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— 🍂 ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ
El silencio de la casa de Paul ya no era solo suyo. La manada entera lo habitaba. Jared dejaba comida en la puerta y se iba sin tocar. Leah patrullaba más cerca de su casa por si pasaba algo. Embry pasaba caminando con la esperanza de verlo asomado. Jacob, incluso Jacob, le ofreció salir a comer hamburguesas.
Y Sam... Sam ya no dormía.
Cada noche se despertaba con el corazón apretado y salía a caminar por la reserva. A veces solo. A veces acompañado por el eco lejano de un sollozo que no podía ubicar... hasta que recordaba que ese sonido era Paul. Hundido. Irreconocible.
Las noches en que Kalani flotaba, Paul se ahogaba. Ya no había esperanza.
Y eso pensaron... hasta que Quil, con los ojos brillantes y la voz quebrada, lo dijo:
- Ya basta. Tenemos que hacer algo.
La frase no fue solo un impulso. Fue una chispa.
Sam se levantó de la silla. Emily fue por su caja de ahorros. Jared, Quil y Embry vaciaron sus billetera. Jacob abrió la guantera de su auto. Leah sacó una parte del dinero de un sobre que decía "para emergencias". Incluso Sue llegó esa tarde, y sin decir una palabra, dejó una cajita metálica sobre la mesa. Había una gran cantidad de monedas ahí y una bolsita que tenía el nombre de Seth, el pequeño cachorro había regalado sus pocos ahorros destinados su graduación de la universidad.
Todo fue para ahora. Porque Paul ya no podía esperar más.
Una semana entera se movieron en silencio, con urgencia, con la rabia de quien ha visto al amor retorcerse de ausencia. Buscaron vuelos, conexiones, precios. El padre de Embry incluso habló con un contacto que tenía en el aeropuerto. Entre todos, como si fueran una sola fuerza, armaron un boleto que no solo era de avión: era un pasaje de ida hacia la esperanza.
Esa mañana, Sam subió a la habitación de Paul.
La puerta estaba entreabierta. Paul no estaba dormido, pero tenía los ojos cerrados. No fingía. Solo... existía. Respiraba. Como quien aún no se permite morir.
Sam dejó el sobre sobre el escritorio. No dijo nada al principio.
Luego habló suavemente - Es tuyo. Ida a Los Ángeles.
Paul abro los ojos para ver al alfa.
- Sale en mañana en la noche.
Silencio.
- La vas a ver - Añadió, más bajo - Porque si no lo haces tú... yo mismo iré por ella. Y sé que no querrías eso.
Paul se sentó lentamente. Sus manos temblaban y no alzó la vista, solo tomó el sobre, como quien acaricia algo sagrado..
Lo supo al tacto, era el peso del amor colectivo y el calor de la esperanza.