𝗘𝗣. 32

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—  🍂  ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

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— 🍂  ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

El aeropuerto de Los Ángeles olía a asfalto caliente, a café mal hecho, a rutina. Cuando Kalani bajó del avión, sintió que el aire era distinto. No por el clima, sino por la ausencia. Todo era más ruidoso, más rápido... más vacío.

El carro de su madre la esperaba justo afuera de la terminal, estacionado torpemente como siempre, con las ventanas abajo y la música pop vieja sonando a un volumen que la hacía querer gritar.

- ¡Kalani! - La voz de su madre fue tan entusiasta que dolió.

La abrazó como si la hubiera estado esperando con alegría genuina, como si todo esto no fuera una sentencia disfrazada de bienvenida. Kalani respondió al abrazo, mecánicamente. Su cuerpo reaccionaba, pero su alma... seguía aullando en La Push.

El camino a casa fue peor.

- Los vecinos me preguntan por ti todo el tiempo - Comentó la mujer con una sonrisa como si hablaran de cualquier cosa - La señora Martínez dijo que el jardín se ve tan triste sin tus flores. Y el señor Greene me preguntó si ibas a volver a pintar murales en la barda del callejón.

Kalani miraba por la ventana. No respondía. Solo respiraba lento, conteniéndose.

- Llamé a tu antigua escuela. Dicen que pueden reactivarte en el sistema este mismo lunes. ¿No es genial? Vas a poder terminar el semestre sin problema. ¡Y justo están las actividades de primavera!

"Genial", pensó. "Genial tener que fingir que no estuve allá. Genial tener que esconder todo lo que viví. Genial volver a caminar pasillos que ya no me dicen nada."

- Ah, y hablé con Sophia. Dice que tal vez ella y los demás puedan pasar por ti el sábado y salir un rato. Ya sabes, como antes. Tal vez vayan a esas fiestas de la playa en Malibú. Podrías distraerte un poco, cariño.

Kalani apretó los puños en su regazo. Su mandíbula, tensa. Cada palabra de su madre era una herida más. Porque hablaba como si ella hubiera querido estar de vuelta, como si nada hubiera cambiado, como si ella solo se hubiera ido de vacaciones a algún campamento, como si Kalani aún perteneciera a este mundo de plástico brillante y promesas vacías.

No podía soportarlo.

Los nombres que su madre decía, los planes que proponía, las "amigas" que ella recordaba, ya no significaban nada. No después de Quil llorando al despedirse. No después de la llave de Jacob. No después de haberse reencontrado con su hermano.

Nada era como antes.
Y pretender lo contrario era un insulto.

Cuando llegaron a casa, Kalani se bajó del auto sin decir una palabra. Todo seguía igual. La fachada blanca, las flores marchitas, el buzón chueco. Incluso el olor a canela de la cocina.

Todo igual.

Pero ella no. Y eso era lo peor.

Su madre hablaba y hablaba desde la cocina mientras ella subía las escaleras. Que si había comprado su cereal favorito. Que si habían remodelado su cuarto. Que si podían ir de compras el domingo.

𝗣𝗥𝝝𝗧𝗘𝗖𝗧𝗜𝝝𝗡  |  ᴾᴬᵁᴸ  ᴸᴬᴴᴼᵀᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora