¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— 🍂 ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ
En el departamento solo se oía el rumor del viento colándose por la ventana entreabierta. Kalani se sentía extrañamente ligera, con el cabello aún oliendo a pintura y las yemas de los dedos teñidas de azul marino. Paul estaba allí. En su espacio. En su mundo. Era irreal y al mismo tiempo, lo más real que había sentido en semanas.
- ¿Tu mamá vuelve esta noche? - Preguntó él, tumbado en la alfombra con los brazos detrás de la cabeza.
Kalani negó con una sonrisa.
- Se quedó fuera. Fue a ver a unos clientes a San Bernardino y me dejó mensaje que regresaba mañana.
Paul asintió, pero no dijo nada. Solo la miró. Con esa intensidad suya que a veces la desarmaba, y otras... la encendía.
Ella se sentó a su lado, abrazando sus rodillas, y durante unos segundos, no dijeron nada. Solo se miraron. En silencio, pero con tanto que decir.
- ¿Cómo fue el vuelo? - Preguntó ella, casi en un susurro.
Paul suspiró.
- Largo. Pensé que me volvería loco. Solo podía pensar en ti. En si me ibas a mirar con enojo o con alivio... o si ya no ibas a mirarme.
Kalani bajó la vista, con un nudo en la garganta.
- Yo pensé que te habías cansado - Admitió, sin fingir valentía - Que ya no querías saber de mí.
Paul se incorporó, se acercó y tomó su rostro con ambas manos. Lo hizo suave, como si su piel pudiera romperse.
- ¿Cansarme de ti? Kalani... Lo único que me mantenía respirando era la idea de volver a verte. Aunque fuera de lejos.
Ella tragó saliva. Se inclinó hacia él y lo besó. Primero despacio. Después más profundo. Como si en ese beso se entregaran todo lo que no pudieron decir por mensajes sin respuesta, por silencios llenos de miedo, por noches sin un "buenas noches".
Lento al principio. Como si ese primer roce de labios pudiera arreglar todas las grietas. Después fue más profundo. Más hambriento. Como si el deseo contenido durante semanas no pudiera esperar un segundo más.
Kalani se aferró a su camiseta mientras lo sentía recorrerle la piel con las manos. No eran caricias suaves. Eran decididas. Reales. Como si supiera exactamente dónde tocar para hacerla perder el aliento.
La morena se dejó llevar por la forma en que sus manos le acariciaban los brazos, la espalda, la cintura... sin prisa pero sin tregua. La forma en que su cuerpo se apretaba al suyo, pidiéndole algo que ninguno de los dos decía en voz alta, pero que ambos sabían que estaba por suceder.
Paul la apretó contra su pecho, respirando agitado sobre su cuello. El la levantó sin esfuerzo, aferrándola con fuerza por los muslos, como si la necesitara pegada a él para seguir respirando. Caminó hasta la cama sin dejar de besarla, y Kalani sentía el corazón golpeándole en el pecho, las piernas temblorosas, la piel ardiendo. Todo en ella vibraba de deseo y de certez