Capítulo 31
Petunia se despertó bruscamente con el familiar sonido del sistema resonando en su mente. Una pantalla translúcida se materializó ante sus ojos, mostrando una nueva tarea:
[Tarea del sistema: Localizar y destruir los Horrocruxes de Voldemort.]
Su corazón se aceleró al absorber la gravedad de la tarea. La alegría de revivir su juventud en Hogwarts le había permitido olvidar momentáneamente los tiempos oscuros que se avecinaban. El resurgimiento de Voldemort era inminente, y desmantelar sus Horrocruxes era esencial para frustrar su regreso.
El concepto de los Horrocruxes era fascinante y aterrador a la vez. Objetos imbuidos con fragmentos del alma de un mago oscuro, que los anclaban a la vida incluso cuando su cuerpo era destruido. Destruirlos era la única forma de asegurar la derrota definitiva de Voldemort. La enormidad de la tarea era abrumadora, pero Petunia sabía que no podía rehuirla.
Decidida, decidió empezar con el Horrocrux que se rumoreaba que se encontraba dentro de los muros de Hogwarts: la diadema perdida de Rowena Ravenclaw. Las leyendas susurraban que la diadema, símbolo de sabiduría, llevaba siglos desaparecida. Sin embargo, Petunia recordaba historias de una cámara secreta conocida como la Sala de los Menesteres, un lugar que se transformaba según la necesidad de quien la buscaba. Si la diadema estaba escondida en el castillo, esa enigmática habitación era un posible escondite.
Esa misma tarde, su círculo de amigos decidió disfrutar del buen tiempo organizando un picnic cerca del Lago Negro. El sol iluminaba el jardín con un cálido resplandor y la suave brisa traía el aroma de las flores. Extendieron una manta grande sobre el suave césped, desempacando una variedad de dulces de Honeydukes y sándwiches caseros. Las risas inundaron el ambiente mientras contaban anécdotas divertidas y compartían historias de sus últimos contratiempos en el aula.
A pesar del ambiente alegre, Petunia permaneció inusualmente callada, absorta en la abrumadora tarea que le aguardaba. Severus, sentado a su lado, notó su inusual silencio. Inclinándose, preguntó en voz baja: "¿Estás bien, Petunia?".
Petunia, despertando de su ensoñación, forzó una sonrisa. "Oh, no es nada. Solo me siento un poco cansada."
Severus arqueó una ceja, con una sonrisa burlona en sus labios. "¿Otra vez trasnochando con esos tomos antiguos? Sabes, algunos necesitamos dormir."
Ella rió suavemente, agradecida por su intento de animarla. "Lo dice el que preparó una tanda entera de Filtro de Muerte en Vida solo para practicar".
Fingió ofenderse. «Eso fue una sola vez. Y fue un éxito».
Sus bromas divertidas atrajeron la atención de sus amigos. Emmeline sonrió y le lanzó una uva a Severus. "¿Están debatiendo otra vez sobre los méritos de las pociones? Es un picnic, no una clase de Pociones".
Mientras comían, los ojos de Emmeline brillaron con picardía. "¿Te enteraste de la última broma de James y su grupo?", empezó, refiriéndose al famoso cuarteto de Gryffindor, conocido por sus elaboradas bromas.
Pandora rió entre dientes, apartándose un mechón de pelo rubio de la cara. "Ah, ¿te refieres a aquella en la que encantaron todas las armaduras para que recitaran sonetos cada vez que alguien pasaba? A la profesora McGonagall no le hizo ninguna gracia."
Severus, que se estaba sirviendo jugo de calabaza, frunció el ceño. «Esos alborotadores siempre están causando caos. Es un milagro que no los hayan expulsado todavía».
Petunia suspiró, picoteando un pastel de caldero. "Son insoportables. Siempre interrumpiendo las clases y pavoneándose como si fueran los dueños del lugar".

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Petunia Evans con un sistema
FantasyLa vida de Anna Watson no fue nada fácil. Una batalla contra el cáncer la dejó frágil, derrotada y cuestionando el sentido de su vida. Sus últimos momentos estuvieron llenos de arrepentimiento por sueños no realizados y caminos no recorridos. Pero c...