𝗘𝗣. 34

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—  🍂  ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

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—  🍂 ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

La ciudad ya no se sentía tan ajena. Las luces en la noche ya no le daban dolor de cabeza, el ruido de los autos ya no le apretaba el pecho. Los días fluían. Las clases pasaban volando. Las tardes eran soleadas y largas. Kalani volvía a moverse por las calles como si nunca las hubiera dejado.

Se reía más.

En la cafetería, entre tareas y bromas, Sophia le decía que tenía "de vuelta su chispa", y Kalani fingía que no le dolía escuchar eso. Porque... tal vez era cierto.

Tal vez sí estaba regresando a ser esa versión de sí misma que sabía cómo vivir aquí. Con ropa bonita, con playlists nuevas, con labios pintados y los pulmones llenos de aire tibio de primavera.

No igual. Nunca igual. Pero casi.

A veces bailaba sola en su habitación. A veces salía a caminar con las chicas. A veces incluso iba a fiestas. Decía que no quería beber, que estaba en "su era zen", y todos lo respetaban porque era Kalani, y Kalani tenía ese poder de sonar convincente incluso cuando no lo estaba.

Los profesores estaban encantados. Su madre decía que la notaba "mejor que nunca", y Kalani asentía y sonreía . Les daba lo que querían ver.

Porque estaba bien. ¿Verdad?

Hablaba con Paul... a veces. Cuando él contestaba.

Ya no era a cada minuto. Ya no eran mensajes largos o sin parar. Ahora eran ventanas de contacto: "cómo estás" cada mañana, un emoji, una foto del cielo. Una frase que dolía más de lo que curaba:

"Espero que estés feliz."

Y Kalani lo estaba. O algo parecido. A veces se preguntaba si hacía mal en insistir menos cuando se dio cuenta que Paul ya tardaba más tiempo en contestar.

Hacía semanas que no lloraba en la ducha, hacía semanas que no contaba los días para volver. De hecho, ya casi era un. Volaban. Literalmente.

Eso era bueno. ¿No?

Había vuelto a pintar.

Esta vez no flores, ni paisajes. Ahora hacía formas abstractas, líneas caóticas, mezclas intensas de color. Pintaba como quien sangra en silencio, como quien no sabe qué decir pero necesita decirlo igual.

La noche del viernes, Kalani se encerró en su cuarto después de cenar. Se puso su sudadera favorita, se sentó en la alfombra, sacó su caja de recuerdos y revisó uno por uno los objetos.

Encontró la libreta de Paul. La giró entre sus dedos y la miró un rato largo. Con una sonrisa, luego la guardó de nuevo, cerrando la caja con cuidado.

Miró su celular buscando algún mensaje de Paul, pero no vio lo que quería. No había respuesta a su último "te extraño"... desde hace diez horas.

Pero igual escribió algo nuevo.

"Estoy súper bien... ¿cómo estás tú?"

Leyó el mensaje pero no lo envió. Se quedó mirando la pantalla hasta que se apagó sola.

Y por primera vez en días, Kalani se dio cuenta de algo:

Estaba bien. Pero también estaba... flotando.

Como si todo fuera real, pero con una parte de ella flotando encima de la escena. Observando. Esperando.

Esperando algo más que no pasaba, y que quizá nunca volvería a pasar.

—  🍂 ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

La cama de Paul olía a sal. A sudor seco. A sábanas que no se cambiaban desde que Kalani se fue. El teléfono reposaba sobre su pecho. Apagado. Como él.

Sabía que si cortaba el contacto con Kalani por completo... moriría. No era una metáfora. Era literal. La imprimación no perdonaba. Lo tenía amarrado a ella con hilos invisibles, sagrados, eternos. Y él no se oponía, realmente la amaba.

Pero había días. Días enteros en los que Paul pensaba que tal vez, tal vez, lo mejor para ella era que él se volviera un recuerdo borroso. Un "me encantaba", un "fue mi primer amor", un "cosas de la edad".

Especialmente cuando escuchaba los pensamientos de Sam.

- El proceso no es fácil, Paul - Le había dicho una noche en la playa, mientras el fuego crepitaba y Paul se negaba a comer - No puedo prometer nada, no me la están pidiendo fácil.

Y Paul solo había asentido en silencio. Mordiéndose la lengua para no gritar que no le importaba la ley, ni el sistema, ni su propia cordura.

Solo le importaba Kalani.

La extrañaba con una pasión tan desordenada que a veces ni siquiera sabía cómo procesarla. La extrañaba cuando se lavaba los dientes, cuando veía las noticias, cuando abría la alacena y no encontraba las galletas que a ella le gustaban. La extrañaba en el viento, en el bosque, en el color de los malditos árboles.

Ese mes, Paul tuvo días en los que hablaban todo el día. Llamadas largas, fotos tontas, risas suaves que lo hacían aferrarse. Esos días, Paul caminaba más recto, comía un poco, incluso podía bromear.

Y luego estaban los otros días. Esos en los que no podía ni tomar el celular. No porque no quisiera... sino porque no tenía fuerza para fingir que estaba bien. Para decirle que todo era soportable cuando no lo era. Para verla bien sin él.

Y luego venía la culpa. Porque sabía que Kalani lo necesitaba también. Porque sabía que ella lo buscaba. Porque no responderle era como quitarle el aire... y él la amaba demasiado como para hacerle daño. Aunque eso implicara desangrarse en silencio.

La manada lo miraba deshacerse y no podía hacer nada.

O eso pensaron.

𝗣𝗥𝝝𝗧𝗘𝗖𝗧𝗜𝝝𝗡  |  ᴾᴬᵁᴸ  ᴸᴬᴴᴼᵀᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora