Capítulo 56

1.1K 89 11
                                        


Una pizca de esperanza.

"Nunca había rogado por nada en mi vida, pero silenciosamente pedía que me dijera que me quería. Que se preocupaba por mí. Algo"

—Mario Benedetti.

Jake.

—¿Tulipanes lila? —La chica que se encontraba detrás del mostrador me miraba con sorpresa tras decir esas dos palabras, luego la cambia a una enorme sonrisa. Estaba en una florería muy cerca del hospital. Sin darme cuenta había estado rondando las calles alrededor del hospital. Así que pare en una florería.

Algo que le gusta a Sam, casi lo mismo que le gustan los libros, son las flores. Para ser específico; los tulipanes lilas.

—¿Por qué específicamente esas? —La chica tras el mostrador preguntó curiosa mientras rodeaba el mostrador.

—A ella le gustan mucho —Dije en respuesta y me limité a voltear hacia el otro lado mientras la chica buscaba las flores agachada en un rincón. Mi vista se dirigió hacia el gran vitral que adornaba el interior de la florería. Estaba rodeado de flores, pero dejaba a la vista gran parte de la calle.

La poca luz del cielo nublado que entraba por la ventana me dejaba apreciar las calles que comenzaban a adornarse de pequeñas gotas de lluvia que caían lentamente. Sin poder evitarlo la nostalgia me invadió al recordarla a ella en este día lluvioso dolía. Y mucho.

Al otro lado de la calle pude ver a una pareja discutir. La chica era de contextura delgada, tenía el cabello lacio que le llegaba hasta los hombros y su tez era clara. En cambio, él era de contextura ancha, mucho más alto que ella. Ella estaba gritándole a la cara, mientras él la observaba en silencio. En un parpadeo él toma su rostro y la besa.

—¿Joven? —la voz de la chica llama mi atención nuevamente y dejo de observar a ese extraño par.

—Disculpe —los ojos de la chica bailaron divertidos y me dio una enorme sonrisa. El corazón se me achicó cuando en sus manos ella traía unos tulipanes, pero no del color quw yo había pedido, estos eran... rosados.

—En este momento solo tenemos de estos tulipanes. En mi opinión considero que también son bonitos, a cualquier chica le gustaría —la miré sin expresión alguna en el rostro—. A mí me gustan —otra sonrisa.

—A ella no —me limité a contestar. La mirada de la chica la cuál estaba en mí se desvió hacia las flores.

—Lo entiendo. —Dijo y levantó la mirada nuevamente—. Iré a revisar si en la parte de atrás tenemos algunas, deme unos minutos. —Antes de que pudiera decir algo más ella dio la vuelta y comenzó a caminar hacia un cuarto al otro lado de la tienda.

Que... peculiar.

Ignoré a la chica, volteé nuevamente hacia la calle y me di cuenta de que aquella pareja había desaparecido. Saqué mi celular para distraerme un rato y que mis pensamientos no me carcomieran, pero fue peor. Al encender el celular me di de lleno con una imagen de Sam sonriendo.

Aquella noche en la playa, bajo la luz de la luna. Con su hermoso cabello suelto.

No tuve tiempo de reaccionar ya que la chica de las flores volvió a aparecer frente a mí con una sonrisa de par en par.

—¿Puedes creer que si habían? Es solamente que soy una despistada —seguido de eso soltó una pequeña risa que me dejó desconcertado. Ella se estaba riendo sola. Porque apuesto todo a que en mi cara no hay ni una pizca de emoción.

—¿Cuánto es? —pregunté directamente mientras sacaba mi billetera.

—Serían... —dejé de escucharla ya que mi vista se posó en un vidrio que estaba detrás del mostrador. Frente a mí, detrás de ella. Y ahí pude observar la imagen acabada que poseía en este momento. Me vi como aquella noche hace 10 años frente al espejo luego de la discusión que había tenido con mi madre.

Devastado.

Estaba destrozado al tener nuevamente a ese niño roto a la vista. Me dolía ver como la imagen que tanto había construido y tratado de perfeccionar para Sam había desaparecido. Me había dejado derrumbar, no había luchado para conservar aquella dulce mirada que tenía por y para ella.

—¿Te encuentras bien? —la voz de la chica de las flores volvió a interrumpir mis pensamientos. Y le agradecía por ello, aunque lo hiciera inconscientemente.

—Si, lamento eso. ¿Cuánto es?

—17,25 —respondió de vuelta. Le extendí dos billetes y en medio de eso nuestra manos se rozaron. Me tensé involuntariamente. No me gustaba que nadie más que tocase las manos, a excepción de Sam. Me encantaba cuando ella lo hacía. —Lo siento —mi mirada fría y sin emociones la atravesó. Sus mejillas enrojecieron y yo solo pude recordar lo bella que se veía Sam cada vez que la besaba y pasaba eso —. Muchas gracias, ha sido un placer —dijo la chica, me entregó el suelto y las flores las tomé yo luego de aquel momento incómodo.

—Muchas gracias —dije antes de salir prácticamente huyendo de la florería.

Caminé en dirección al hospital mientras me deleitaba con el maravilloso olor de las flores. Olían a ella, y ese sentimiento me hacia sentir bien. Si cerraba los ojos pareciera que ella estuviera conmigo, junto a mi.

Frente al hospital. Otra vez. Por cuarta vez en el día me encontraba frente a aquella puerta que me separaba de la cruda realidad. Nuevamente estaba en el debate sobre si era la mejor idea entrar a verla. Probablemente esté despierta, ¿cómo haré si lo está?

Estoy apunto de volverme loco. Seguramente querré saltar hacia ella, abrazarla, olerla, sentirla, besarla.

Joder, es que la extraño.

Como de costumbre ya estaba en dirección hacia su habitación. Las manos me sudaban, mi pulso estaba frenético y mi corazón pareciera que estuviera apunto de sufrir una ataque.

Pero estaba bien, era un sentimiento que conocía a la perfección; pues pasaba cada vez que ella estaba cerca.

Mis pies me dejaron inmóvil frente a su puerta. Podía jurar que mi corazón se detuvo cuando sus ojos voltearon a verme. Y pude notarlo, ella se ponía cada vez más hermosa.

Sus ojos bailaron curiosos, y se alteraron entre mis manos y mis ojos. No podía descifrar lo que quería expresar su rostro. Pero en el fondo sabía que había algo. Quería que mis ojos le expresarsn a los suyos lo mucho que los habían extrañado. Pero no pude ver si los suyos sentían lo mismo. Pero lo que alivió mi dolor; fue ver que durante todo el rato que había estado aquí afuera, frente a ella, observándola sin disimulo ella jamás había dejado de mirarme.

Una Ilusión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora