𝙎𝘦𝘳 𝙪𝘯 𝘿𝘪𝘰𝘴 𝙣𝘰 𝙚𝘴𝘵𝘢 𝙩𝘢𝘯 𝙢𝘢𝘭━𝙎𝘱𝘳𝙪𝙖𝙣

6. Tortillacoins

Un aliento desolado salió de sus labios recién apretados para no soltar ningún sollozo. Agarro sus lentes que recientemente había dejado en el suelo frío, para acto seguido ponerselos. Su mirada estaba vacía. Esa mirada que años atrás parecía tan traviesa, tan aventurera... estaba tan aguada por las recientes lágrimas.

Apenas y pudo pararse, no sin antes que un mareo lo atacará de pies a cabeza, tuvo que apoyarse en su pared cercana, maldiciendo entre dientes este cuerpo tan sensible. Extrañaba cuando estaba vivo cual planta en primavera. Aunque... ¿Ahora estaba vivo? ¿Realmente lo estaba? Igual y era un fantasma.

Cómo pudo, camino por el santuario y el rechinar de la madera vieja atormentaba sus pensamientos nulos. ¿Habían construido su santuario solo para el? ¿De verdad nadie lo había olvidado?—Mierda...—siseo entre un chillido, comenzando a llorar de nuevo. Siguió caminando, pasando por las escaleras pero deteniéndose al escuchar voces familiares.

Viridis llevo una de sus manos a su cabeza por el fuerte dolor surgiendo de esta. Las lágrimas no se detenían y los sollozos eran tan audibles que cualquiera a su lado podía escucharlos. Llevo una de sus manos a su boca acallando los sonidos de esta, y un puchero apareció en su rostro, un puchero infantil que contrastaba contra la mirada hacia del ex Dios.

Cuando las voces se alejaron, alzo la mirada, tan indeciso. ¿Que debía hacer? ¿Debía explicar que el era el verdadero Juan? Un chillido salió de sus labios mientras volvía a caminar por la madera con tantas espinas cual bella rosa. Estaba tan distraído en llorar cual bebe pequeño que no se dió cuenta del como ya había llegado a la pollería. Entre jadeos de dolor se metió lentamente, y un trabajador totalmente confundido, rápidamente se acercó hacia el para ayudarle.

No hubieron intercambios de palabra, simplemente el trabajador se dedico a buscar algo para curarle las heridas recién hechas, ya que sus piernas sangraban, como sus brazos, y su cabeza.

Las piernas y los pies eran obvios, había estado caminando por lugares rasposos. ¿Pero que había de lo demás? El pobre Juan en medio de su hiperventilación, comenzó a arañarse los brazos y a golpearse la cabeza contra la dura madera. Cualquiera que lo viera así, pensaría que está loco, que es un dramático. Pero para Juan, fue una caricia a su corazón dañado, una caricia que llevaba amor, pero que para el fue como veneno.

Había parado de llorar pero no de sangrar, mientras se maldecía internamente del porque estaba siendo tan... Dramático. El era un Dios, un dios... Ya se había aburrido incluso hasta el, de ese argumento para despreciarse así mismo.

Debido a su respiración agitada, y a su forma de forzarse a calmarse, se desmayo.

No fue hasta cuatro horas después que se levantó, ya el sol alumbraba con tanta fuerza que cualquiera se quedaría ciego al verlo. Lo primero que vio al despertar fue a un híbrido, el cual, cuando supo vino corriendo hacia la pollería para ver qué le había pasado al chico.

Cuando abrió lentamente los ojos, la silueta del chico justamente delante de el, leyendo o haciendo saber que cosa en su cuaderno lo deslumbró. Se veía angelical con la luz de la ventana que casi se le olvidó el hablar, le miro por unos segundos apreciando su bonito pelo, sus lindos ojos y sus carnosos labios. Cuando el chico le devolvió la mirada, hizo que su corazón retumbará de felicidad, pero al ver cómo esos bonitos ojos se volvían más oscuros, la felicidad desapareció.

"¡¿Por qué mierda estás así?!"

Bramo. Era más un reclamo que una queja, y eso hizo que un suave puchero se armara en el rostro inocente del Dios. Trato de explicarse pero solo cosas sin sentido salieron de sus labios, y el híbrido se rindio, sin querer preguntarle más.—Llame... a un médico, dice que estás bien, pero...—Un suspiro salió de sus labios mientras revolvía su pelo. Al ver ese puchero en el rostro angelical de Viridis, su corazón también casi se sale de su pecho.