrapó en el acto. Nuestras moradas chocaron, y aunque fuera imposible sentí el roce de nuestros corazones latir frenéticamente. Ninguno de los dos dijo nada, pero mientras nos mirábamos parecía que nos estuviéramos diciendo todo.
Sus pies volvieron a resonar en la habitación. Sonaban como si hubieran tambores. O tal vez eran los latidos de mi corazón que amenazaban con reventarme el tímpano. Sus ojos nunca dejaron de ver los míos, y sus manos estaban apunto de tocar las mías. Estábamos a una distancia prudente, pero no a la suficiente para que yo dejara de sentir aquél calor que comenzaba a quemarme cual llama viva.
—¿Puedo? —Su voz sonó como una súplica, y mi corazón se derritió ante el sonido de ella. Sus manos estaban tan cerca de las mías que puedo tocarlas con tan solo que él las mueva un milímetro más. Él estaba esperando mi respuesta. Sus manos señalaban las mías. —Por favor. —Susurró desesperado. Mi corazón estaba apunto de fallecer si seguía latiendo de esa manera. Pero mi mente y razón me abandonaron cuando asentí y él tomó mi mano. El contacto hizo que nuestra respiración se entrecortara. Sus manos se deslizaron hacia mi rostro, y sus ojos jamás dejaron de observarme. —¿Puedo besarte? —Su voz salió en un hilo de voz lleno de nerviosismo, agonía y vulnerabilidad.
Sin decir nada asentí. Sus dedos sobaron mis mejillas avivando el calor que comenzaba a crecer en mi interior.
—Joder. —Un susurro se adueñó de sus labios.
—¿Qué haces tú aquí? —Antes de notar lo que pasaba, la voz de mi madre ya había inundado la habitación. Me tensé de inmediato y él solamente apoyó su cabeza en mi frente mientras soltaba un suspiro.
—Vendré a verte luego. —Susurro mientras dejaba un beso en mi cabeza —Te amo —soltó antes de irse.
Cuando salió por completo de la había pude observar los ojos llenos de ira de mi madre. Estaban prendidos como si de un infierno se tratarse. Sentí miedo, terror y horror, estaba demasiado asustada con tan solo ver la tormenta que comenzaba a crecer en su interior dispuesta a arrasar conmigo si me llegase a cruzar en su camino. Pensé que me lanzaría algo para dejarme inconsciente pero nunca pasó. Aquella mirada desapareció y sus ojos fueron adornados por un brillo extraño y distinto al que solía tener siempre.
—¡Cariño! —Gritó mi madre y me envolvió en un abrazo frío y distante.
—Mamá, me lastimas. —Susurré con dolor. Por un ápice de segundo creí que ella me había apretado mucho más fuerte luego de decir esas palabras, pero todo ello desapareció en cuanto me soltó y se sentó en mi cama.
—Perdona, cariño, es solo que estoy demasiado contenta. —Chilló de emoción antes de retomar la palabra. —Carl ha conseguido los pasaportes y hemos comprado los boletos —un ladido—, nos vamos este fin de semana.
Sin latidos.
Mi corazón se había detenido tras esas pocas palabras. Estábamos sábado, y posiblemente nos fuéramos el sábado de la próxima semana.
—¿A dónde? —Pregunté en un susurro. No sé porqué estaba tan afectada, no tenía nada que me atara a estar aquí, ¿o si?
—A España, tu tía ha aceptado recibirnos, allá hay mejores tratamientos, podrás iniciar nuevamente tu vida, nena —me tomó por los hombros y me obligó a que la mirase—, vamos a comenzar de cero. Olvidarás todo aquello que viviste aquí, y si no se da el caso, y si tal vez no llegues a recuperar la memoria con esos recuerdos insignificantes —dijo asqueada—, podrás crear unos nuevos.
—Son mías... —solté un susurro ahogando el dolor que sentí al verla levantarse de la cama, tomar los tulipanes que el chico de ojos bonitos me había traído unos minutos antes.
—Son basura —respondió molesta y las tiró en el cesto que estaba a un lado de la puerta del baño. —Vendré mañana. Llevaremos a tus hermanos al parque.
—Te quiero. —Ella sonrió y salió de la habitación sin decir más, caminó tan fuerte que sus pasos resonaron en la habitación.
Escuché la sangre rugir en mis oídos y el pulso se me aceleró y mi corazón amenazaba con saliese de mi pecho.
Cuando dejé de oír sus pasos me arranqué los cables que yacían en mis cuerpo, el tubo que sostenía una bolsa con quien sabe qué líquido cayó al suelo causando un estruendo abrumador. El sonido comenzó a oírse a lo lejos. Sólo estábamos mis suspiros y yo. No reparé en que había caído al piso si no hasta que mis manos tocaron el cesto en donde se encontraban los tulipanes.Aquellas flores estaban de cabeza tiradas en el bote de basura totalmente destrozadas...
—¿Sam? —el sonido lejano de una voz llamó mi atención y giré mi rostro en dirección a la puerta. No pude divisar bien quién era la persona que había entrado a causa de las lagrimas que me nublado la visión.
—Son mías —mi voz se quebró—. Son mis flores...
—Lo sé. —Una voz cálida acarició mi alma y de pronto todo se puso negro. Totalmente negro.

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Una Ilusión.
Teen FictionSecretos que pesan más que los suspiros, dos corazones agonizantes anhelando ser salvados, aquellos corazones heridos que buscan una cura, al otro. Unidos por una conexión que desafía las barreras del tiempo, descubren que el amor puede florecer in...