Capítulo 4 - Primera jugada

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La campanilla sobre la puerta de la cafetería sonó con su usual tintineo suave.

Akaashi levantó la mirada desde la barra... y se tensó.

-¿Otra vez ellos? -murmuró, frunciendo el ceño.

Hinata, que estaba organizando unos muffins recién salidos del horno, giró de inmediato. Su corazón dio un salto. Ahí estaban. De nuevo. Bokuto y Kageyama. Imponentes. Hermosos. Irradiando una confianza tan densa que parecía llenar el aire como una fragancia.

-Tienen cara de no haberse ido nunca -susurró Hinata, con las mejillas encendidas.

-¿Y qué hacen aquí otra vez? -replicó Akaashi con frialdad, girando para preparar dos cafés sin siquiera preguntar.

-Dijeron que tenían negocios importantes -añadió Hinata, algo nervioso.

-Su negocio claramente somos nosotros.

Bokuto se acercó al mostrador con una sonrisa encantadora, más calmado que la primera vez.

-¿Hoy sí están más relajados o venimos en mal momento?

-Siempre es mal momento si vienen sin anunciarse -replicó Akaashi, pero no pudo evitar que su voz temblara apenas.

Bokuto se inclinó un poco hacia él.

-Vine por el pastel de zanahoria. ¿Es pecado querer el mejor del barrio?

Akaashi lo miró de reojo. Tenía ganas de rodar los ojos, pero también sentía un calor incómodo en el cuello. Ese hombre... era irritantemente atractivo. Y encantador. Y molesto. Todo al mismo tiempo.

Kageyama, por su parte, no decía nada. Su mirada estaba fija en Hinata, que lo evitaba con torpeza. Pero sus orejas coloradas lo delataban.

-¿Y tú? -preguntó el alfa al fin, acercándose al pequeño omega-. ¿Ya te sientes mejor?

Hinata tragó saliva.

-S-sí. Estoy bien. Solo fue... una baja de presión. Nada más.

Kageyama no lo contradijo. No lo presionó. Pero su mirada se suavizó.

-Me alegra. Me preocupaste.

Hinata sintió el estómago darle un vuelco. ¿Cómo podía un alfa decir algo tan simple... y hacerlo sonar tan íntimo?

-Aquí tienen sus cafés -interrumpió Akaashi, poniendo ambas tazas sobre la barra con algo más de fuerza de la necesaria.

-Gracias, Keiji -dijo Bokuto, saboreando su nombre.

Akaashi frunció el ceño.

-No me llames así.

-¿Por qué no? Es un buen nombre. Aunque si prefieres otro apodo, puedo ser creativo.

-No necesito tu creatividad.

Bokuto soltó una carcajada suave. Le encantaba ese veneno pasivo de Akaashi. Le fascinaba su mirada aguda, su resistencia. Porque sabía que, en el fondo, lo sentía. Lo presentía.

Kageyama tomó un sorbo de su café, pero no apartó la vista de Hinata.

-¿Tú lo preparaste?

-Sí... ¿Está mal?

-Está perfecto.

Hinata se volvió tomate.

Bokuto y Kageyama se acomodaron en su mesa habitual, no muy lejos del mostrador, pero lo suficientemente cerca como para observarlos a ambos. No hablaban mucho entre ellos. Solo se limitaban a disfrutar su café, y a mirar.

Dos mundos, un latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora